¿Hemos aprendido algo?



Por Sergio Muñoz Riveros, analista político

Los desmanes de la “conmemoración” del 18/O no hicieron más que confirmar la naturaleza antisocial y antidemocrática de la violencia que se desató hace un año, y frente a la cual, desgraciadamente, abundaron las expresiones de indulgencia y hasta de simpatía. Las imágenes de las iglesias quemadas dieron la vuelta al mundo e hicieron más evidente la impostura de presentar los actos de destrucción y pillaje como lucha por la justicia. Mucha gente percibe hoy las falsedades que no consiguieron percibir el año pasado, en gran medida debido al relato oportunista de los comentaristas de la TV y la demagogia desenfrenada de los grupos opositores que querían volver al gobierno antes de cuatro años. Solo ahora, ciertos sectores empiezan a entender que ninguna causa puede validar el vandalismo y el pillaje que tan profundamente han dañado nuestra convivencia.

Nada es más importante que generar una poderosa corriente de civismo en nuestra sociedad. Se trata de erradicar la violencia y derrotar el miedo que ella genera. Si eso no ocurre, la convivencia en libertad se hará inviable y nos convertiremos en rehenes de los violentos y sus cómplices.

El próximo domingo se efectuará el plebiscito derivado de las convulsiones. Habría sido más útil pronunciarse sobre una propuesta de nuevo texto constitucional concordada por el Congreso y el gobierno, o incluso, si el consenso no hubiera sido posible, sobre dos alternativas de texto. Se habría evitado una larga incertidumbre. Lamentablemente, no será así, y habrá que pronunciarse en cambio sobre opciones inespecíficas, vacías en realidad, cuyo significado depende del intérprete.

¿Qué traerá el plebiscito a la población, hoy preocupada de las duras consecuencias de la recesión? Nada que tenga que ver con las necesidades de empleo, atención de salud, vivienda, seguridad, previsión, etc., que deben atenderse ahora mismo. No obstante, ha sido bochornosa la venta de ilusiones sobre las propiedades benefactoras de una nueva Constitución. En el caso de que gane el Apruebo, no habrá un nuevo texto antes de 2022, lo cual es ignorado por la mayoría de los electores.

El proceso constituyente les sirvió a los partidos para agitar las aguas, pero ahora pasará a segundo plano. A partir de abril, se elegirán todos los cargos de representación -incluido el Presidente de la República-, de acuerdo a lo dispuesto por la Constitución vigente. Sobre este asunto, todos se hacen los desentendidos pese al riego de cortocircuito. Hay muchas cosas que arreglar en Chile, pero la más gravitante es la calidad de la política.

Esperemos que el proceso electoral se desarrolle sin incidentes, con plenas garantías para los electores. Cualquiera que sea el resultado de la votación, es esencial fortalecer el estado de derecho. No estamos en tierra de nadie. La Constitución vigente es la Constitución, y no puede estar en duda su cumplimiento. Hay que hacer respetar la ley en todo el territorio.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.