Nostalgia por el britpop




El britpop llegó mucho más allá de lo musical. Parte de lo que se denominó Cool Britannia -el movimiento que definió el alzamiento de la cultura pop del Reino Unido en los ’90s- incorporaba un patriotismo casi insolente que incluso usaba la bandera de manera literal para manifestar el orgullo por la riqueza del espíritu de la isla. Y a mí, a más de 11.000 kilómetros de distancia, me pegó fuerte, tan fuerte que lo incluía en mis trabajos de investigación, en mi pieza, en todo lo que pudiese.

Era la época de ver videos en MTV y del canal El Wurlitzer. Y yo lo viví nadando en cassettes y en CDs.

Blur, Pulp, Elastica, Suede, The Verve. Oasis, que me marcó infinitamente. Hasta el día de hoy amo la música de todos esos grupos y me sé la vida personal de sus integrantes (con bastante pudor).

Tengo el recuerdo de ir en las mañanas del fin de semana al Portal Lyon, encargar singles y comprar revistas. En una época en la que no existía Internet, estar al día con las novedades implicaba investigar hasta conseguir los medios adecuados y estar atenta a cualquier importación, a cualquier especial de MTV y a los shows en vivo que se pudieran encontrar en la radio para grabarlos en cassette y, si era necesario, ponerle scotch a otro para grabar encima.

De grande fui a Manchester, una de las ciudades más importante en la historia de la música británica. Cuna de bandas como Oasis y de sus predecesores; The Stone Roses, Happy Mondays, The Smiths, The Inspiral Carpets, James y tantas otras. Y no lo aproveché.

Fui en una situación y estado de ánimo diferente, y no supe conectarme con esa fascinación que tuve de chica. Cuando lo pienso, fue casi como un desprecio raro, no tan inconsciente. Pienso que si volviera sería tan distinto, la trataría de disfrutar pensando en mí a los 14 años, sin ninguna vergüenza, tratando de conectarme con un ápice de la excitación que habría sentido estando ahí a esa edad, en la ciudad que inspiró a algunos de los personajes que marcaron mi historia, ese lugar que tantos amaban y muchos odiaban, pero de la que salieron himnos e inclusos conceptos culturales.

Si hoy tuviese esa edad, sería tanto más fácil. Sería cosa de prender el computador. Tanto más fácil, sí, pero tanto más fome también.

Creo que parte de lo lindo de esa época tiene que ver con el esfuerzo que requería buscar las joyas que encontraba. Quizás no me habría fascinado tanto si hubiese sido simple y muy probablemente habría perdido la capacidad de asombro más rápido: otro ejemplo de la nostalgia que da el recuerdo de una época en la que sin hiperconexión podíamos fantasear, imaginar y soñar mucho más.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.