Habitar un cuerpo: “No siento que me tengo que alisar el pelo, como sí lo hacen muchas mujeres afrodescendientes para calzar con los cánones de belleza occidental”




Amandine Camanand (26) nació en Costa de Marfil y emigró a Francia junto a sus padres cuando tenía 10 años, al poco tiempo de que estallara la Primera Guerra Civil en el país africano. De madre francesa y padre marfileño, toda la vida ha sentido que su apariencia es una mezcla de ambas culturas. Como dice ella, en África era muy blanca para ser negra y en Francia era muy negra para ser blanca. Pero cuando llegó a Chile hace dos años por su trabajo –estudió Finanzas, se especializó en envíos comerciales y actualmente trabaja en la sucursal de Santiago de una compañía británica de embarcaciones marítimas– se enfrentó a otro estereotipo. “Toda la vida he sabido que dependiendo del lugar voy a ser percibida como más o menos afrodescendiente, pero acá no les calza que al ser así tenga un buen trabajo y viva en un supuesto buen barrio. Están sorprendidos y no lo entienden del todo, porque a primera vista ven que soy negra. Pero después, cuando digo que vengo de Francia, se les aclara más la película”.

Y es que hasta hace no tanto, como también sabe Amandine, en Chile no existía una cultura de la inmigración. Recién con la ola migratoria de venezolanos, peruanos y haitianos, ocurrida hace no más de 15 años, se empezaron a diversificar los rasgos y los colores. Pero siguen existiendo muchos estigmas. “El chileno pareciera renegar de sus raíces y aspirar a ser europeo. De las cosas que más me sorprende es que siempre sale el tema del pasaporte europeo, como si fuese algo tan preciado. Nunca entendí porqué sale tanto en las conversaciones. A los haitianos, en cambio, se los percibe como que vienen a robar los puestos de trabajo. Pero es gente que está en búsqueda de mejores oportunidades, como cualquier otra persona. Yo eso lo sé bien porque nos tuvimos que ir de África por la guerra. No es que uno quiera irse, pero es lo que hay que hacer para sobrevivir”, reflexiona. “Además, hay algo que no se puede negar; los ricos muchas veces caen en el error de pensar que la gente pobre lo es porque no trabaja lo suficiente. Eso no es así, se trata de una falta de oportunidades”.

Amandine sabe también que existe todo un imaginario en torno a las mujeres afrodescendientes, uno que suele tomar el color de la piel como determinante de una hipersexualización. “En general, esto nos pasa a todas las mujeres, siempre se nos objetiviza, pero hay, además, una connotación sexual asociada al ser marrones o negras. Y ahí a veces es difícil habitar el cuerpo de una manera que se salga de esos estereotipos impuestos”.

En su caso, pese a haber sido víctima de racismo, fue su madre la que optó por criarla libre de esas imposiciones, incluso cuando alguna que otra vez su misma abuela la hiciera sentir incómoda. “Mi madre es muy blanca, pero siempre me hizo sentir bella. Si me gusta mi pelo rizado es por ella, porque cuando yo era chica y vacacionaba con mi abuela la escuché decirle a mi mamá un par de veces ‘haz algo con el pelo de tu hija’. A lo que mi mamá le respondía ‘¿qué tiene su pelo? Es bello’. Teniendo una madre así, aunque me molestaran esos comentarios, nunca permearon tanto. Ahora no siento que me tengo que alisar el pelo, como sí lo hacen muchas mujeres afrodescendientes para calzar con los cánones de belleza occidental”, explica. “Por suerte ahora hay mujeres que lo están reivindicando y están orgullosas de sus rasgos”.

Fue fácil aceptar su pelo rizado porque su madre nunca hizo un tema al respecto. Algo parecido, aunque asume que le ha costado un poco más, es lo que le pasa con el vello facial que tiene en algunas partes de su rostro. “Esto todavía es un proceso para mí y a veces lo escondo porque aún no lo tengo del todo resuelto”, aclara.

De hecho, en esta sesión de fotos, confiesa que al principio sintió vergüenza. Pero al poco rato concluyó que le daba lo mismo que aparecieran. “Mi hermana se los depila, y no la culpo. Nos han enseñado a retirar todo el pelo que tengamos en el cuerpo, especialmente en la cara. Estos me empezaron a salir cuando era adolescente y es algo que simplemente está. A veces me complica, pero al final del día opto por no depilarme”.

Y es que en esta articulación de su proceso de aceptación, Amandine recurre a la libertad que le enseñó su madre. “Ella también tenía unos pocos pelos en el pecho y cuando le pregunté por qué no se los sacaba me dijo que ‘si había nacido así, se iba a quedar así’. Yo también estoy aprendiendo a enfrentarlo de esa manera. Tengo un poco de pelo en la cara y puedo vivir con eso. Y al final del día, quería que saliera en las fotos”.

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