Columna de Sylvia Eyzaguirre: La urgencia invisible de retornar a la escuela

Más de 1.000 colegios han vuelto a clases presenciales en el país. Foto: Juan Farías


La suspensión prolongada de las clases presenciales conlleva efectos negativos para la población infantil, efectos que pueden tener consecuencias graves para el resto de su vida adulta, pero que pasan desapercibidos ante la amenaza del Covid-19. La evidencia científica, por otra parte, nos muestra que los niños tienen menor probabilidad de contagiarse de coronavirus, menor probabilidad de contagiar (especialmente los menores de 10 años) y considerablemente menor probabilidad de morir. Es por ello que entidades como la ONU, Unicef y OCDE, junto con la comunidad científica han alertado de los riesgos que conlleva cerrar los establecimientos escolares y han llamado a abrirlos en la medida que las condiciones sanitarias lo permitan.

El confinamiento de los niños en sus hogares puede afectar su salud física y mental. Unicef estima que 6,7 millones de niños en el mundo están en riesgo de desnutrición y, por otra parte, la obesidad infantil ha aumentado producto del incremento de consumo de comida chatarra y la restricción de movimiento. El aumento exponencial de la demanda por psicólogos y psiquiatras producto del confinamiento ha llevado a la Asociación de Psiquiatría y Psicología Clínica por la Salud Mental de la Infancia y Adolescencia de España a advertir una eventual crisis de salud mental en esta población. A ello se suma el deterioro en el desarrollo de habilidades sociales y cognitivas, que afecta de forma dramática a los niños más pequeños (de ahí que en varios países los jardines infantiles no hayan cerrado).

Finalmente, la educación a distancia descansa sobre las condiciones materiales y familiares del niño, como acceso a internet y computador, tablet o smartphone, espacios adecuados para el estudio, capital cultural de los padres para el apoyo en el estudio y habilidades tecnológicas y de comprensión de lectura; factores que se encuentran distribuidos de forma inequitativa en nuestro país y que justamente la escuela busca nivelar. Según las estimaciones del Ministerio de Educación en base a herramientas proporcionadas por el Banco Mundial, los estudiantes en Chile podrían perder, en promedio, 88% de los aprendizajes de un año. Según un estudio del CEP los niños más afectados serían los que viven en zonas rurales y de familias de bajos ingresos. Se podría pensar que esta pérdida de aprendizajes es remontable, pero los datos sugieren que las brechas en los aprendizajes pueden ser de tal magnitud que no sea posible revertirlas, sobre todo en el caso de los niños y jóvenes que han desertado del sistema escolar.

No hay tiempo que perder. En las pocas semanas que todavía quedan de clases, la gran mayoría de las escuelas y jardines infantiles debería hacer un esfuerzo por volver a clases ahí donde las condiciones sanitarias lo permitan, especialmente aquellos que atienden a la población más vulnerable. Esto no es solo importante para que los niños vean y jueguen con sus compañeros y puedan recibir contención emocional por parte de sus docentes, sino también para estimular el desarrollo de habilidades cognitivas críticas, especialmente en los niños que están aprendiendo a leer, y porque permitirá a la comunidad de cada establecimiento implementar y ajustar los protocolos sanitarios y estar mejor preparados para el próximo año, que probablemente será similar a este. No son pocos los establecimientos que han empezado a abrir, sin embargo, es desolador constatar que el sector particular pagado ha sido el más activo en retornar a las clases presenciales, mientras que el sector público ha sido extremadamente lento. También llama la atención que se haya decidido privilegiar a los estudiantes de enseñanza media en desmedro de los niños más pequeños, cuando la evidencia indica que el impacto negativo es mayor en los niños más pequeños. En la gran tarea de proveer educación a nuestros niños la educación pública debiera ser la primera en retornar a las clases presenciales.

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