
Prat constituyente

Pocos días después del plebiscito los chilenos recordamos a los héroes de Iquique, especialmente a su capitán, el máximo modelo de virtudes cívicas y militares, inspirador de nuestra Armada, institución que ha hecho de esos valores su modelo de formación y de vida, razón por la cual somos muchos los que, sin tener vocación por las armas, nos sentimos identificados tanto con su profesionalismo como con su integridad.
Esta semana hemos escuchado declaraciones de constituyentes que ven deplorable a nuestro país, una colección de injusticias que requiere ser cambiada desde sus cimientos, cuyo lenguaje e incluso, en algunos casos, su apariencia es expresión de desafío. ¿Qué habría pensado o hecho Prat en esta coyuntura?, ¿cuál habría sido su actitud en esa Convención encargada de redactar un nuevo pacto social?
Lo primero, estoy seguro, que no habría querido que nadie se apropie de su figura y de su sacrificio, es de todos, incluso del constituyente aquel que dice “que Chile sea p’a todos una gran mierda o no sea p’a nadie”. El país que tenemos se lo debemos en gran medida a Prat, él murió por todos nosotros, por los que nos antecedieron y los que vendrán. Pero también pienso que habría estado en contra de que nos enfrentemos, nos descalifiquemos, nos veamos como enemigos.
Sin embargo, no voy a caer en la actitud naif, que también he visto profusamente en estos días, de aferrarme con voluntarismo a la idea de que primará el diálogo y la sensatez, a usar ese lenguaje que habla de la nueva “centroizquierda”, en circunstancias que la Convención electa está dominada por visiones radicales, de cuyas propias palabras se desprende un ánimo radical y revanchista. No, parece muy difícil e improbable que prime el diálogo y la sensatez, pero uno sí puede tener la esperanza que no prime la cobardía, que aquellos que, desde distintas ideologías y posiciones políticas, sí creen en la democracia, en la necesidad de construir un país en el que cabemos todos, en que la Constitución no puede ser la expresión de una mayoría puntual si quiere perdurar, serán capaces de enfrentar la descalificación y la dinámica de la “pureza” o de la “lealtad al pueblo”, discurso característico de la intolerancia.
Por eso, no veo a Prat tomando partido ni por los que piensan como yo, ni por los que piensan radicalmente distinto a mí, pero sí lo veo tomando partido contra el sometimiento a las amenazas, a la fuerza, a la división de los chilenos entre bueno y malos. Creo que al constituyente citado más arriba, le diría que comparte con él su deseo de que Chile sea para todos, pero no a condición que sea “una gran mierda”.
En fin, tal vez todas estas reflexiones también son expresión de ingenuidad y a muy pocos les importe nuestra historia y sus valores, pero quiero creer que no, quiero creer que el sacrificio de Prat sigue importando, que el valor de su testimonio perdura hasta hoy.
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