
¿Y si el monumento a Baquedano se queda en el museo?

Hace más de cuatro años, en la madrugada del 12 de marzo de 2021, el monumento del General Baquedano fue separado de su plinto en Plaza Baquedano y llevado a los galpones del Ministerio de las Culturas en Cerrillos. La escultura fue retirada por decisión del Consejo de Monumentos Nacionales, pues presentaba riesgos estructurales importantes que hacían urgente su recuperación y restauración.
Luis Montes Becker y Luis Montes Rojas, padre e hijo, verdaderas autoridades en la materia, se dedicaron seis meses a su restauración. El resultado es impactante. La ambiciosa intervención implicó una primera etapa de registro, diagnóstico, decapado y limpieza; luego continuó con las soldaduras de refuerzo de las patas del caballo, cola y piernas del jinete; más tarde se sumaron los elementos faltantes de la escultura, tanto los que estaban a resguardo (el sable) como los perdidos o robados, que fueron modelados y fundidos en bronce (parte de las riendas y las espuelas); luego, con apoyo de un ingeniero estructural, se determinó el refuerzo necesario para entregar firmeza y protección ante posibles acciones destructivas.
En enero de 2022 se volvió a colocar la escultura ecuestre sobre su base y se iniciaron las labores de soldadura. Finalmente, se aplicó una pátina o coloración sobre el bronce, de color verde oscuro, a partir de dos criterios: la percepción del público y los vestigios de la pátina original que se encontraron en el decapado de las capas de pintura. Toda esta tremenda labor se ve reflejada de inmediato. Te enfrentas a la escultura del gran Virginio Arias y sientes que, aunque creías conocerla, es la misma y es otra al mismo tiempo.
Fue lo que me pasó esta semana cuando volví, después de muchos años, a visitar el Museo Histórico y Militar. Ubicado desde 1995 en el hermoso edificio Alcázar, donde antes estuvo la primera Escuela Militar y luego la Escuela de Suboficiales, el museo es de esos secretos de Santiago que deslumbran por la calidad de su colección museográfica, su arquitectura de fines del siglo 19 (se empezó a construir en 1887), sus añosos árboles, sus muestras transitorias y, desde agosto de 2022, por ser el lugar donde se puede ver el monumento a Baquedano.
Considerando que más temprano que tarde las presiones políticas harán que la escultura salga del museo y vuelva a algún plinto en alguna parte de Santiago, ya sea en el espacio pensado por el proyecto Nueva Alameda o en otro lugar de la ciudad, ir a verlo mientras esté en este espacio cultural es una oportunidad única. Por varias razones.
Primero, al no estar sobre un plinto, el monumento se ve de frente, una perspectiva que sólo tuvieron desde 1928 las pocas personas que subieron a un andamio para hacer algún trabajo de limpieza o mantención.
Segundo, el trabajo de restauración fue tan notable que por primera vez podemos ver el color original de la obra, sin esas decenas de capas de pintura que cubrían y escondían sus detalles.
Tercero, el Museo Histórico y Militar es un lugar silencioso, tranquilo, donde nunca hay mucha gente y en el cual existe la posibilidad de observar la escultura desde todos los ángulos posibles, sin prisas ni apuros.
Cuarto y último. Porque, tal vez, te pase lo que me pasó a mí: observar el monumento en ese espacio cultural, en el contexto de un magnífico edificio diseñado por el arquitecto francés Victor Henry de Villeneuve, en esa calma, sin riesgo de ser vandalizado, sin la posibilidad de generar sufrimiento a los vecinos del lugar público donde eventualmente podría instalarse, hace que uno se pregunte si no es mejor que el monumento a Baquedano se quede ahí, en el museo que hoy tan bien lo resguarda.
Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna.
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