Mercado laboral: poniendo el énfasis en el periodo equivocado
Hay quienes argumentan que en los países subdesarrollados (como Chile) es erróneo suponer que los trabajadores por cuenta propia son asimilables a los trabajadores asalariados, y que en realidad son más parecidos a los desempleados. Proponen entonces dos maneras de medir el desempleo, en un caso adicionando los trabajadores por cuenta propia a los desempleados y en el otro quitándolos de los empleados. La más popular de ambas es la segunda, estimándose así la llamada tasa “UN”. Sin embargo, la tasa “UN” no cuenta en Chile una historia diferente a la de la tasa de desocupación estimada “normalmente” (empeora un poquito más).
Pero al mirar dicha historia, los últimos 15 años, se descubre que la discusión actual respecto del mercado laboral está poniendo énfasis en el periodo equivocado. ¿Estamos ante una emergencia laboral comparando la situación actual con la situación prepandemia? Los expertos han expresado opiniones discrepantes. Pero la verdadera emergencia resulta de comparar la situación actual con la de hace doce años: hay un claro quiebre de tendencia en 2013, en que el mercado de trabajo deja de mejorar y empieza a empeorar. El deterioro actual no es más que una continuación de esa tendencia.
Respecto del quiebre en 2013 (en que las tasas de desempleo alcanzan un mínimo) tenemos un deterioro importante en ambas formas de estimar el desempleo. En 2013, la tasa “UN” era de 7%, y la tasa de desempleo normal de 5,8%. De esos niveles se pasa hoy a 10,8% y 8,9%, respectivamente. Es un deterioro de 4 puntos en un caso y de 3 en el otro. Un deterioro de algo más de 50% en ambos índices. ¡50%! Es un enorme deterioro, del cual dos tercios corresponden al periodo prepandemia y un tercio al lapso posterior. Entonces lo central no es que se han hecho las cosas mal postpandemia, sino que se vienen haciendo mal hace doce años.
La literatura a que hacemos referencia responsabiliza el deterioro del mercado laboral a la creación de mayores fricciones. De ellas, para el caso chileno destacamos: un salario mínimo muy alto (comparado a la mediana de salarios) que disminuye la tasa de contratación en empresas formales; alta protección al empleo (como alto IAS), que disminuye las separaciones en los sectores formales; el poco valor informativo de las credenciales (educativas o de otro tipo), que en Chile se ve representada por el bajo valor de la graduación de media, por ejemplo. La negociación ramal adicionaría otra fricción. Seguiríamos yendo en el sentido equivocado, cuando el desafío es recuperar lo perdido desde 2013, revirtiendo una década de mala política pública que ha dañado la capacidad del mercado laboral chileno para generar empleos de calidad.
Por Claudio Sapelli y Patricio Órdenes, Faro UDD
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