Kast y el modelo Meloni
Los primeros días del presidente electo, José Antonio Kast, han sido una vorágine de actividades, declaraciones y, sobre todo, señales simbólicas: austeridad (por eso la insistencia en vivir, aunque sea con “saco de dormir”, en La Moneda, un acierto comunicacional); velocidad para hacer la pega (por eso ya estaría casi listo el gabinete), y también se ve un intento de salir de la lógica y la retórica más identitaria, propia de su barra brava, para mostrarse más moderado, lejos de la retórica de los “parásitos” y otras metáforas del mismo tipo, y bien lejos de los trolls. Más cercano a la derecha tradicional que a la radical.
Esto es señal de que Kast probablemente intentará seguir (como lo ha sugerido él mismo) el modelo de Giorgia Meloni, la primera ministra italiana, considerada la versión más “moderada” de la familia de las derechas radicales. ¿Podrá hacerlo? Y ¿es realmente moderada Meloni?
Al igual que le pasará al presidente electo, Meloni gobierna con tres partidos: el suyo (Fratelli de Italia, que tiene sus raíces en el neofascismo de la posguerra, pero que se ha distanciado de esta); ultraderechistas (La Liga, de Matteo Salvini), y la centroderecha (Forza Italia). Meloni ha mantenido unida a esas tres formaciones, dándoles algo a cada una. Siendo ambigua estratégicamente. Presentándose como una estadista, pero también manteniendo cerca a los más ultra. Como dice Iñigo Domínguez en El País, Meloni “domina la ambigüedad y estar entre dos aguas: con Trump y con la UE; con Ursula von der Leyen y con la ultraderecha; en Italia, en el centro y en la extrema derecha”.
En materia de política internacional y economía, el ritmo lo pone la centroderecha. Lo más notable de Meloni es que pasó de ser una política nacionalista y euroescéptica, a una que ha dado un apoyo decidido a la UE, aliada fundamental de Bruselas. La economía se ha mantenido con resultados modestos, pero cuentas fiscales claras. Hasta ahí, motivo de loas para Meloni.
¿Pero cómo ha podido satisfacer y compensar a quienes son mucho más radicales, ultraderechistas, dentro de su partido y de la Liga? Con una política migratoria muy dura, tan dura que algunos de sus planes han sido frustrados repetidamente por los tribunales, por ejemplo, por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
Y con dosis estratégicas de conservadurismo valórico y batalla cultural. El gen de ultraderecha sí se ha mostrado estos tres años. ¿En qué? “Alergia a la crítica y las reglas, como se ve en sus relaciones con los jueces, el tribunal de cuentas y la prensa, con un control total de las tres cadenas de la televisión pública RAI”, explica Iñigo Domínguez en El País. Además, Italia se encuentra ahora entre los países de la UE con menor protección para las personas LGBTQ+, según Rainbow Europe. Y “la libertad de expresión y la autonomía académica también se han visto sometidas a presión”, según afirma la académica Marina Cino Pagliarello en una columna para la London School of Economics.
Como dice Ernesto Ottone, asesor clave del expresidente Lagos y destacado intelectual, Meloni “es más hábil que el resto del club, pero miembro a parte entera. Detrás de la sonrisa hay caninos que atacan todos los días”.
Tener como modelo a Meloni levanta dudas de si Kast tomará medidas de ese estilo, iliberales, que socavan el pluralismo, la libertad de prensa, el respeto a los derechos fundamentales. Y, además, porque Kast se comprometió a no salir de la agenda de gobierno de emergencia, es decir, a no entrar en la llamada batalla cultural. Si se sale de ese marco, habrá incumplido una promesa de campaña que, sin duda, su oposición se lo enrostrará con énfasis, y con toda razón. Y no solo a la oposición. Medidas así también podrían darle energía a la hoy alicaída centroderecha liberal, que podría encontrar una razón no solo para sacar la voz, sino para existir, si Kast ataca convicciones y legados del expresidente Piñera al respecto.
La batalla cultural también podría abrirle a Kast un flanco con quienes votaron por él, pero sin ser de su barra brava. Lo del gobierno de emergencia fue un efectivo dispositivo político que le permitió superar las derrotas de la presidencial del 2021 y la del 2023, del segundo proceso constitucional. Sus ideas, sin filtro, tuvieron techo, y hace solo dos años. Y, como dice Juan Pablo Lavín, de Panel Ciudadano UDD, quizás más que nuevo clivaje, lo que hay es un nuevo padrón electoral con el voto obligatorio. Esos millones de nuevos votantes obligados no parecen estar por una agenda identitaria de derecha radical, sino más bien por las promesas del “gobierno de emergencia”.
Pero está en una encrucijada: si deja de lado la batalla cultural, se le abrirá una disputa con algunos de sus propios republicanos -extasiados con el 58%- y especialmente con el kaiserismo, hoy mucho más influyente y empoderado que ayer.
El gesto de Kast de ir a ver a Javier Milei a 36 horas de ganar, a matacaballo, da pistas de que está intentando melonizarse.
Un día, estadista de unidad nacional; al otro, full motosierra.
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