SEÑOR DIRECTOR:

La cumbre en Buenos Aires de los jefes de Estado y de gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, adoptó un largo listado de compromisos, con 111 puntos de la agenda global; entre ellos, condiciones financieras, de seguridad alimentaria, cooperación ambiental, brechas de género, integración y medidas sanitarias.

En lo contingente, el documento se refirió a Cuba, para poner fin al bloqueo y sacarlo de la lista de terrorismo; Venezuela, y las negociaciones gobierno-plataforma unitaria; Malvinas, y respaldo a Argentina; y Puerto Rico, enfatizando su carácter Latinoamericano. Puntos acordes a las reiteradas aspiraciones regionales.

Por supuesto, la Celac no estuvo exenta de divergencias, algunas muy profundas, que se evidenciaron en réplicas y hasta cruces de opiniones entre los más altos representantes. Era de esperar, pues existen ciertas situaciones que se evalúan con posiciones políticas e ideológicas antagónicas, sin la unidad proclamada. Es el caso de la vigencia del régimen democrático, en Cuba y Nicaragua, o los derechos humanos, las desigualdades y los derechos civiles en Venezuela, enfatizados de diferentes maneras y perspectivas. Otro tanto sobre Perú, donde se mostró apoyo o rechazo al depuesto Presidente Castillo, y a la actual Presidenta, claramente criticada por gobiernos pertenecientes al Grupo de Puebla, que desempeñó un papel gravitante coordinado con antelación. No faltaron tampoco las habituales arengas de los líderes latinoamericanos, que motivaron enérgicas respuestas y acusaciones de injerencia indebida.

Episodios aislados, pero que comprometen y postergan las necesidades principales que lograron adhesión.

Samuel Fernández Illanes

Académico Facultad de Derecho UCEN