Alimentemos a nuestros microbios




Cada vez más se hace evidente que abarcar al ser humano como un todo, un ser integral, holobionte, un universo en sí mismo y una interacciones de vidas. Ese es el camino más certero para gozar de salud.

Se ha demostrado que somos más bacterias que humanos: Tenemos 10 veces más bacterias que células humanas, y también vivimos en un mundo de bacterias que están en constante interacción con cada parte de nuestro ser.

Las bacterias son pequeñas fábricas productoras de moduladoras de sustancias tan indispensables como serotonina (Felicidad), dopamina (Motivación), Gaba (Calma), y cientos de otros metabolitos implicados en nuestro sistema endocrino, inmunológico y neurológico.

Nuestro cerebro depende y necesita de esta interacción bacteriana, lo que ha sido una gran revolución y campo de estudio para la neurociencia, naciendo el concepto de psicobióticos. Los psicobióticos se definían anteriormente como bacterias vivas (probióticos) que, cuando se ingieren, confieren beneficios para la salud mental a través de interacciones con bacterias intestinales comensales. Se amplió esta definición para abarcar los prebióticos -que mejoran el crecimiento de bacterias intestinales beneficiosas-, demostrando así una pieza olvidada para la salud mental y para el tratamiento de estados de ánimo y depresión.

Es en nuestro intestino, con las bacterias que habitan en él y con el tipo de alimentos que le entregamos, donde se construye nuestra salud día a día y que podemos modular esta interacción y respuestas metabólicas.

Por otra parte, este universo de bacterias se ve muy afectado por nuestro estilo de vida, actividad física, movimiento, la contaminación. Y es además, muy sensible al cortisol. Por ello no solo es lo que comemos, sino también de otras formas de nutrición que no son alimentos y de cómo gestionamos nuestras emociones y el estrés.

Para todo esto, no tenemos que ir tan lejos ni hacer de nuestra alimentación un tema complejo para alimentar a nuestras baterías de lo que más les gusta y nos produce beneficios:

- Agregar fibra, verduras de hojas verdes

- Almidones resistentes: papa, camote, betarraga, zanahoria y zapallo

- Cereales integrales: quinoa y arroz integral.

- Ácidos grasos, chía y linaza activada.

- Frutas ricas en polifenoles como frutillas, frambuesas, uvas, arándanos.

Reducido a palabras simples, una alimentación real, variada y poco procesada es la clave.

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