Depresión funcional




El último estudio Termómetro de Salud Mental en Chile, elaborado en conjunto por la Asociación Chilena de Seguridad y el Centro UC de Encuestas y Estudios de la UC, confirmó una alentadora tendencia: en los últimos años en nuestro país los problemas por salud mental han disminuido de forma paulatina. Sin embargo, los síntomas de depresión femenina fue uno de los pocos indicadores de salud mental que no solo rompe con esta tendencia a la mejoría sino que, además, mostró un avance en la dirección opuesta. Según la muestra, un 20% de las mujeres presentaron síntomas depresivos —casi cuatro puntos más que en 2022– mientras que los hombres bajaron casi cuatro puntos respecto de la medición anterior y llegaron a un 6,8%.

Cada 13 de enero se celebra el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión, fecha que tiene como objetivo sensibilizar y educar a la sociedad sobre la depresión como un problema serio. Y es que, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud estima que 300 millones de personas a nivel mundial padecen de este trastorno y lo ha catalogado como la primera causal de discapacidad en el mundo, la depresión sigue siendo un tema invisibilizado. Aún más cuando quienes la padecen no se ajustan con el estereotipo de paciente que muchas veces asociamos a la depresión.

El trastorno depresivo persistente —popularmente conocido como depresión funcional— es una forma de depresión crónica que dura al menos dos años en adultos y se puede presentar en diferentes grados. Uno de los rasgos característicos de este tipo de depresión es que, a diferencia de lo que suele ocurrir en la depresión mayor, no pareciera haber efectos negativos en la vida de la persona ni tampoco síntomas visibles de que está deprimida. Es un tipo de depresión en la que la persona sigue siendo funcional en la mayoría de sus tareas y roles pero con un perjuicio en su salud mental que simplemente no se ve desde afuera. En una entrevista para el New York Times la Directora de la Asociación Americana de Psicología describió el trastorno depresivo persistente como una sensación de monotonía o insensibilidad emocional que genera acostumbramiento y pasa a ser parte del día a día. No se trata de pacientes con cuadros de tristeza profunda ni otras alteraciones de ánimo intensas, sino más bien de personas que viven en un persistente estado de apatía o distimia.

Al igual como ocurre con otros tipos de depresión, se estima que el trastorno depresivo persistente es más prevalente en mujeres que en hombre y, además, es un tema que suele estar subdiagnosticado porque los pacientes no se ajustan al estereotipo de la persona deprimida y no llegan a la consulta médica. Más bien, se acostumbran a vivir en este estado de indiferencia o desánimo y pueden pasar muchos años sumidos en esta condición sin saber que se trata de un problema de salud mental.

Y es que, en una sociedad que suele promover el positivismo tóxico como un eslogan de vida, la actitud positiva como la solución irrefutable a todos los problemas y una idea generalizada de que siempre podemos dar un poco más, sentir emociones como apatía o desánimo constante que no se puede atribuir a ningún factor externo, es sin duda un tabú del que prácticamente no se habla. La psicóloga clínica y especialista en peritaje psicosocial Evelin Zambrano explica que a pesar de esa funcionalidad o de esa aparente normalidad que podemos ver desde afuera, las personas con un diagnóstico de trastorno depresivo persistente presentan dificultades en la ejecución de cosas cotidianas. “A pesar de la sintomatología que tienen los pacientes, funcionan porque socialmente se nos impone esta idea de que debemos ser funcionales”, explica Evelin.

La psicóloga Evelin Zambrano enfatiza en que muchas veces la depresión no se trata de estrategias o herramientas, sino de desajustes profundos a nivel cerebral que requieren de un apoyo externo.

Como muchas veces las personas necesitamos ver para creer, es muy común que la depresión funcional no sea diagnosticada o que, incluso cuando hay un diagnóstico, este no sea compartido con el entorno por miedo a los cuestionamientos. “Solamente creemos en lo que vemos”, explica Evelin. “Por eso tendemos a validar siempre más las enfermedades físicas que las mentales, porque son más visibles”, comenta. La invalidación de la sintomatología no visible, explica la especialista, es un factor que suele retrasar todo el proceso terapéutico. “Todo esto impacta aún más la autoestima de la personas y se va generando un círculo vicioso en torno al diagnóstico en la familia, en los ambientes sociales y los espacios comunitarios de la persona”, agrega.

La psicóloga aclara que incluso cuando existen manifestaciones concretas de una depresión, es común “hacer como que no las vemos”. Explica que es frecuente que los pacientes traten de que no se note o no se vea lo que les pasa porque “al no tener algo visible como prueba es difícil para la persona validar lo que siente”. Además agrega que se suele catalogar a las personas como “dramáticas”, “exageradas” o se estima que su problema “no es para tanto”. La especialista agrega que el estereotipo de la persona deprimida entendida como alguien que “llora todo el tiempo” contribuye a esta invalidación de los casos de depresión en los que las personas mantienen una funcionalidad aparente. El problema es que no solo se trata de un conflicto con la aceptación del entorno, sino que con la propia idea de qué es lo que está pasando con nuestra salud mental. “Muchas veces las mismas pacientes normalizan o invisibilizan sus problemas de salud mental”, explica Evelin. “Si tengo una depresión hace muchos años, no importa porque ‘yo puedo’ y ‘soy súper power’”, comenta. Pero, más allá del optimismo y la actitud, la psicóloga enfatiza que muchas veces no se trata de estrategias o herramientas sino que de desajustes profundos a nivel cerebral que requieren de un apoyo externo. “Cuando logramos nivelar ese desbalance químico, podemos generar cambios de hábitos o estrategias para un mayor bienestar”, aclara Evelin.

De acuerdo con datos entregados por la OMS, la depresión es un trastorno mental común que afecta a un 5% de la población mundial aproximadamente. Sin embargo, se trata de un problema que se presenta de forma más recurrente en mujeres y que, más allá de lo visibles o invisibles que sean los síntomas de este trastorno, es una enfermedad que puede llevar al suicidio y que debe recibir un tratamiento adecuado. Si bien hoy pareciera existir un consenso sobre la seriedad que puede revestir una depresión, todavía operamos bajo estereotipos que impiden acceder a diagnósticos oportunos y al tratamiento adecuado. Ser capaces de seguir funcionando y ocupando los roles de la maternidad, el trabajo, la vida en pareja o cualquier otro aspecto, no son conductas incompatibles con la depresión y, más allá de lo que se puede ver, es importante validar el cómo nos sentimos.

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