Política, ideología y sentido común

07 DE OCTUBRE DEL 2020 ACTIVIDADES CÁMARA DE DIPUTADOS. FOTO: DEDVI MISSENE

Por Álvaro Pezoa Bissières. Ingeniero Comercial y Doctor en Filosofía

En la actualidad es frecuente que la política se aparte del sentido común. Fenómeno que se produce principalmente por la influencia de propuestas ideológicas ajenas a todo realismo, incluso francamente descabelladas. Se trata de un síntoma de descomposición intelectual que, llevado a la práctica, termina por afectar gravemente a quienes quedan sometidos a su aplicación. Gustave Thibon sostenía que el sentido común es la facultad de adecuar el pensamiento no consigo mismo, sino con las cosas y los hechos: es el reflejo de la realidad en el pensamiento y no su ocultación por éste. Y agregaba, con razón, que una parte significativa de los problemas que sufre la civilización occidental se debe a la hipertrofia de la inteligencia abstracta en detrimento del sentido común. Para escapar de este mal, por supuesto no cabe la construcción de una nueva ideología, tan vana como las demás, sino el regreso a esa sabiduría elemental que sabe distinguir “la paja de las palabras del grano de las cosas”. Lamentablemente, en esta materia se vive hoy una época de dramático parecido al que vaticinó Chesterton en su libro Herejes, donde mantuvo que llegaría el tiempo en que “habrá que encender fuegos para testificar que dos más dos son cuatro. Habrá que desenvainar espadas para sostener que en el verano las hojas son verdes”. Téngase como ejemplo, la dificultad que comporta en el presente lidiar con la dictadura universal de la denominada “corrección política”, las más de las veces de evidente raigambre ideológica.

Recurrir al sentido común es una de las mayores expresiones de humildad en política. Es todo lo contrario a creerse dueño exclusivo de la verdad práctica. Es una invitación a los demás a compartir el patrimonio común que se posee. El sentido común es el legado de los antepasados para ser libres, para no ser esclavos de aquellos que quieren cambiarlo todo de raíz. Como sostuvo Orwell en su novela 1984, para el totalitarismo “la herejía de las herejías era el sentido común”. Vaclav Havel, humanista y político checo que experimentó en carne propia el peso de la ideología totalitaria comunista, apuntó certeramente que “vivimos una época en que la realidad está en conflicto con la trivialidad, en que los hechos están en conflicto con una interpretación a priori de los mismos, en que el sentido común está en lucha con una racionalidad distorsionada. Es un tiempo de conflicto entre teorías que aparecen rápido y se esfuman con la práctica, contra las teorías que aprenden con la práctica”. Afortunadamente, tras la huella de Octavio Paz, se puede tener siempre la esperanza de que “las ideologías ocultan la realidad, pero no la hacen desaparecer; un día u otro la realidad desgarra los velos y reaparece”. Sin desmedro alguno de lo expuesto, ha de ser recordado que el sentido común es un recurso de ultima ratio que debe ser acompañado siempre de una sólida formación doctrinal que permita conocer los fundamentos esenciales de aquello que se está debatiendo.

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