Educación a distancia: el fugaz arribo a las aulas universitarias



Por Julio Castro, rector de la Universidad Andrés Bello

El debate estaba presente hace años, pero poco avanzamos. Había reticencia, muchas veces justificada, y en otros casos simplemente por la dificultad de innovar en un sector reacio a cambiar sus metodologías. Algunas universidades avanzamos, otras no tanto, pero de una forma u otra, todas tenían componentes online en la formación que les entregaban a sus estudiantes. Sin embargo, este nuevo coronavirus que nos ha sumergido en una crisis sanitaria pocas veces vista, cambió todo y obligó a las universidades -y a todo el sistema educativo a nivel global- a migrar a una formación 100% online como manera de evitar impactos mayores en el proceso formativo de sus estudiantes.

La educación debía continuar. En esa migración hay varias universidades que ya veníamos preparadas para operar a distancia, con metodologías, capacitaciones, adecuaciones curriculares y mecanismos de aseguramiento de la calidad, mientras otras han debido apurar sus procesos para adaptarse a este contexto.

La metodología de enseñanza online dejó de ser complementaria a la educación presencial y se transformó, de un instante a otro, en una alternativa real a ésta, y tenemos muy claro que en educación no podemos improvisar. No solo se trata de dotar a profesores y estudiantes de equipos y conectividad y esperar que ellos hagan el resto. Debemos lograr que la tecnología sea un medio más para cumplir cada modelo educativo, mediante cinco desafíos clave:

El primero de ellos tiene relación con la conectividad. Todos los académicos y estudiantes deben contar con el equipamiento y las conexiones necesarias para la educación online, incluyendo la infraestructura tecnológica y la capacidad que tenemos, como país, de entregar conectividad adecuada y alcanzable para un número cada vez mayor. Lo que han hecho varias instituciones, incluyendo la UNAB, en materia de becas de conectividad para sus estudiantes, es un importante paso en esta materia.

Luego, el diseño de las aulas virtuales, que van muchísimo más allá de una sesión donde alumnos escuchan al profesor. Cada plataforma debe hacerse cargo de las distintas asignaturas, con sus características propias, permitir el almacenamiento y acceso de los distintos contenidos y fomentar la interacción.

Como tercer punto, los profesores. Es indispensable una capacitación adecuada, porque son ellos quienes están a diario con los estudiantes y quienes transmiten el conocimiento necesario y contemplado en los planes de estudio, por lo que su capacidad de utilizar adecuadamente las plataformas es fundamental para el éxito de los aprendizajes esperados.

Un cuarto elemento son las evaluaciones, quizás una de las tareas más complejas. Es un cambio completo que parte desde el diseño que debe hacer el docente, hasta la disponibilidad de la tecnología para poder aplicarlas. Debemos abrirnos a innovar y diseñar nuevos tipos de evaluaciones igualmente efectivas y confiables que las que se usan en el modo presencial.

Y un quinto elemento relacionado al aseguramiento de la calidad. Debemos adecuar de forma efectiva nuestros sistemas de seguimiento para evaluar si estamos logrando los resultados de aprendizaje de nuestros estudiantes, los que tributan al perfil de egreso que en algún momento establecimos.

Sin esto, nunca conseguiremos que la educación a distancia sea de igual calidad que la presencial.  El trabajo es arduo y desafiante y todos debemos, ahora por obligación, transitar por este camino.

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