Bodenhöfer
Hace rato que no aparecía en las pantallas, pero pronto al actor Bastián Bodenhöfer (51) se le verá en la TV con la serie Bim bam bum, de TVN, y a fines de año en las salas de cine, en las películas La danza de la realidad, de Jodorowsky y El verano de los peces voladores, de Marcela Said. Quien fuera galán de las telenovelas ochenteras cuenta que durante la filmación con Jodorowsky ocurrieron "milagros" y que, pese a su formación cartesiana, cree en "los regalos del destino".

Paula 1123. Sábado 8 de junio 2013.
Ahí viene con su sombrero gris y un abrigo de cuero negro que se compró hace 20 años en Nueva York para andar en moto. Es un abrigo lindo, inmenso, mandado a hacer para estos días de diluvio. Un abrigo como el del señor misterioso, de Liniers. Ahí viene. Hace frío, mucho. Será su abrigo o su altura, pero tiene un aire a James Bond, el personaje que le habría encantado protagonizar en el cine. "Siempre me ha gustado James Bond, sobre todo el que hacía Roger Moore y el de Pierce Brosnan. Me gustaban porque eran elegantes, tenían humor y eran capaces de manejar un auto, una moto, un avión", dice con sonrisa maliciosa, tal vez tratando de despistar en una entrevista que se realizará en dos sesiones y en las que abundarán las respuestas monosilábicas.
Viene saliendo del teatro Mori, donde está dirigiendo a su hija Moira en la obra Antonio y Cleopatra en la playa la que, _según él, es una oda al amor. En el mismo teatro, también participa como actor en Entender mal, basada en la obra El malentendido, de Albert Camus, y en la que comparte escenario con Francisco Melo, Nicolás Pavez y Aranzazú Yankovic. Una obra luminosa, la primera, y una gris, la segunda. Las dos al mismo tiempo.
Bastián Bodenhöfer tiene 51 años. Y es actor, director y músico. Pronto volverá a la televisión con Bim bam bum, la nueva serie de TVN que recrea los años dorados del género revisteril en el Chile de los años 50. Ha estado en más de 20 teleseries (Ángel malo, Te conté, El laberinto de Alicia), siete películas (Sussy, Imagen latente, La danza de la realidad) y varias series más.
Escurridizo a la hora de hablar de sí mismo, lo cierto es que hoy, tras dos matrimonios con las actrices Consuelo Holzapfel (madre de Damián y Maira), y Aline Kuppenheim (madre de Ian), está, como muchos publicarían en facebook, "soltero". Aunque él corrige: "divorciado"."Soy medio cangrejo. No me gusta hablar de mí. Me da mucho pudor cuando leo una entrevista y el entrevistado habla de temas personales. Pienso: 'No quiero saber tnto de tí'".
¿Te llevas bien con la soltería?
Sí. Espléndidamente.
¿Llevas la vida de soltero como esa que sale en la tele?
No veo tele, pero si te refieres a una vida desatada, no.
¿Cómo llevas las relaciones con las mamás de tus hijos?
Con naturalidad.
¿No te gusta hablar de ti?
No sé, soy medio cangrejo. Me da mucho pudor cuando leo una entrevista y el entrevistado habla de temas muy personales. Pienso: "no quiero saber tanto de ti".
¿Tienes twitter?
No.
¿Y facebook?
Sí, pero hasta por ahí nomás. Me meto tarde mal y nunca, y me impacta cuando la gente sube fotos de sus hijos chicos, por ejemplo. Yo no lo haría jamás. Me da pudor.
¿No pondrías la foto de tu cumpleaños apagando las velas?
Por ningún motivo. Tengo pocos amigos en el facebook y cada cierto tiempo voy eliminando a algunos y de ahí viene el enojo del eliminado. No puedo entender esa cuestión. ¿Por qué la gente se ofende por eso? La otra vez pensaba qué absurdo es tener, no sé, 140 amigos en facebook cuando en realidad me relaciono con no más de 20. Y así es como empecé a eliminar. Y recibí una cantidad de reclamos impresionante.
Se deben sentir ofendidos.
Es solo una página de internet, no es importante.

SER CHILENO, SER FRANCÉS
¿Qué noticia te ha impactado últimamente?
La contramanifestación de los neonazis en Francia. Me llama la atención que los grupos neonazis se hagan cada vez más presentes. De un tiempo a esta parte están saliendo a la calle y, ahora, en París, de una manera violenta, sectaria, homofóbica, brutal. Es muy chocante.
Viviste en París cuando niño, ¿desconoces ahora esa ciudad?
Viví desde los 8 años en Francia. Acá en Chile yo estudiaba en La Girouette y en París llegué al Lycée Montaigne, que en esa época tenía más de 4 mil alumnos, una manzana de edificios antiguos. En la otra cuadra estaba la Facultad de Derecho donde había puros fachos, entonces todos los días había enfrentamientos. Imagínate que yo llegué a París en el 69, a un año de lo sucedido en mayo del 68, pero todo estaba todavía muy convulsionado.
¿Cómo fue el cambio?
Lo más chocante fue el cambio educacional, porque no bien llegué a Francia, mi madre me metió al colegio, y viví en carne propia los últimos tiempos de la educación victoriana.
¿Y qué implico vivir esa última fase victoriana?
Mi primer día de clases fue a mitad de año. Yo tenía apenas 8 años, no entendía el idioma ni nada de lo que pasaba. Recuerdo que en el recreo conocí a un niño hijo de portugués, que parece que estaba en la misma situación mía, y entonces sonó la campana y había que formarse de a dos para subir las escaleras, todo muy marcial. Estábamos muertos de susto con este niño y, en un acto reflejo, infantil y casi temeroso, nos tomamos la mano. Apenas llegamos a la sala el profesor nos dijo: "eso no se hace", y nos pegó a los dos con varillas en las manos, en las piernas…
¿Lloraste?
No me acuerdo. Recuerdo que llegué a la casa, le conté a mi mamá y ella fue inmediatamente a hablar con el director, y el tipo, sin entender nada, le dijo algo así como que "aquí los padres están totalmente de acuerdo con nuestro sistema". Entonces me cambió de colegio, y luego a otro y luego a otro.
Y en todos lo mismo…
Fue brutal. Después, cuando vino la reforma educacional, quedó la escoba. En todos los colegios de Francia la venganza de los alumnos hacia los profesores que castigaban fue feroz. La mayoría de los profesores se tuvieron que ir.
"Conozco parejas felices y las envidio. He visto parejas donde nadie friega a nadie, donde cada uno respeta el espacio del otro, donde no hay celos y en cambio hay admiración, confianza, respeto mutuo y erotismo. En el amor puro no hay afán de posesión".
Cuéntame…
Los pocos profesores estúpidos que se quedaron sufrieron la venganza de los alumnos, porque una de las reformas consistía en la prohibición absoluta del castigo físico a los alumnos. Vi cómo grupos de alumnos esperaban en la esquina al profesor y le sacaban la cresta. En las clases, ponte tú, recogíamos excremento de perro en la calle y embadurnábamos el escritorio del profesor y, cuando él llegaba, veía todo lleno de mierda y no podía hacer nada, esa era nuestra venganza.
¿Ves conductas como esas hoy en Chile?
Sí, desde luego. O sea, es cosa de ver la manera en que reaccionan las Fuerzas Especiales de Carabineros en contra de las manifestaciones y marchas estudiantiles. En las manifestaciones estudiantiles a las que he asistido he visto a pacos sacándoles la mugre a cabros chicos de 12 o 14 años. Eso refleja muy bien la conducta fascistoide de un país que restringe, que censura, que se acomoda de acuerdo a políticas económicas que son antinaturales…
¿Por qué regresaste a Chile?
Llegué en 1978, a los 17 años. Regresé porque tenía que decidir entre ser francés o chileno. Y decidí ser chileno.
¿Por qué tomaste esa decisión?
No sé. Es loco pensar por qué no me quedé allá, pero básicamente tiene que ver con que siempre tuve una formación política importante. Entonces, quería llegar a Chile a luchar por mi país. Pero llegué y me morí de susto. Era como el pájaro raro de pantalones rojos, botas de cowboy y pelo largo. Un animal extraño, folclórico y politizado. Pero a poco andar me puse a trabajar. Estaba en la Universidad Católica y militaba en el Mapu, e hicimos, con no más de cuatro compañeros, en el Campus Oriente, un trabajo político increíble de concientización, de trabajo en las poblaciones, o actos relámpago en el patio, en el casino.
Después, en 2000, regresaste a Francia porque fuiste agregado cultural allá en el gobierno de Ricardo Lagos. ¿Cómo estuvo eso?
Lo pasé pésimo.
Se pensaría que es un cargo soñado.
Para nada, lo sufrí mucho. Porque quise tomármelo en serio.
¿Qué significa tomárselo en serio?
Trabajar. De hecho, nunca había habido un agregado cultural en la embajada de Chile en Francia, entonces llegué a armar una oficina, un programa, pero no tuve nunca apoyo, ni de parte del embajador ni de parte de Chile.
¿Te decepcionaste? ¿Te aburriste?
Recibía recaditos de Chile que me decían "no trabajís tanto", así es que terminé renunciando a los 2 años.
¿Participarías de nuevo de un cargo así?
No creo.
"Creo en los regalos del destino. Uno es un imán: si uno está bien, atrae buena onda, y si uno está mal atrae mala onda, y si uno quiere algo con toda su fuerza, y tiene la imagen de lo que quiere hacer, yo creo que llega".
LOS MILAGROS
Hiciste más de 20 teleseries. ¿Desde cuándo que no estás en una?
Hace como cuatro años.
¿Las dejaste o te dejaron?
Me dejaron, yo creo.
¿Te gustaría que te llamaran para una teleserie?
Me da lo mismo.
¿Recuerdas cuando hacías de Roberto, en Ángel malo?
No mucho.
¿No te acuerdas de Ángel malo?
Me acuerdo básicamente de la última escena, que la repiten hasta el cansancio, y que nosotros grabamos de una sola vez, esa en la que Nice muere y yo lloro.
Lo último que se ha sabido de ti en el cine es a propósito de El verano de los peces voladores, de Marcela Said y de la película de Jodorowsky La danza de la realidad, que también se acaba de estrenar en Cannes. ¿Cómo fue trabajar con Jodorowsky?
Fantástico, él es un maestro. Lo conocía de antes, entonces fue muy bonito el reencuentro que tuvimos, y muy agradable. Lo mejor que te puede pasar es que el director tenga claro lo que quiere hacer y que cuando te dé las instrucciones las sientas como una epifanía. Y eso pasó. Él fue súper claro y nos dijo a todos: "esta es mi película, yo sé cómo la quiero hacer. No quiero ideas, quiero colaboradores". Punto. Estableció las reglas del juego y se enojaba mucho cuando alguien sugería, por ejemplo, hacer otra toma. Decía: "¿Por qué?, si quedó como a mí me gusta, quedó perfecta, ya cumplimos el plan, listo, se acabó por hoy". Y no faltaba el que le decía "Pero Alejandro, son las 5 de la tarde todavía podríamos aprovechar el tiempo". Y Jodorowsky empezaba "¿Para qué?, ¿con qué sentido?, ¡qué mejor para todos que terminar a las 5 de la tarde y que nos podamos ir tranquilos a compartir con nuestras familias!". Fue fantástico trabajar con él.
Cuéntame de la filmación…
Sucedieron miles de cosas mágicas ahí…
¿De verdad?
Sí, las viví.
Cuéntame una…
En la película biográfica de Jodorowsky hago de Carlos Ibáñez del Campo en su primer gobierno, a quien Jodorowsky –que en la cinta es interpretado por su hijo Brontis– decide asesinar. Carlos Ibáñez del Campo era un gran amante de los caballos, incluso los amaba más que a las personas y yo tenía que montar a caballo como los dioses. Entonces estuve dos meses entrenando en una escuela especial todo lo que es el trote español, el trote vienés, figuras y todo, y hay una escena donde el caballo está moribundo y, por guión, el caballo agonizaba, y yo tenía que entrar y decir: "Caballo, no te mueras", y el caballo que tenía que mirarme, y luego caer en mis brazos y morir. Bueno, ese era el guión, pero para realizar la escena era todo muy complicado porque tenía un caballo fantástico, inmenso, blanco, precioso, y para que muriera había que dormirlo con anestesia. Trajeron al mejor anestesista veterinario del club hípico para hacer la cuestión y él dijo: "No me quiero arriesgar. Lo voy a dormir 15 minutos, y va a estar lona, pero van a tener solo 15 minutos para hacer la escena". Bueno, la cosa es que duermen al caballo y cae de golpe; dicen "acción", hago mi entrada y digo mi texto, "No te mueras por favor", y el caballo se levanta, me mira, me arrodillo y cae en mis brazos. Increíble. Fue como recrear el guión y todos estábamos asombrados. Cosas así empezaron a pasar durante el rodaje, puros milagros…
¿Crees en eso, en la magia, en los milagros?
Sí. Y más que en milagros, creo en regalos del destino.
¿Y tienen alguna lógica, o llegan nomás?
Creo que uno físicamente es un imán: si uno está bien, atrae buena onda, y si uno está mal atrae mala onda, y si uno quiere algo con toda su fuerza, y uno tiene la imagen de lo que quiere hacer, yo creo que llega.
¿De verdad?
¿Tú, no?
No.
Creo que las cosas pasan cuando tienen que pasar, y si un grupo de personas desea lo mismo, eso termina por pasar.
¿Eres religioso?
No soy religioso y no creo en Dios.
¿Y cuando eras chico y arrancabas porque te daba miedo la oscuridad, no te ponías a rezar?
No sé rezar. Arrancaba no más.
¿Y cómo se vive sin creer en Dios?
Regiamente, fíjate. La religión católica, al menos, no me llama, está basada en la culpabilidad y eso lo encuentro terrible, destructivo.
¿No te has puesto a pensar que si no sintieras culpa harías puras cosas malas?
¿Pero por qué uno tiene que sentirse culpable de vivir? Estar vivo es un regalo, ¡no hay nada más maravilloso!

PAREJAS FELICES
La obra que estás dirigiendo, Antonio y Cleopatra en la playa, donde actúa tu hija Maira es una oda al amor. ¿Por qué te interesó hablar de una pareja feliz?
Hace un año que partimos de cero, con ganas de trabajar algo los tres, sin un solo peso. Buscamos material, nos preguntamos de qué queríamos hablar y llegamos al tema de pareja. Y decidimos tocar el tema de una pareja feliz, en la que nadie molesta a nadie. Mostrar una relación en la que no hay mácula ni celos.
¿Por qué quisiste mostrar eso?
¿Y por qué no, si es tan bonito ver una pareja feliz?
¿Te parecen agradables esas parejas que se miran y les salen corazones de los ojos?
¿A quién no? Pero no es el punto. El punto es que, a través de la investigación literaria, de obras de teatro, de mirar a parejas conocidas, nos dimos cuenta de que en todas las situaciones había celos o envidia o competencia o incomprensión. Es decir, la complicidad no está siempre presente.
Entonces, ¿por qué retratar una pareja feliz?
Ese era el desafío. Lo que hicimos, a costa de mucho ejercicio, fue ir limpiando una relación de todos esos lastres. Que el amor quedara en estado puro. Es emocionante.
¿Cómo te imaginas que es el amor en estado puro?
Es comprensivo, participativo, libre, sin afán de posesión. Hay complemento, no hay competencia.
¿Conoces parejas felices?
Sí, y las envidio. He visto parejas donde nadie friega a nadie, donde cada uno respeta el espacio del otro, donde no hay celos y en cambio hay admiración, confianza y respeto mutuo. También cariño, enamoramiento, y erotismo. Eso es bonito de ver. Y existe.
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