Sorpresa no es argumento

SEÑOR DIRECTOR
En mi columna “El tussi de los convencionales” afirmé que, con la decadencia final del materialismo dialéctico e histórico, muchos intelectuales de izquierda se refugiaron en distintas formas de irracionalismo que podemos designar como “posmodernas”. Recomendé dos libros que analizan dichas formas: “Imposturas intelectuales” de Bricmont y Sokal y “Locos, impostores y agitadores” de Roger Scruton. Y luego afirmé que mucho del lenguaje y propuestas de la Convención Constitucional encuentran su origen en dicho irracionalismo, ofreciendo ejemplos.
Andrea Slachevsky y Raúl Rojas me acusan de falta de rigor intelectual por mis afirmaciones, pero su carta no identifica el punto en que mi razonamiento falta a la lógica o interpreta mal los hechos de la realidad. Comienzan su texto explicando superficialmente el “affaire Sokal”, al parecer ignorando el lado político de dicho escándalo. En el párrafo siguiente se declaran sorprendidos por los conceptos vinculados en mi columna, pretendiendo, al parecer, que esa sorpresa valga como argumento. Y luego cierran con retórica ingeniosa y firman con sus credenciales académicas y profesionales (supongo que para arrogarse autoridad, a falta de argumentos).
Me temo que Slachevsky y Rojas cometen un error recurrente en la academia chilena: confundir el desacuerdo político con falta de rigor intelectual. Les recomendaría, entonces, leer de nuevo mi columna, identificar con claridad los errores que creen que cometo y comenzar de nuevo esta discusión.
Pablo Ortúzar Madrid
Investigador IES
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