La resiliencia de Mayra Arena, la argentina que derriba los mitos de pobreza

Mayra Arena (28) nació en Villa Caracol, uno de los barrios más pobres de Bahía Blanca, Argentina. De niña nunca tuvo juguetes y durante su adolescencia tampoco tuvo acceso a la ropa que marcó los ’90. De hecho, en una de sus charlas Ted –que ya cuenta con más de 4 millones de visitas– en la que busca responder la pregunta ¿Qué tienen en la cabeza los pobres? una de las interrogantes que responde es precisamente por qué las personas que nacen y crecen en la pobreza, se visten con ropas llamativas y parecen ser particularmente fanáticos de ciertos modelos de calzado que no pasarían nunca desapercibido en ningún lugar.

“Mucha gente se pregunta qué tenemos en la cabeza cuando nos ven en la juventud o en la adolescencia usar una zapatilla que cuesta una fortuna. Fluorescentes, gigantes”, plantea Mayra. “La realidad es que después de tantos años con zapatillas encontradas en la basura o rescatadas de algún lado, con camperas donadas de la iglesia o de un vecino, después de tantos años de todo eso, el día que te puedes comprar un par de zapatillas no te alcanza con eso. Se tiene que notar que te lo compraste. Sentimos que así van a pensar que no somos tan pobres. Nos sentimos mucho menos pobres con esas zapatillas, que nadie se va a dar cuenta de todos los años que pasamos con zapatillas encontradas en la basura”.

A través de su historia y experiencia personal, Mayra busca derribar mitos sobre los estereotipos que rodean la pobreza. El manifiesto que escribió en el 2018, cuando tenía solo 25 años, y que se volvió viral a través de redes sociales, la posicionó como un referente joven cuando se habla del tema en el país trasandino. “Por eso estudio ciencia política y por eso estoy segura de que mi hermana estudia para maestra. Para poder explicarles mejor a los marginales, a los pobres y a los que no entienden por qué los pobres siguen siendo pobres. Igual sabemos que estudiemos lo que estudiemos, hay gente que no nos va a querer escuchar. Hay gente que no es marginal, pero igual le explicas y no entiende”.

Y es que para la joven argentina simplemente hay cosas de la vida de una persona que ha nacido y crecido en la pobreza que la clase media nunca va a entender completamente.

¿Por qué eres enfática en hacer la distinción entre marginalidad y pobreza?

La pobreza es una cuestión económica que muchísimas familias viven en distintas circunstancias y en muchas épocas. Sobre todo en Latinoamérica, donde son tan comunes las crisis grandes en las que cierran las empresas, los negocios y las familias pierden sus trabajos, sus pertenencias materiales. Pero la marginalidad le agrega a esa pobreza económica durísima el hecho de que se pierden las conexiones con todo tipo de institución. Se pierde la conexión con la escuela, con el mundo laboral y eso facilita que la persona caiga en situaciones de vulnerabilidad. Además de ser pobre, el marginal se queda fuera de cualquier plan que pueda resguardarlo. El pobre, de última, tiene claro su lugar en el mundo y cuáles son sus objetivos. El marginal ni si quiera tiene eso. Ha perdido todo su horizonte y para él la vida se encuentra en una especie de limbo.

¿La marginalidad abarca más ámbitos de la vida?

Sí, aunque la pobreza también es multidimensional. La marginalidad es cuando esa pobreza abarca todos los aspectos de tu vida y corta todos tus nexos con el mundo exterior. Y así el marginal se va quedando apartado de todo.

¿Cómo fue tu experiencia con la educación? ¿Cómo te marcó el colegio?

No tengo padre, llevo solo el apellido de mi madre, y ella tiene un nivel académico muy bajo. Apenas sabe leer. Yo me daba cuenta cuando los otros niños tenían que hacer algo en la casa ellos tenían ayuda de los padres, pero para mí eso era imposible. Siempre dependí de mí misma. Con mi hermana íbamos a la escuela cuando queríamos porque mi mamá no nos obligaba. Pero siempre queríamos ir. Incluso, íbamos un día cada una, porque teníamos una sola campera entonces nos turnábamos: a veces iba una y a veces iba otra. Nos gustaba un montón. Creo que eso se lo debo al consejo de los vecinos a los que les pedíamos comida que nos decían lo importante que era que fuésemos a la escuela.

¿Por qué elegiste estudiar ciencias políticas?

Amo la política. Y el politólogo no necesariamente se dedica a hacer política, sino que a estudiarla y analizarla para comprender y sugerir y aportar. Eso es algo que me interesa mucho. Sé que en mi país no tiene mucha salida laboral, pero soy de la idea que uno tiene que estudiar lo que te apasiona. No me parece mal estudiar algo en lo que puedas encontrar trabajo más fácilmente y que te de dinero, pero prefiero estudiar lo que me guste y resolver lo económico como pueda.

¿Qué rol tiene para ti la educación en la salida de la pobreza?

Es clave, pero no es la clave. Por más educación que uno tenga, si uno vive en condiciones de pobreza y a uno se le nota la pobreza, es excluido del mercado laboral por su pobreza, por su dirección, porque vive en una villa o porque se viste como villero. Ahí no hay educación que valga. Me parece que en la solución debe haber un poco de todo, un poco de educación, pero un poco también del sector privado, del mundo laboral. Son muchas cuestiones que se cruzan. Ojalá fuese solo la educación, porque invertiríamos todo ahí y se resolvería el problema, pero hay mecanismos mucho más potentes de exclusión.

¿En la marginalidad la educación también es una ayuda?

La ayuda material siempre es necesaria, porque si das educación o capacitación y la persona está pasando hambre, no se va a presentar porque va a preferir estar buscando algo para comer. El que está ahí, en ese límite, es un buscavida, entonces es necesario cubrir esas necesidades al menos por un tiempo y que al mismo tiempo haya una planificación y una educación para que en el futuro esa persona pueda solventarse por sus propios medios.

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