Negacionismos tributarios

SIIWEB antielusión
Oficina del Servicio de Impuestos Internos en Santiago.


La reforma anunciada por el gobierno da inicio a un debate tributario. Ruego encarecidamente, que sea un debate responsable. Que no se pierda de lo que interesa a las mayorías. Lo digo, porque vivimos tiempos en que la política tiende al negacionismo del pasado. Unos respecto a lo hecho por la dictadura. Otros, respecto a su obra como gobernantes.

Oposición y gobierno de entonces, fueron ambos responsables en alguna medida, de la reforma tributaria de 2014. Asumamos ese pasado, no lo neguemos celebrando como conquista gloriosa lo mal hecho. No neguemos los datos y las constataciones de las mayorías.

Por eso, quiero recordar algunos efectos de la reforma de 2014. No todo lo ocurrido en la economía fue consecuencia de esa reforma, pero solo un ignorante o un mentiroso pueden sostener que nada tiene que ver. Describiré algunos de sus rasgos más preocupantes, para que ojalá no vuelvan a repetirse.

La inversión comenzó a disminuir apenas anunciada a mediados de 2013 y nunca más repuntó. Se afirmó que no afectaría al crecimiento y que en 2017 estaríamos creciendo al 4% y todos ya sabemos lo que ocurrió. Para peor, a igualdad de ingreso, quienes los obtenían del emprendimiento pagan más que los trabajadores dependientes; y los inversionistas extranjeros, menos que los nacionales. Apenas un año después debieron apurar "correcciones" para salvar los estropicios y chapucerías más evidentes de esa reforma. La complejidad ininteligible de sus disposiciones nutrió las arcas de auditores y tributaristas, y se transformó en pesadilla para las pymes incapaces de pagar asesorías.

Nunca llegó a recaudar lo que estimaron sus creadores, pero como no ajustaron el gasto público a la realidad, el déficit fiscal se tradujo en un deterioro económico que hizo bajar la clasificación de riesgo de Chile con todas las consecuencias que ello arrastra. Se dijo que la pagaría solo "el 1% más rico" y apenas hecha ley, la población se percató de que le habían mentido, que ella la pagaba, cuando el IPC reflejó su impacto en precios de bebidas, diésel y por cierto, en la UF y el costo de sus deudas hipotecarias. Desde ese octubre -mucho antes de Penta, Caval o SQM- el rechazo a la reforma tributaria se hizo mayoritario y nunca cambió.

La ciudadanía, a diferencia de algunos legisladores, tomó conciencia de algo sabido: toda reforma tributaria, directa o indirectamente, como contribuyentes o como víctimas de sus efectos, la pagan todos, salvo las burocracias.

Aspiro a que ella satisfaga al menos tres necesidades. No reduzca la recaudación, las arcas fiscales están más escuálidas. Busque revertir los impactos negativos en inversión y empleo que provocó la anterior y que ayudaron a estancar los índices de desigualdad que antes venían mejorando, como indica la decepcionante encuesta Casen recién entregada. Simplifique el galimatías que enreda a contribuyentes y SII.

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