No creer en la monogamia como única opción: “Creo que reprimir un deseo solo termina aumentándolo”




“Hace dos años terminé una relación muy larga. Y no fue porque lo dejé de amar ni porque no me atraían sus formas; terminé porque algo no me calzaba del todo. Me estaba sintiendo incómoda y pude identificar la causa de eso solamente hacia el final.

Volvamos hacia atrás. Durante los siete años que estuvimos juntos, mi energía estuvo puesta en él. Era el foco de todo mi afecto y me gustaba que hubiéramos emprendido un proyecto de vida juntos, al menos durante el tiempo que tenía que durar. No dejé de lado mis amistades, ni mis pasatiempos e intereses, y él tampoco los suyos. Éramos jóvenes y nos estábamos desarrollando juntos. Era lindo. Era sano. Era lo que yo entendía por amor. Pero aun así, en todos esos años, nunca dejé de querer estar con otras personas.

Le preguntaba a mis amigas si a ellas les pasaba lo mismo y me encontraba con barreras al momento de intentar explicar. No entendían si se trataba de falta de amor, si ya no me atraía físicamente o si simplemente ya no quería estar con él. Pero ninguna de esas opciones me calzaba. Hasta que un día les dije: ‘¿No creen que es posible estar enamorada de una persona y que también te gusten mucho otras?’

Me dijeron que sí, pero también cuando les pregunté si a ellas les ocurría lo mismo, respondieron que al estar emparejadas y enamoradas no habían sentido ni la necesidad ni las ganas de fijarse en otra persona. Solo habían querido diversificar cuando estaban pinchando o en situaciones que no fueran tan significativas. Esa clasificación tampoco me calzó del todo. Yo estaba enamorada, o al menos eso creía, y había tenido ganas de estar con muchas otras personas. Otra me dijo que entendía, pero que al final siempre iba a haber alguien que nos gustara más que el otro. Algo me estaba incomodando y tenía que ser yo la que hiciera algo al respecto, porque si me quedaba así, obligándome a calzar en la norma, iba a reventar. Tampoco podía esperar que todos me dieran su aprobación; si yo estaba en una búsqueda personal, fuera cual fuera, tenía que asumir que quizás el resultado –o la misma búsqueda– iba a descolocar o salirse de los márgenes de lo común, y no podía esperar que todos me acompañaran en eso. No se trataba de los demás, que por cierto seguramente también estaban pasado por sus propios procesos y búsquedas. Se trataba de hacer lo que a mí me hiciera sentido y sin herir a nadie en el camino.

Intenté mucho rato no darle cabida a esas tendencias que se gestaban en mí, pero creo que al final eso fue un error. Porque reprimir un deseo solo termina aumentándolo. Hasta que un día le dije a mi ex que lo amaba pero nunca se había disipado en mí el interés por vivir otras experiencias amorosas o sexuales. No lo había hecho, porque no lo hubiese hecho sin conversarlo antes con él, pero las ganas estaban y los pensamientos también. Creía –hasta entonces no lo tenía del todo claro, o quizás me costaba decirlo nada más– que la idea de que la monogamia fuese el modelo a seguir impuesto como único y válido, me incomodaba. Y luego de semanas de ires y venires y conversaciones profundas, decidimos terminar. Él entendía, pero no estaba en la misma, o al menos eso sentía. Quizás parte de él hubiese estado en la misma si es que no se hubiese dejado llevar por el miedo, eso dicho por él.

Yo sé que estamos en tiempos de feminismo y que cada una de nosotras ha hecho un trabajo interno, y de verdad en eso estamos juntas y acompañadas. Pero aun hay cosas que nos cuestan; todavía cuesta que una mujer de más de 30 diga que quiere estar con otras personas así libremente, o al menos con la libertad con la que siempre lo han dicho los hombres. Todavía cuesta que una mujer plantee que tiene dudas o deseos sexuales no satisfechos que quiere satisfacer. Todavía cuesta identificar que a veces tenemos un interés por explorar más. Y ciertamente todavía cuesta articular que la monogamia no es la única opción. Porque son miles las que nos acompañamos sin juzgar, y tengo la esperanza y certeza de que vamos a ser cada vez más, pero también hay una pequeña parte que no acoge del todo ese cambio y que se sigue resistiendo. Esa parte está en todas nosotras. Y lo entiendo, es mucho lo que se nos ha dicho que tenemos que hacer, ser, lograr y acatar. Por eso cuando hay confusión, muchas veces, en vez de darle espacio, la aplacamos.

Pero por lo mismo es importante que cada una haga un trabajo de conocerse y de ver realmente qué es lo que queremos, porque nosotras no hemos podido hacerlo como sí lo han hecho los hombres. Porque nuestros deseos e intereses nunca han estado al centro. Aprendimos, entonces, a dejarlos de lado. Y hay que recuperarlos. En mi caso, no se trata de no creer en la monogamia, es más bien no creer en su hegemonía. Es no creer en que esa es la única opción. Pero así como eso me hace sentido a mí, es igual de válido que a alguien le haga todo el sentido del mundo la monogamia. Se trata de liberarnos de la imposición, ni una ni la otra. Solo lo que nos haga sentido y no lo que nos haga daño. Y también saber que se puede cambiar de opinión”.

Jimena Alvarado (32) es kinesióloga.

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