Paula

Mujeres que impactan: Pamela Curin y su red de apoyo para mujeres rurales

Sin saber cómo se creaba una fundación y hasta pidiéndole ayuda a ChatGPT, Pamela Curin logró cumplir su sueño: levantar cerca de su natal Temuco una organización que empodera a mujeres rurales del sur de Chile. Así nació Vínculos sin Fronteras, una red que entrega herramientas, capacitación y contención emocional. “Son espacios donde las mujeres aprenden, se acompañan y descubren que sí pueden”, dice.

Pamela Curin vive hoy rodeada de gallos, perros, gatos y corderos, en una casa en medio del campo. Desde ahí, entre el olor a tierra húmeda y el canto de los animales, lidera la Fundación Vínculos sin Fronteras, un proyecto que nació para acompañar y capacitar a mujeres rurales que buscan independencia, autoestima y una oportunidad de crecer.

“Yo crecí en Temuco, en la población San Antonio, y no fue una infancia fácil”, recuerda. “Soy la mayor de cuatro hermanos, y en los años ochenta el único que trabajaba era mi papá. Vivíamos con muchas carencias”.

Desde niña, Pamela sintió una inclinación natural por cuidar a otros. A los doce años, cuando sus padres no estaban, abría las puertas de su casa para invitar a niños del vecindario —muchos en situación vulnerable— a tomar leche con milo y pan. “Les hacía moños a las niñitas, les cortaba las uñas, peinaba a los niños. Aunque no estuvieran bañados, me gustaba que se vieran ordenados”, cuenta.

Había aprendido el valor de apoyar a otros gracias a sus padres. “Pertenecían a una organización cristiana que apoyaba a mujeres con hijos. Además, mi papá era presidente de la Junta de Vecinos: organizaba actividades para los niños, fiestas de Navidad… Crecí viendo ese ejemplo”, recuerda. Ese modelo de entrega y compromiso con la comunidad fue, sin saberlo, el cimiento de todo lo que vendría después.

Durante años, su vida tomó otro rumbo. Se trasladó al norte del país, a Antofagasta, donde trabajó más de una década en el sector portuario y en faenas mineras. “Estuve en reuniones con grandes empresarios y profesionales. Aprendí mucho, recorrí mundos que nunca imaginé”, dice. Pero en medio del éxito profesional, algo le hacía ruido. “Pensaba: ¿por qué no ayudar a las chiquillas de allá, del sur? Hay tantas mujeres que no han terminado ni la enseñanza básica, que no tienen acceso a herramientas para salir adelante”.

Esa inquietud se transformó en acción cuando decidió regresar a su natal Temuco, y radicarse en una zona rural. Desde allí, comenzó a trabajar con comunidades de la comuna de Perquenco, una localidad donde aún se ven carretas y caballos como medio de transporte. En diciembre de 2020, junto a un pequeño grupo de voluntarios, organizó una entrega de regalos para niños de sectores apartados. “Fuimos casa por casa, comunidad por comunidad. Me encantó ver las caritas felices de los niños, pero más aún las de las mamás. Ahí sentí que había algo más profundo: esas mujeres necesitaban apoyo, herramientas, compañía”.

Esa Navidad marcó el inicio de un sueño. Dos años después, en febrero de 2022, la fundación obtuvo personalidad jurídica y nació oficialmente Vínculos sin Fronteras. Pero el proceso no fue fácil. “No tenía idea cómo se creaba una fundación. Busqué abogados, no tuve respuestas rápidas, así que empecé a leer, a estudiar en las noches, y hasta le pregunté a ChatGPT cómo se hacía”, cuenta riendo. “Me quedaba hasta las tres de la mañana escribiendo los estatutos en un cuaderno. Luego un abogado los revisó y me dijo: ‘Pamela, tienes clarito lo que quieres para tu organización’. Eso fue un orgullo enorme”.

Desde entonces, su iniciativa ha crecido con fuerza. En solo dos años, Vínculos sin Fronteras ha capacitado a más de 260 mujeres de distintas comunas en talleres de repostería, chocolatería y cosmética natural. “Esos espacios son mucho más que cursos”, explica. “Son lugares donde las mujeres aprenden, comparten sus penas y sus alegrías. A veces reímos, a veces lloramos. Pero todas salen más empoderadas. Se dan cuenta de que sí pueden, de que tienen talento”.

Pamela habla con emoción de los cambios que ha visto en las alumnas. “Llegan tímidas, inseguras, y se van con otra mirada. Hay una que se llama Patricia, por ejemplo, que ahora vende 200 rollitos de canela diarios. Gana 200 mil pesos al día, ¡imagínate! Son mujeres que ahora sostienen a sus familias”.

En los talleres, participan incluso niñas desde los 11 años, muchas de ellas hijas o nietas de las alumnas. “Eso me encanta. Una mamá llega con su hija y me dice: ‘Ella hace alfajores y los vende en Instagram, pero quiere aprender más’. Y yo le digo: tráigala. Esa es la cadena que queremos generar, que una generación inspire a la otra”.

El camino no ha sido sencillo. Pamela ha enfrentado la falta de recursos, el desinterés de algunas autoridades locales y la distancia geográfica que a veces dificulta llegar a ciertas comunidades. “Muchas veces quise tirar la toalla. Me frustré, lloré. Fui a la municipalidad y jamás me recibieron. Pero persistí. Toqué puertas fuera de la comuna, conté con el apoyo de mi familia y de las mismas mujeres que aportaban lo que podían: harina, huevos, lo que hiciera falta”.

Esa tenacidad es lo que ha hecho de Vínculos sin Fronteras una fundación sólida, basada en la colaboración y en la convicción de que los cambios reales comienzan desde lo pequeño.

A pesar de todo, Pamela sigue soñando en grande. Hoy estudia un diplomado en Liderazgo Social y Políticas Públicas en la Universidad de la Frontera, con la idea de seguir profesionalizando su trabajo. “No me interesa ningún partido político, pero quiero entender cómo funcionan las políticas públicas de mi país. Así puedo enseñar mejor a las mujeres que llegan a la fundación. Siempre les digo: estudien, aunque sea un curso de dos meses. Todo suma”.

Su mensaje para las mujeres es claro y profundo: “Cada una es única, inteligente a su manera. Somos mucho más que dueñas de casa. Somos nuestros propios proyectos, nuestros propios sueños. No hay que dejar que la rutina nos apague. Hay que preguntarse: ¿qué quiero hacer de aquí en adelante? ¿Seguir solo cuidando a los demás o también darme un espacio para mí, para crecer?”.

Cuando habla de lo que significa para ella Vínculos sin Fronteras, Pamela sonríe con emoción: “Es un sueño hecho realidad. Siempre quise tener una organización que ayudara a mujeres y niños. Y hoy lo estoy viviendo”. Recuerda que sus primeros pasos en el trabajo social fueron en el norte, donde organizaba actividades navideñas para los niños de las caletas. “Los pescadores me querían regalar hasta un sitio para que me quedara a vivir allá”, dice entre risas. “Pero la vida me trajo de vuelta al sur, y aquí está mi propósito”.

Gracias al reconocimiento de Mujer Impacta, Pamela ha logrado visibilizar su labor y abrir nuevas puertas para su fundación. “Fue una oportunidad del cielo”, asegura. “Con esto se masifica lo que hacemos, la gente confía más, llegan más mujeres, más recursos, más apoyo. Es una bendición”.

Antes de despedirse, deja un mensaje a las autoridades: “Deberían valorar mucho más a las emprendedoras sociales. No importa el color político. Nosotras trabajamos por nuestras comunidades, por las mujeres que sostienen hogares enteros. Lo mínimo es que nos escuchen, que nos abran espacios”.

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