Paridad de género: un desafío posible

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Cómo lograr que el órgano constituyente sea paritario y al mismo tiempo no pase a llevar otros principios democráticos? Este es el desafío que tiene hoy el Congreso.

La alternativa que presentó la Cámara de Diputados consiste en corregir el resultado de la elección en el caso que este no sea paritario. El problema que tiene es que se pasa a llevar un principio democrático fundamental: el peso del voto. Es decir, se pasa a llevar la voluntad popular solo porque la persona elegida no tiene el sexo que le correspondería para cumplir el criterio de paridad. La coalición de gobierno presentó otra alternativa: listas cerradas intercalando mujeres y hombres. Este mecanismo tiene la virtud de ser más paritario (no la asegura), pero además permite a los partidos políticos poner candidatos poco conocidos pero técnicamente buenos. La desventaja, sin embargo, está en que serían los partidos quienes determinarían quienes saldrían electos, pues los electores solo pueden votar por listas pero no por personas. Ello no necesariamente es un problema, pero dado el nivel de desconfianza en esta institución no parece recomendable. Ambas alternativas fueron rechazadas en el Senado.

Una alternativa distinta es la doble papeleta. Es decir, listas de hombres y mujeres por separado y dos votos. Este sistema asegura paridad, pero afecta la proporcionalidad. Ello no sería problema si se aumentara al doble los escaños, pero ¿se imaginan una asamblea de 310 personas poniéndose de acuerdo? Mi alternativa favorita es la lista nacional, es decir, un único distrito nacional. Tiene la ventaja de ser el mecanismo más proporcional posible de manera que asegura que las minorías estén representadas en el órgano constituyente. Esto permite hacer implementar la doble papeleta sin afectar significativamente la representatividad. Por ejemplo, en el caso de elegir 156 representantes (78 para cada sexo), en el escenario más estricto con el 1,3% de los votos una lista elige un representante. El problema es que se pierde representación territorial. Para la construcción de una Constitución no me parece tan relevante, pero no lo hace políticamente viable.

Otra alternativa es la de Rodrigo Rebolledo: cambiar los distritos electorales por macrozonas. Esta tiene la ventaja de asegurar representación territorial y paridad de género, y ser mucho más proporcional que los actuales distritos. Por ejemplo, si se establecen cuatro macrozonas: una en el norte, Región Metropolitana y dos en el sur, tendríamos distritos electorales con 32 escaños, en el caso de menor población, y hasta 48 escaños en el de mayor población. Esto significa que el distrito con menos escaños elegiría 16 mujeres y 16 hombres. En el escenario más estricto posible, una lista asegura un representante con el 6% de los votos. En un escenario más realista, basta el 5% de los votos. En el distrito con más escaños, con el 3% de los votos se asegura un escaño.

Esta última alternativa logra un buen equilibrio entre representación ideológica y representación territorial. Beneficia a los independientes, asegura la paridad de género y respeta el principio democrático de la igualdad del voto. Obviamente puede ser perfeccionada, pero es claramente superior a las alternativas hasta hoy consideradas.

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