El precio de la leche de fórmula y la doble culpa de las madres que no amamantan




Una imagen poco habitual en Estados Unidos viene aterrorizando a padres, madres y cuidadores hace meses: tiendas con estantes vacíos donde antes había leche de fórmula. Una crisis de desabastecimiento está dejando sin alimento a miles de bebés y alcanzó proporciones alarmantes durante la semana del 23 de abril, cuando el 40% de las fórmulas infantiles estuvieron agotadas en todo el país, según la empresa de datos de productos Datasembly.

Las fotografías de supermercados vacíos se han expandido por las redes sociales causando que muchos padres y madres opten por racionar sus porciones, acudan a recetas caseras o manejen por horas para buscar suministros. Abundan los grupos de intercambio de ayuda, pero también las estafas o las ofertas en donde se triplica el precio del valor original.

Fue una serie de factores la que provocó esta tormenta perfecta. En febrero de este año, Laboratorios Abbot cerró su mayor planta de producción en Michigan y retiró del mercado varias de sus leches después de que una investigación determinara que cuatro guaguas que consumieron su fórmula desarrollaron infecciones bacterianas. Dos de ellas murieron. Los investigadores encontraron la presencia de una bacteria mortal en la línea de producción y en sus proximidades. Esta planta producía la mitad del suministro de Abbot. Pero además, esta cadena ya se había visto afectada antes de la llegada de esta bacteria. Los problemas comenzaron durante la pandemia: el covid–19 generó caos en la cadena de suministro y producción de distintos productos. Y también en las formas de consumo: al igual que sucedió con el papel higiénico, padres, madres y cuidadores vaciaron los estantes ante el pánico de una escasez que terminó llegando. Y con el incremento de nacimientos a comienzos de 2022, los suministros no fueron suficientes.

Sin embargo, esta crisis de desabastecimiento desató otra, más silenciosa. Porque lo que no escaseó fueron los comentarios en redes sociales dirigidos a las mujeres que no pueden, o no quieren amamantar. “Solo para que sepas, tu cuerpo ya produce la comida perfecta para tu bebé y es completamente gratis”, se leyó en algunas publicaciones en Twitter y Facebook. Lo que confirma que el estigma frente a las mujeres que no amamantan por razones personales, laborales o médicas, sigue vigente. Un estigma que, en muchos casos, se tranforma en una doble culpa: por no poder o querer amamantar y también por los altos costos de la leche de fórmula.

Esto puede traer consecuencias psicológicas para las mujeres, pues se sigue poniendo de manera exclusiva sobre sus hombros la responsabilidad de la alimentación de los hijos e hijas, cuando en realidad, son muchos los factores que pueden llevar a una madre a lograr una lactancia exitosa. Según expertos, es importante comprender que el éxito de la lactancia no es un factor individual de cada mujer, también depende de un contexto, de una sociedad y una cultura que pueda sostener esta decisión. Así lo explica Paz Bravo, psicóloga del Centro Ser Mujer y especialista en temáticas de mujer, familia e infancia, quien dice que las lactancias más exitosas son aquellas en que los padres o compañeros también toman un rol activo dentro de este proceso.

El escenario no siempre es ideal para ello. “Hay mujeres que por algunas razones no pueden amamantar o deciden no hacerlo. También hay que considerar que hay un porcentaje bajito que efectivamente tiene poca producción de leche. Pero la mayoría de las mujeres sí pueden producir lo suficiente que necesita su bebé. Cuando eso no pasa, o cuando por razones laborales o personales se tiene que interrumpir la lactancia porque no están generalmente las condiciones apropiadas para la extracción, empiezan a ocurrir distintas emociones en función de ello”, dice. Bravo puntualiza que interrumpir la lactancia puede producir en muchas mujeres una sensación de alivio. En otras culpa. “La lactancia es un trabajo súper desgastante, muy demandante, que por cierto tiene muchos beneficios, pero implica una disposición súper intensa. Puede venir una culpa de sentirse fallidas al no poder responder a la necesidad de ese bebé”, explica.

Teniendo claro esto, luego viene el costo económico asociado a la decisión de no amamantar. Para quienes no forman parte del sistema de salud público, los altos costos económicos de la leche de fórmula pueden agravar esta situación. Un tarro de 400 gramos –que en el caso de un recién nacido alcanza para cuatro días–puede llegar a costar 25 mil pesos. “Hay mujeres que sí van a poder solventar estos gastos y otras que no. Esto puede generar mucha culpa, al tener que optar por una opción artificial. Además, cualquier leche de fórmula, por más sofisticada y avanzada que sea, nunca va a poder comparar con la calidad y los beneficios de la leche materna. Sin duda que pasa a ser un tema relevante, sobre todo en los costos de vida que tenemos en la actualidad”, dice Bravo.

Siguiendo los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud, el Ministerio de Salud promueve la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses y luego, de manera complementada con otros alimentos, hasta los dos años o hasta que la madre y el niño lo deseen. En Chile la lactancia exclusiva tiene cifras bastante altas, alcanza alrededor del 60% de las mujeres que se controlan en el sistema público de salud. Pero aún falta mucho por hacer. “Las principales causas del destete precoz tienen que ver con aquellas mujeres que no pueden tomarse la licencia posnatal, y esto es porque no tienen un contrato de trabajo, tienen trabajos informales, o porque en sus trabajos las presionan a volver”, explica la dra. Lorena Rodríguez Osiac, académica de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile. Para la experta influye también el rol histórico que pesa sobre las mujeres a la hora de enfrentarse a los cuidados. “Además de dar pecho, tienen que cuidar a otros hijos, tienen labores de cuidado de adultos mayores, labores de hogar. Los estudios que hay, dicen que esos son los factores que contribuyen a este destete precoz”, dice.

El precio de la leche de fórmula se suma entonces como otro factor de estrés en la etapa de lactancia. “Culpa es una de las grandes palabras que escucho cuando las madres tienen problemas con su lactancia. Cuando duele, cuando no es suficiente, cuando tienen que complementar con fórmula. Escucho frases súper autodestructivas como ‘no soy capaz’, ‘me siento menos mujer’, ‘siento que fracasé'. Es increíble cuánto puede afectar”, dice Michelle Valenzuela, enfermera IBCLC. Y agrega: “Entre las mamás que no pueden o deciden no amamantar, he visto que muchas veces se sienten juzgadas. Y en lo económico, más que culpa veo mucha preocupación. Porque costear la fórmula es un gasto importante, considerando lo que cuesta cada tarro y lo que dura”. Una inquietud que, como en un círculo vicioso, solo termina entorpeciendo el proceso de lactancia.

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