Opinión

La promesa de un shock

“No hay plata” es la frase que marcó el inicio del mandato de Javier Milei en la presidencia de Argentina. La dijo en su discurso inaugural y la multitud presente aplaudió. Milei hizo campaña anunciando que su principal herramienta de trabajo sería una motosierra con la que recortaría gasto público para defenestrar a “la casta”. Asumía el gobierno de un país con una inflación que sobrepasaba el 211% anual, con una tasa de pobreza que alcanzaba el 50 por ciento de la población y con un índice de riesgo-país, aquel que señala qué tan ordenadas están las arcas fiscales como para cumplir sus obligaciones financieras, levemente inferior a los 2.000 puntos, uno de los más altos de la región. José Antonio Kast, presidente electo chileno, en su estilo, ha evocado aquella frase de Milei anunciando durante su cierre de campaña en Temuco que una vez iniciada su gestión “primero habrá un shock económico”. Luego de su triunfo el pasado domingo, Kast viajó a Buenos Aires y posó con Javier Milei junto a una motosierra, símbolo de los recortes ejecutados por el libertario que han afectado desde las jubilaciones a la sanidad pública, pasando por la educación, las instituciones culturales, la investigación científica, las obras de vialidad y los fondos para discapacitados.

Con su discurso y acciones Kast ha sugerido un paralelismo entre la realidad económica local y la transandina, algo que los hechos no refrendan: el gobierno que encabezará y que asume en marzo recibirá un país con una inflación acumulada los últimos 12 meses de cuatro por ciento, con una tasa de pobreza del 22 por ciento, según la nueva metodología propuesta este año, y del 6,5 usando la convencional en curso, y un índice de riesgo país de 86 puntos, el menor desde 2007 y uno de los más bajos de América Latina. Cada uno de estos parámetros indican que la situación chilena es notablemente mejor que la argentina. No es necesario ser economista para entender que estas diferencias no son triviales, sino trascendentes. La analogía entre ambos países, repetida desde el sector político del presidente electo, por lo tanto, parece tan forzada como lo es asimilar los distintos gobiernos que han estado en el poder a ambos lados de la cordillera desde los 90: ni la Concertación era comparable al menemismo, ni la situación que enfrentó Macri a la del expresidente Piñera, ni los mandatos de los Kirchner equiparables a la orientación política de la expresidenta Bachelet, como lo sugería un libertario transandino para “explicar” la historia reciente de nuestro país. Que eventualmente pudiera existir sintonía política o relaciones cordiales no significaban escenarios intercambiables. No lo fue antes, tampoco lo es ahora, sin embargo, por alguna razón, desde la campaña presidencial el candidato ganador ha buscado establecer un paralelismo con el acontecer transandino reforzado por la idea de que nuestro país “se cae a pedazos”. Por si fuera poco, la gestión económica del gobierno libertario argentino es presentada como un modelo a seguir, pese a que el mandatario vecino cada cierto tiempo debe viajar a Washington a rogarle préstamos al Presidente Trump -y acumular deuda- para evitar el descalabro financiero que acecha su gobierno. Tampoco en cuestiones de probidad los actuales ocupantes de la Casa Rosada sirven como ejemplo: tanto el propio Milei como su hermana Karina -a quien se considera como su mano derecha- han sido involucrados en casos de corrupción que aún no se aclaran y con investigaciones en curso.

El presidente electo anunció austeridad, incluso mencionó la palabra “shock”, aludiendo a un impacto que no puede sino ser duro y traumático. Kast se ha cuidado de revelar el alcance que tendrá el plan, lanzando como premio de consuelo para entretención de los medios la posibilidad de residir en La Moneda como señal de ahorro. La carnada funcionó y ha logrado distraer por el momento el inquietante trasfondo que se dibuja tras sus declaraciones.

José Antonio Kast ganó la elección de manera contundente prometiendo seguridad y crecimiento, apelando a un descontento extendido. El camino al triunfo de su candidatura fue construido sobre un discurso que, en lugar de enfrentar a su contrincante, alimentaba el desapego o franco rechazo al actual gobierno, usando una estrategia exitosa y efectiva: el rival a derrotar era el gobierno de Gabriel Boric, no la candidatura de Jeannette Jara. La pesca rindió frutos. En breve será el tiempo de cumplir lo prometido -entre otras cosas, una expulsión masiva de migrantes indocumentados que nadie sabe cómo se llevará a cabo- a un electorado impaciente y veleidoso. Frente a ese escenario, disponer la realidad argentina como modelo parece un despropósito, no solo por los argumentos económicos antes expuestos, sino también por los niveles de conflictividad y violencia del debate político de los vecinos transandinos: basta mirar las transmisiones de las tertulias de libertarios en streaming para caer en un cauce espeso de insultos y beligerancia permanente, auspiciados por un oficialismo que se maneja en los medios como hinchada de lucha libre. Ignoro los beneficios que podría tener imitar ese clima para un país como el nuestro, desconozco la utilidad de ofrecer como modelo a una sociedad exhausta de sus líderes políticos que se ha resignado a apoyar un desguace del Estado a gran escala, recortes que, más que afectar a “la casta”, se han cebado con la clase media; no veo la razón para admirar un gobierno con ciclos de crispación permanente, liderado por un hombre que cada tanto se descompensa entre gritos insultantes y estridencias de alto calibre. No entiendo la forma en que el presidente recién elegido espera que ese paralelismo discursivo forzado con la situación argentina ayude a manejar las posibles frustraciones futuras de una ciudadanía local impaciente, que desde hace seis años transita entre el hastío, la furia, la esperanza y la desilusión.

Más sobre:Javier MileiJosé Antonio KastArgentinaShockLT DomingoÓscar ContardoOpinión

Plan digital + LT Beneficios por 3 meses

Navidad con buen periodismo, descuentos y experiencias🎄$3.990/mes SUSCRÍBETE