Opinión

Violencia sistémica

IVAN ALVARADO

SEÑOR DIRECTOR

Hace algunos años, la pregunta por las razones tras las altas cifras de “ninis” en América Latina, esto es, de jóvenes que no estudian ni trabajan, motivaron una línea de investigación que ya acumula varias publicaciones en Espacio Público.

Si en un principio se buscó entender por qué los jóvenes optaban por mantenerse al margen de estas actividades, al poco andar los datos fueron revelando una realidad muy distinta. Había algo, en la manera cómo nuestras sociedades se organizaban, que hacía que los jóvenes no encontraran en sus estructuras formales, espacios para la concretización de sus aspiraciones.

Los estudios que de ahí derivaron, sugirieron que la violencia jugaba un rol clave al permear la vida cotidiana de los jóvenes en los distintos espacios en los que se desenvuelven: la familia, el espacio público, el mundo laboral, el educativo e incluso su espacio personal. Ya sea como violencia física, como violencia estructural –o discriminación en el acceso a oportunidades-, o como violencia simbólica –o estigmatización-, la violencia impide que los jóvenes se beneficien de los frutos que ha traído el desarrollo a la región. La violencia los mantiene espacialmente aislados en la ciudad, marginados del acceso a buenos trabajos o amenazados por conductas de riesgo como el consumo de sustancias, entre muchas otras situaciones. Con ello limita sus posibilidades para la inclusión amenazando con ello la cohesión social.

Así, el malestar social que diera origen a las revueltas o manifestaciones violentas que difunden los medios, pudiera a la vez estar originado en esa misma violencia.

Eleonora Nun B.

Investigadora de Espacio Público

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