La industria de la dieta viene por ti (después de la pandemia)




En mayo de este año, la periodista y autora de la novela In Her Shoes (En sus zapatos), Jennifer Weiner, escribió en una columna de opinión en el New York Times que la industria de la pérdida de peso –denominada en inglés ‘weight loss industry’, y que en realidad forma parte de la industria ‘fitness’ y de belleza– no iba a perder la oportunidad, en una eventual era post pandemia, de decirnos que habíamos engordado y que nuestros cuerpos, luego de más de un año de encierro, no estaban cumpliendo con los estándares de belleza, por cierto sedimentados por la misma publicidad. “Es inevitable, la pandemia nos ha vuelto más sedentarios, estamos más ansiosos y angustiados, y muchos hemos encontrado en la comida una especie de refugio y zona de confort. Estamos viviendo en ese espacio que hay entre la depresión y la prosperidad, en el que prima la ausencia de bienestar. Y donde hay inseguridad y tristeza, hay empresas que buscan aprovecharse de eso. Así que tenemos que tener claro que se vienen los especuladores del peso y los comerciantes de la miseria disfrazados de proveedores de bienestar”, escribió.

Y es que en un contexto de pandemia y pérdidas importantes –a todo nivel–, subir o bajar de peso no encabezó nuestra lista de preocupaciones. No solo habían cosas más importantes que nos inquietaran sino que muchos también entendieron tempranamente que sumarse una presión más en un contexto de por sí hostil, implicaba ser poco amable consigo mismo y un vehículo certero a la frustración. No por nada, y según devela un estudio realizado por Marketdata Enterprises, el valor de la industria de la dieta en Estados Unidos –que en el 2019 era de 78 mil millones de dólares– bajó un 21% en el 2020.

Por lo mismo, como explica la autora, ahora que se vislumbra un futuro sin cuarentenas, las cabezas detrás de esta industria (en su mayoría hombres; el 65% de los publicistas aun lo son), no van a perder el tiempo. “Mucho de este marketing lo podemos consumir sin siquiera escuchar las palabras ‘dieta’, ‘peso’ o ‘calorías’. La industria de la dieta se ha vuelto impresionantemente sutil y sigilosa, incluso cuando nos bombardea incesantemente. Palabras como ‘bienestar’ y ‘fuerza’ han reemplazado las otras. Se trata ahora de ser nuestra mejor versión, pero una versión significativamente más delgada”, escribió. A lo que sumó para finalizar: “Tengo solo una palabra para ti: Resiste”.

Las columnistas Jane Cunningham y Philippa Roberts escribieron recientemente en The Guardian que queramos o no, en los últimos 70 años las mujeres hemos estado consumiendo una dieta de perfeccionismo cocinada por hombres. “Es posible que ya no vivamos en un mundo en el que la única manera de sentirnos seguras es preocupándonos de atraer a los demás. Pero la lógica de ser una ‘buena mujer’ y satisfacer las necesidades de los hombres, sigue estando muy presente”. Y en ese sentido, la influencia de la publicidad y los medios de comunicación –aun en tiempos de feminismo y mayor consciencia–, también. ¿Cómo se resiste entonces frente a una industria multimillonaria que busca atacarnos e infiltrarse en nuestras vidas por todos los flancos? ¿Cómo rompemos el círculo vicioso si estamos acostumbradas a tratar –muchas veces gastando montones en el intento– de calzar con ideales impuestos por otros?

La socióloga e investigadora de Cidem, Javiera Menchaca, explica que la industria de la belleza, o de la ‘inseguridad’ como le dicen desde La Rebelión del Cuerpo (red de investigadoras a la que pertenece, que busca concientizar sobre la violencia simbólica y sus efectos en la construcción de identidad de niñas, adolescentes y mujeres), opera perpetuando estereotipos; en el caso de las mujeres hay una sola forma válida de ser consideradas bellas, y a su vez solo al ser atractivas (según esos cánones occidentales impuestos), se puede ser consideradas válidas. Y dentro de eso, un solo cuerpo es visto como el deseable. “Es un mercado que se genera y fomenta a partir de la necesidad de la mujer de tener ese cuerpo, entonces se preocupa de que esa necesidad sea constante y eterna”, explica.

Porque en definitiva lo que sostiene a esta industria es que nosotras nos sintamos constantemente en falta. Y esto se logra, entre otras cosas, privatizando e individualizando estas experiencias vivenciales. “La industria del peso se vuelca a la retórica que plantea que ‘igual debiste haber hecho algo en pandemia’, ‘eres floja’, ‘es tu responsabilidad ser delgada y calzar con las normas’. Ahí también aparecen los discursos en torno a la salud y el bienestar general, como si ser más delgadas fuese más saludable. Con eso se va culpabilizando a las que no calzan, de su sedentarismo o de su subida de peso, sin considerar que fue un momento de alto estrés, ansiedad y depresión”, explica. “Esta industria opera suscitando lógicas de vergüenza y culpa”.

Por eso, para la especialista, parte de la resistencia va justamente en desprivatizar y colectivizar estas experiencias. “Es muy necesario tener en cuenta el contexto social en el que se da esta situación, y también los contextos sociales particulares desde una mirada interseccional; hay experiencias que fueron más fuertes que otras, en las que se sufrió más, y el estar gordas o flacas no fue una preocupación”, explica. “Hay que empezar a contar y sacarle la vergüenza y el tabú al tema de haber subido o no de peso, para que no sintamos, pese a nuestras experiencias personales, que estamos solas”.

Y es que es prácticamente inevitable que el cuerpo haya cambiado, y sacarle el tono de auto culpa puede ser, según la especialista, el mayor acto de resistencia. “Para que lo que cada una decida hacer -sea esto ejercicio o un cambio de hábitos- sea desde el auto cuidado y no desde la vergüenza. Desde los deseos personales y no para calzar con una industria altamente exigente. Para eso, es clave empezar a hablar de esto y generar una empatía colectiva”.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.