¿Una democracia reparatoria?



SEÑOR DIRECTOR:

En su discurso ante la ONU, el Presidente Boric nuevamente reconoció las violaciones a los derechos humanos cometidos durante el estallido social y enfatizó en el deber de generar reparación a los heridos y a las más de 400 víctimas de daño ocular. Este compromiso con los derechos humanos es de suma importancia para el continuo proceso de profundización democrática de Chile; es un deber moral, pero también es una oportunidad social para pensarnos como país.

Se indica que las víctimas y sus familiares son los protagonistas y así debe ser, lo que se refleja en la actual mesa que establece instancias de escucha y diálogo entre estas y las autoridades, con el propósito de crear mecanismos de reconocimiento y avanzar hacia una ley de reparación integral.

Sin embargo, sería un error reducir los procesos reparatorios a un asunto de víctimas y su relación con el Estado. Son procesos sociales amplios, con un potencial de transformación social que nos convocan a todos y todas.

La investigación ha mostrado que la reparación implica procesos complejos de traducción y conmensuración del daño en compensaciones económicas y simbólicas. ¿Cómo podemos, por ejemplo, conmensurar la pérdida de un ojo por parte de agentes del Estado a través de una pensión? Sin duda, la reparación siempre será arbitraria, pero no por eso menos importante. Es una tecnología de imaginación social que permite figurar futuros. En este sentido, la reparación no solo opera para establecer verdad y reconocimiento sobre el daño generado en pasados lejanos y más recientes; tienen el potencial de generar nuevos lenguajes y sentidos de pertenencia que abren vías para una mejor coexistencia democrática. Nos debemos esta oportunidad.

Helene Risor

Académica Antropología UC

Directora del Instituto Milenio para la Investigación en Violencia y Democracia

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