Paula

Las ideas son perfectas, no las personas

“Soy celosa, lo reconozco, pero lucho a diario por cambiarlo”, me dice una amiga mientras conversamos sobre nuestras relaciones. Me confiesa que en varias oportunidades ha revisado el teléfono de su marido, y aunque nunca ha encontrado nada, tiene la necesidad de saber en qué está o con quién está conversando. Su terapeuta le ha dicho varias veces que ese control obsesivo puede ser dañino para su relación y también para ella, pero aunque racionalmente entiende que lo que hace no está bien, por alguna razón no puede evitarlo.

Una contradicción que en mayor o menor medida todos hemos vivido en nuestras relaciones de pareja. No necesariamente al nivel de revisar el teléfono del otro u otra, pero sí en infinitas situaciones de la vida cotidiana en que no logramos ser consistentes con nuestras ideas. Algo que la psicóloga, académica e investigadora Carolina Aspillaga ha trabajado bastante en sus talleres sobre amor romántico. Cuenta que en la última sesión conversaron sobre lo difícil que es transformar las convicciones que tenemos tan arraigadas y que una de las participantes dijo que lo importante era asumir que las ideas son perfectas, no así las personas.

“Esto no ocurre solamente en las relaciones de pareja. En general pasa que nuestros ideales suenan muy bien en el papel, pero cuando tratamos de llevarlos a la práctica, no son tan fáciles”, explica. “Y ocurre porque vivimos inmersos en una cultura donde nos han enseñado que hay ciertas maneras de hacer las cosas o de llevar las relaciones. Cuando intentamos vivir el amor de una manera distinta nos pasa que no encontramos modelos ni referentes, entonces si nacemos y crecemos en una sociedad que te habla de un tipo de relación, de la necesidad de encontrar a la media naranja y te dice que cuestiones como los celos son normales, transformar esas ideas nos cuesta”, agrega.

Y es ahí cuando caemos en las contradicciones. “Queremos ser coherentes, aprender a vivir de un modo diferente y transformar lo que nos enseñaron toda la vida, pero en nuestros actos somos incongruentes y sentimos vergüenza por eso. Vergüenza de que nuestros ideales no logren calar la profundidad de nuestra intimidad, de creer en algo que no nos sentimos capaces de hacer o de que alguien descubra que no somos tan consistentes como quisiéramos. Y también sentimos culpa por no poder ser tan impecables como nuestras convicciones”, dice Carolina.

Pero todo esto es muy humano. Por eso es importante no castigarse por vivir estas contradicciones, porque estamos en un constante aprendizaje. La psicóloga explica que “es más sano reconocer que las personas no somos perfectas, que cuando hablamos de relaciones de pareja, estamos criadas desde una cultura de amor romántico en donde no caben otras formas de relación; nuestros referentes están ahí y lo que está validado socialmente es eso. Por tanto es lógico y esperable que sea difícil cuestionarlo y sobre todo llevarlo a la práctica”.

Entender esto es clave para no salir de una cárcel para entrar a otra. “Muchas veces entramos en una lógica de medición, como si tuviésemos un termómetro que mide cuán deconstruida está nuestra propia relación y también la de los demás. Creo que si una persona se pone celosa frente a situaciones por las que no se quiere poner celosa, o que le cuesta sacudirse estos rezagos del modelo de amor romántico, no debiera castigarse, sino reconocer que somos seres imperfectos y que vamos a hacer cosas que no nos gustan porque estamos aprendiendo”, dice Carolina. Y concluye: “Es muy difícil, quizás imposible abstraernos totalmente de lo que nos enseñaron ya que estamos insertos en esta cultura. Por eso, es mucho más sano saber perdonarse cuando uno se equivoca y también saber pedir perdón cuando esas inconsistencias impactan a las personas con las que nos vinculamos. Todas las veces que esto pase”.

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