“Tenemos cualquier poder”

08 de Agosto del 2019/COLLIPULLI Fachada y logos en el edificio de la fiscalía en la localidad de Collipulli, Region de la Araucania FOTO:SEBASTIAN BROGCA/AGENCIAUNO

“¿Sabís con quién te estás metiendo? Nosotros tenemos cualquier poder”. Según informó este medio, las palabras pertenecen a los secuestradores de Collipulli. Las habrían pronunciado mientras torturaban a “El Jani”, el mecánico de 28 años que escapó de la choza donde fue salvajemente torturado por robar armas y drogas en el lof Choin Lafkenche. Peor suerte corrió “El Cacharra”, otro mecánico, de 46 años: después de sufrir horrorosos apremios, fue asesinado a palos y luego descuartizado. Sus restos habrían sido incinerados, para no dejar evidencia.

La declaración de los secuestradores es reveladora. Porque, luego de lustros de acción impune en una zona donde impera la ley de la selva, puede hasta resultar lógico que haya quienes se sientan con el poder suficiente para actuar de la manera en que lo hicieron contra quienes cometieron la imprudencia de desafiar su poder, ganado por la vía de los hechos.

Las cifras oficiales muestran que han crecido los crímenes por ajustes de cuentas, que son aquellos que llevan a cabo grupos delictuales organizados: en 2019 hubo 509 y en 2020, 653. Según Carabineros, son delitos protagonizados por narcotraficantes, sumamente violentos, y ocasionados por disputas territoriales.

No debe sorprender. Enfrentamos un aumento de la acción del crimen organizado cuando el Estado y los agentes encargados de mantener el orden atraviesan por una crisis de autoridad que pone severos obstáculos a su acción en terreno. No son gratuitos años de garantismo judicial, escándalos de corrupción policial, denigración a Carabineros, relativización de las leyes ni permisividad ante la violencia. Las bandas organizadas saben que se ha creado un vacío de poder y quieren llenarlo. Esto puede conducir a una paradoja: que el principal límite para las mafias no sea el estado de derecho, sino la ambición que dicho vacío genera en bandas rivales que también aspiran a aprovechar la pasividad cómplice de una autoridad menoscabada y acomplejada. El resultado es que, mientras la población vive con miedo, el crimen organizado dirime sus diferencias a balazos. Eso es lo que estamos comenzando a presenciar en Chile, con un Estado sonámbulo.

Como siempre ocurre, los que mejor se protegen de este flagelo son aquellos con recursos e influencia para movilizar al Estado. En cambio, aquellos sectores urbanos y rurales donde la policía ya no se atreve a entrar son típicamente habitados por gente humilde condenada a subsistir bajo amenaza y a entrar en pactos asimétricos con los delincuentes para subsistir. Los defensores del pueblo que piden reventar a Carabineros les están haciendo un flaco favor a quienes dicen representar. Por el contrario, les están entregando “cualquier poder” a criminales que cada vez operan con mayor violencia e impunidad.

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