Columna de Julia Marfán y Felipe Piña: La brecha en la educación: lo que los rankings no miran
Más de una semana ha pasado desde la entrega de resultados de la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES). Todos los medios titulan sus noticias: “Prueba PAES no logra reducir la brecha entre colegios particulares y colegios municipales”. Esto, acompañado de rankings, por colegio y dependencia, en los que se vuelve a enfatizar acerca de la distancia entre los puntajes alcanzados entre estudiantes según el tipo: particular o municipal. Por otro lado, desde diversos sectores apuntan al Sistema de Admisión Escolar (SAE) como el culpable de “dinamitar” la educación pública.
Lo cierto es que el problema y los titulares no son nuevos. De hecho, los resultados de la última Prueba de Aptitud Académica (PAA), en 2002, ya mostraban una diferencia de puntajes entre colegios privados y municipales de 97,9 puntos a favor de los primeros. En 2007, con la selección universitaria (PSU), esa brecha aumentó a 121 puntos. Sin ir más lejos, el 2021, con la prueba de transición (PTU), la diferencia quedó en 130 puntos, y tan solo dos establecimientos municipales figuraban entre los 100 con mejores resultados. Frente a esto los titulares de los medios de comunicación enfatizaban sobre lo mismo: la brecha de resultados existente entre estudiantes que asisten a colegios particulares en comparación con colegios municipales. Es posible identificar que el problema se arrastra desde mucho antes que la prueba PAES y el SAE.
Entonces, ¿se puede encontrar una explicación a la brecha en la educación a través de un ranking? por supuesto que no. La posición en un ranking y la búsqueda de titulares a partir de esto, solo instalan una mirada parcial y reducida de la situación; mientras que no dan cuenta de la complejidad de factores que hay que considerar al tratar de explicar las causas de la desigualdad, segregación y las diferencias en la calidad de educación que reciben niñas, niños y jóvenes según el tipo de establecimiento en el que estudien.
Entendiendo que el problema es multifactorial, nos parece urgente poner en primera prioridad el fortalecimiento de la educación pública, comprometerse con la implementación de la Nueva Educación Pública (NEP) y con una formación inicial docente que cumpla con altos estándares de calidad, además de prevenir la deserción temprana de la profesión.
Según un estudio de Elige Educar, se proyecta que para el 2025 habrá un déficit de 26.000 profesores idóneos, mientras que la matrícula a primer año en las carreras de pedagogía ha disminuido en un 8,1%, según datos del Consejo Nacional de Educación (CNED). Es imperioso crear políticas que apunten a que estudiar pedagogía sea una opción atractiva para las y los jóvenes, además de que los profesores y profesoras cuenten con los apoyos e incentivos necesarios para permanecer en el sistema educativo. Por otro lado, es necesario que los programas de formación inicial docente tengan altos estándares de calidad en la formación didáctico-disciplinar, además de relevar la función social irremplazable que tiene la docencia en contribuir a la disminución de la desigualdad y las brechas que vemos desde hace tanto tiempo en nuestro país.
Una formación inicial docente de calidad, así como el aseguramiento de estos en el sistema, son parte fundamental de la construcción de una educación pública que cumpla con su misión de garantizar el derecho a acceder a una educación de calidad a todos los y las estudiantes, en igualdad de condiciones, poniendo especial atención en quienes están en situación de mayor exclusión. Especialmente en esos lugares y colegios que los rankings no miran.
Por Julia Marfán, directora, y Felipe Piña, estudiante, Pedagogía en Educación General Básica Universidad Diego Portales
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