En la medida de lo posible

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14 de Noviembre 2019/ SANTIAGO Reunión de todos los partido por el acuerdo de una nueva constitución. FOTO:AILEN DIAZ/AGENCIAUNO


Como dijo Patricio Aylwin en la hora que lideraba lo que se convertiría en una de las transiciones más exitosas, lo digo sin temor a la avalancha de críticas injustas que se han dejado caer, algunas provenientes de actores de ese período, volvió a imperar esa mirada de sentido común y patriótico.

Los dirigentes políticos que en la madrugada del viernes sellaron el acuerdo "por la paz y una nueva Constitución" actuaron en la lógica que la política es el arte de lo posible, que importó cesiones mutuas, los que hasta hace muy poco se negaban a avanzar a una nueva Constitución, bajo la monserga que no era necesario e importaba a un grupo pequeño de ideologizados, tuvieron que ceder y la calle lo agradece. También cedieron los que hasta no hace mucho, cansados de quórums supramayoritarios, diseñaban atajos o resquicios peligrosos, la calle también lo agradece.

La lectura del acuerdo base da cuenta clara de donde estuvieron las cesiones de cada cual. Es importante destacar que constituida la convención, la asamblea -el nombre no hace al fondo-, atendido los quórums, la impronta de la búsqueda de acuerdos será fundamental para llegar a puerto.

¿Qué motivó esta esperanza plasmada en el acuerdo, por cierto, aún en desarrollo y no exenta de riesgos y eventuales retrocesos? Me parece que el martes, cuando millones de chilenos presenciábamos como campeaba el delito, la violencia, en casi total impunidad, y retrocedían las cosas al 18 de octubre, y, al mismo tiempo, aguardábamos la intervención del Presidente de la República, sabíamos que el tiempo se agotaba, y lo que venía era solo dolor y pánico generalizado.

La demora en la alocución indicaba dudas, incertidumbre; muchos esperaban se repusiera algún estado de excepción; no hay dudas que aquella decisión estuvo en discusión y se tejen distintas tesis del porqué no se ejecutó. Pero lo que sí parece claro es que aquellos, desde dentro o desde fuera de palacio, sostuvieron que la solución era política, acertaron y le hicieron un bien notable a la patria, quizás nunca lo sabremos, pero se agradece.

Luego vino el discurso. Quizá más allá de la intención, produjo un efecto trascendente, ver al principal abatido, más creíble, sin tanto adjetivo, llamando a reponer la paz ausente, motivó acelerar el intento de reencuentro, la condena incondicional a la violencia surgió de muchos que por alguna razón habían sido cicateros a la hora de ser más explícitos.

A no amilanarse con el discurso de los rupturistas, de los que se autoexcluyeron, hay un derrotero, tomémoslo. A riesgo de la atmósfera de estos días sostengo que, a pesar de todo, tengo fe en las fortalezas morales, culturales e institucionales de mi país. Esta es una crisis de la que vamos a salir con mucho esfuerzo, sin duda, enfrentando dificultades que no teníamos. Han sido un fuerte impacto emocional los hechos de estos días y no será sencillo hacer retroceder los temores. Pero hay una esperanza.

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