Poner la lectura en la agenda política: una urgencia nacional
Chile ha demostrado en las últimas décadas que es capaz de alcanzar logros significativos en materia educativa. El país ha conseguido posicionarse entre los primeros lugares de América Latina en niveles de competencia lectora en tercero y sexto básico, y en distintos momentos ha dado señales de que el progreso sostenido es posible cuando hay políticas claras, inversión y compromiso. Estos hitos muestran que no partimos de cero: Chile tiene la capacidad para mejorar y convertirse en referente regional en alfabetización temprana.
Sin embargo, pocas veces hemos enfrentado con la profundidad que amerita un hecho que debería estremecernos y que, pese a los avances, constituye ya una tendencia histórica: más de la mitad de los niños y niñas de cuarto básico no comprende adecuadamente lo que leen, según el Simce 2024. Los datos levantados por la red Por un Chile que Lee en la Región Metropolitana nos muestran que ya en 2do básico el 60% no ha desarrollado las habilidades lectoras esperadas en primero básico. No es una cifra fría, sino la radiografía de una brecha que condiciona la vida de miles de estudiantes. Sin lectura, no hay acceso real al conocimiento, a la ciudadanía plena.
Los primeros años escolares definen así una línea divisoria entre quienes podrán desplegar su potencial y quienes quedarán atrapados en rezagos difíciles de revertir si no se actúa a tiempo.
El Compromiso Nacional por el Aprendizaje Lector, impulsado por la red Por un Chile que Lee y la Unesco, nos recuerda que esta es una tarea de país y que requiere voluntad política sostenida. La meta es clara: que todos los niños y niñas lean comprensivamente antes de terminar segundo básico al 2030. No es una quimera, es una urgencia alcanzable si se asume como prioridad nacional.
Ello implica que el Ejecutivo, el Congreso, los municipios, las escuelas, las universidades y la sociedad civil se comprometan en conjunto, asegurando un presupuesto estable, metas intermedias claras, el desarrollo docente apropiado, estrategias de apoyo efectivas y mecanismos de rendición de cuentas. La alfabetización temprana debe situarse al nivel de los grandes consensos nacionales —como la seguridad o el crecimiento económico— porque constituye la base de todo lo demás.
El camino está trazado: enseñanza efectiva basada en evidencia, acompañamiento docente, apoyo familiar, detección temprana de rezagos y acceso a libros y bibliotecas vivas. Lo que falta no es diagnóstico, sino persistencia. Requiere continuidad y acuerdos que trasciendan los ciclos de gobierno para garantizar que cada estudiante aprenda a leer comprensivamente.
La promoción de la lectura debe instalarse en el corazón de la agenda política. No es un lujo ni un tema técnico: es una prioridad nacional y un deber ético. Asegurar que todos los niños lean bien es abrir la puerta al aprendizaje, la participación y la igualdad de oportunidades y es fundamental para la democracia.
Sin alfabetización temprana, se perpetúan las brechas y se frena el desarrollo del país. El llamado que hacemos es claro: priorizar la lectura para que ningún niño o niña se quede atrás, y que comprender lo que se lee sea un derecho garantizado para todos.
Por Esther Kuisch Laroche, directora de la Oficina Regional de la Unesco para América Latina y el Caribe, y Carolina Andueza, presidenta de la red Por un Chile que lee
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