Ecos de noviembre. Entre la memoria del fuego y el deber del voto
Hay meses que marcan la historia de un país más por sus heridas que por sus fiestas. En Chile, noviembre es un espejo donde se reflejan nuestras crisis y reconciliaciones. Este 16 de noviembre, cuando acudamos nuevamente a las urnas, no solo elegiremos un nuevo Presidente, sino que evocaremos los ecos del ciclo revolucionario abierto con la asonada delictual del 18 de octubre de 2019.
Aquel estallido no fue un despertar social, sino casi el colapso de nuestra democracia. Bajo el humo de estaciones de Metro coordinadamente incendiadas, se incubó un relato que, disfrazado de emancipación, escondía pulsiones autoritarias. Cuando todo parecía desbordarse, llegó el 15 de noviembre y el “Acuerdo Por la Paz Social y la Nueva Constitución” que, sin la firma del Partido Comunista ni del Frente Amplio como tal, evitó la caída del gobierno, conteniendo precariamente la ruptura democrática. Fue un acto de realismo político, pero también el inicio de un proceso constituyente que derivó en un intento de refundación.
Así emergieron fuerzas que pretendían reemplazar nuestra democracia liberal, lo que fue categóricamente rechazado por la ciudadanía el 4 de septiembre de 2022, cuando una clara mayoría de 62% puso fin, con su voto, al proyecto constitucional que buscaba desmantelar las bases del orden republicano. Chile demostró que no quería ser rehén de su rabia ni de malestares de los que profitaba arteramente una nueva generación política. Chile repudiaba la violencia avalada, cuando no, instigada por la extrema izquierda.
Sin embargo, no se han apagado aún los ecos del octubrismo ni de aquel frágil noviembre. Las mismas ideas -intolerantes, travestidas de superioridad moral- , los mismos personajes, siguen esperando su oportunidad. Se ocultan tras nuevas consignas, pero conservan el mismo desprecio por la ley y la verdad. Como advirtió Paul Valéry, vivimos una “abreviación general del tiempo”, las convicciones duran poco y las pasiones se agotan rápido. Pero el vértigo político de estos años también nos enseñó que la ciudadanía es menos ingenua de lo que algunos suponen.
Hoy, a las puertas de una nueva elección, el dilema radica en elegir entre la libertad y la revancha continuista, entre quienes valoran el orden republicano y quienes añoran la demolición institucional como vía de cambio. No está sólo en juego una alternancia de poder, sino la continuidad del espíritu democrático que sobrevivió al fuego de 2019 y al abismo de 2022.
Quizás este noviembre de 2025 sea la ocasión de comenzar a cerrar un ciclo. De recordar que el orden no es un capricho conservador, sino la condición de toda libertad. Que la democracia se defiende con convicciones y no con consignas, y, que después de tanto ruido, el voto vuelve a ser el acto más silencioso y valiente de nuestra República.
Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho Universidad de Chile
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