Good bye Piñera



Por Carlos Meléndez, académico UDP y COES

El modelo de desarrollo económico de América Latina se convirtió en el país de las incertidumbres. Y no sucedió bajo un régimen comunista, ni siquiera chavistoide, sino durante el segundo gobierno del único político chileno de derecha que, por mérito electoral, ha gobernado el país después del retorno a la democracia. Sebastián Piñera abandona La Moneda esta semana con pena y sin gloria, porque deja como herencia un sucesor más a la izquierda que cualquiera de sus antecesores y una nueva Carta Fundamental en plena cocción. Legados que distan muchísimo de satisfacer a los 3,8 millones de chilenos que votaron por él en 2017.

Para entender el fracaso político de Piñera, sugiero ubicar su gestión en un doble eje de representación y gobernanza. Primero, imaginemos un continuo horizontal donde podamos ubicar, de un lado al otro de los extremos, a los presidentes por su capacidad de representar el anti-establishment. Algunos mandatarios son más capaces que otros en sintonizar con las demandas en contra del statu quo, independientemente de si son de izquierda o de derecha. Entre los presidentes latinoamericanos, Piñera se debe ubicar en el extremo de más débil sintonía con la crítica al establishment (económico, político y cultural). Otros presidentes de derecha, como por ejemplo Bolsonaro (Brasil), han podido expresar mejor la rabia contra la casta gobernante, a pesar de su ubicación en la cima del poder. Piñera nunca supo cómo distanciarse de la élite a la que orgullosamente pertenece.

Gobernar un país desde la élite es posible pero requiere una gran dosis de efectividad gubernamental. Es ahí que combinamos un segundo eje (vertical), donde ubicamos a los jefes de Estado según su nivel de efectividad en el delivery de políticas. Piñera debe mejorar posiciones en esta escala si, por ejemplo, nos atenemos al proceso de vacunación anti Covid, uno de los mejores a nivel global, sin dudas. Aunque en tiempos de pandemia, gozar de salud es lo más importante, no lo es todo. Y es ahí donde la administración de Chile Vamos defrauda incluso en su propio expertise tecnocrático. Pues los más adiestrados tecnopols latinoamericanos fueron desbordados por una desigualdad social politizada, agudizada por la pandemia, en medio de la pérdida de legitimidad del orden público.

En conclusión, a Piñera no le interesó representar el anti-establishment (en una sociedad movilizada) y perdió legitimidad en la arena de la gobernanza tecnocrática. Él perteneció a esa generación de políticos de derecha -como el peruano Alan García- que capitalizaban las expectativas de un modelo económico en su mejor momento, y no quiso caer -afortunadamente- en la politización del conservadurismo extremo o de chauvinismos baratos. Piñera ha sido quizás la última expresión latinoamericana de esa fórmula de derecha pro-mercado que quería contagiar el optimismo de los arriba con clientelismo para los de abajo. Las sociedades demandantes de más derechos le dicen adiós a esta avejentada derecha que usufructuó lo más que pudo su fin de la historia.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.