Protagonistas del cambio



Por Alejandra Sepúlveda, directora ejecutiva de ComunidadMujer

Son tiempos inciertos, en los que la pandemia amenaza los niveles de participación en las urnas el 10 y 11 de abril, una cita histórica que marcará un antes y un después en el destino de nuestro país y en el futuro de las mujeres.

Y es que estamos ad portas de elegir a los/as 155 que redactarán la norma más importante de todas, la nueva Constitución. Con ella sentaremos las bases de un nuevo pacto social, que debe ser legítimo, incluyente y sostenible. Por eso, para que nuestra Carta Fundamental sea completa y duradera, incorporar la igualdad de género es una condición indispensable.

En un contexto mundial donde las mujeres han sido las protagonistas de movilizaciones multitudinarias para expandir sus derechos, no queremos que la Carta Magna sea como aquellas descritas por la historiadora inglesa Linda Colley, citada en el New Yorker: un trato alcanzado entre un Estado y sus hombres que, al convertirse en letra impresa, “casi siempre han empeorado las cosas para las mujeres (…) haciendo sus desventajas más difíciles de cambiar”. Por el contrario, buscamos que garantice los derechos humanos de las mujeres y, al reconocer que la desigualdad de género es estructural, redistribuya y reorganice el poder para que nuestras demandas sean atendidas y solucionadas.

Por eso ha sido clave que durante todo este proceso sea un foco permanente el resignificar el concepto de “democracia representativa” y de la paridad, como reflejo de nuestra sociedad. Y ahora, tras el proceso electoral, el desafío será acordar un conjunto de principios, derechos y deberes que posibiliten una Constitución para la igualdad de género, en un pacto entre las actuales y futuras generaciones.

Entre los principios rectores, debe estar la igualdad sustantiva y no discriminación, para asegurar la dignidad, derechos y oportunidades de todas las personas, independiente de cualquier condición de la diversidad y mandatar al Estado en la promoción de medidas afirmativas que adecúen el entorno para su materialización en los hechos y en los resultados.

Otro avance, que nos ubicaría como país pionero en la materia, sería establecer como principio el de la corresponsabilidad social de los cuidados. Ello posibilitaría la transformación de las estructuras que lo habilitan, promover su justa distribución y organización, equipar responsabilidades que hoy recaen casi de manera exclusiva en las mujeres, y reconocer el trabajo de cuidados no remunerado como actividad productiva. A su vez, garantizar la participación paritaria en la vida política y pública, contemplando la introducción de normas de equilibrio de género en los órganos del Estado e instituciones autónomas contribuiría a que los cambios y derechos específicos reconocidos impacten realmente la vida de las mujeres.

Son cuatro elecciones importantes que ocurrirán en simultáneo. Elegir de manera informada y apoyar candidaturas que abracen genuinamente la causa de la igualdad de género, será una muestra de la voluntad de cambio.

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