Redescubriendo el placer femenino




Que nuestra libido es de carácter masculino, que nuestros órganos son una versión atrofiada del pene o que el orgasmo por penetración es el único que cuenta. Las mujeres hemos crecido a lo largo de la historia rodeadas de mitos y mucha ignorancia respecto a nuestra propia sexualidad, lo que ha incidido no solo en el mal cuidado de nuestra salud sexual, sino además, en algo fundamental para cualquier ser humano: la capacidad de sentir placer.

Hasta la actualidad, un porcentaje importante de las mujeres no logran alcanzar un orgasmo, le llaman vagina a la vulva o ni siquiera pueden identificar dónde queda su clítoris. Y cómo no, si durante siglos este último fue censurado e incluso eliminado de los libros medicina y manuales de anatomía por concepciones morales o por el miedo a que el placer sexual femenino pudiese ser independiente de la penetración. De hecho, recién en el año 1998 una uróloga australiana mostró por primera vez al clítoris en su totalidad, forma y tamaño; es decir, llevamos recién 24 años conociendo a cabalidad nuestro órgano esencial del placer. A raíz de este “descubrimiento”, y sin duda impulsadas por los movimientos feministas y de liberación de la mujer, las propias mujeres han empezado a visibilizar, redescubrir y reconocer la sexualidad femenina.

Nunca he tenido un orgasmo, no tengo deseo sexual, me duele tener relaciones. Esto que me pasa, ¿es normal? Son las preguntas con las que la kinesióloga, experta en piso pélvico y salud sexual de la mujer, María José Quiñiñao, se empezó a topar en su consulta. Durante años se especializó en esta área que busca solucionar todos los problemas que tanto hombres como mujeres tienen en la musculatura de los genitales, desde incontinencia urinaria, prolapsos, hasta dolores vaginales. Pero a medida en que pasaba el tiempo, y sobre todo tras la pandemia, comenzó a notar que aquellas incomodidades o malestares específicamente de las mujeres en torno al dolor, iban mucho más allá de lo físico y que siempre comprendían una relación frustrada con la sexualidad. Dos son los factores que con más frecuencia se les presentaban: “Las mujeres tienen muy normalizado el dolor en las relaciones sexuales. En promedio demoran entre cinco a diez años en consultar. Es decir, estuvieron todos esos años sintiéndose solas, que estaban falladas, rotas, que no servían. Además, en su mayoría ya vienen de muchos profesionales previos - desde el ginecólogo hasta matronas, urólogos, dermatólogos, psiquiatras- a los que consultan y llegan a mi consulta con poca esperanza de sanar. Ya no se trata entonces de dolor, sino de devolverles la confianza en ellas y en su cuerpo”. Fue a partir de esa observación que María José comenzó a estudiar e instruirse sobre la sexualidad y el placer femenino, algo que la llevaría a que recientemente publicara Loca Pélvis, un libro donde mezcla experiencias personales, testimonios de sus pacientes y reflexiones sobre la sexualidad y el placer femenino basado en estudios concretos e información objetiva. “La sexualidad no solo se trata de los genitales”, dice en su contraportada, “es la forma en que te relacionas y disfrutas tu cuerpo”. “Cuando yo le hacía preguntas a mis pacientes me contaban que sus hombres eyaculaban o tenían un orgasmo y luego ellas se quedaban en silencio, ahí me di cuenta que quería ayudar a esas mujeres no solo en lo médico, sino en los problemas que estaban teniendo con el placer. Porque no me sirve de nada ayudarlas a que puedan entrar un pene sin dolor si estoy perpetuando lo que la sociedad nos enseñó. Nadie nos dio las herramientas para poder tener placer, poder disfrutarnos. Todo lo contrario, nos han reprimido mucho”.

En esa misma línea, el recién estrenado documental de Netflix Los principios del placer, entre capítulos donde se enfoca en el cuerpo, la mente y los vínculos sexoafectivos, va desentrañando y desmitificando la relación que históricamente han tenido las mujeres con el placer. “Imagina que cada vez que vas a cenar a un restaurante a tu pareja le sirven una comida de siete platos, mientras a ti te dan unas galletas saladas del 2012. Estarías indignada y jamás volverías a comer ahí. Entonces, ¿por qué aceptamos que los hombres sean los únicos que tengan un orgasmo asegurado?”. Así comienza a abordar el primero de los grandes problemas que observa: la brecha orgásmica de mujeres versus hombres es brutal, incluso más grande que la salarial. “Entre un cuarto y un tercio de las mujeres tienen orgasmos vaginales, el resto raramente o nunca”, dice una de las profesionales entrevistadas.

En redes sociales, durante los últimos años, han aparecido a nivel mundial miles de cuentas dedicadas al redescubrimiento y enseñanza de la salud sexual, derechos sexuales y placer femenino, desde aquellas que se dedican simplemente a subir fotos o dibujos de vulvas reales – alejadas de la idealizadas simétricas, rosadas y sin vello púbico- hasta influencers que hablan de masturbación y difunden formas prácticas de llegar al placer. La terapeuta sexual Patricia Lucía Figueroa atribuye este “boom” evidentemente al feminismo: “Creo que ha ayudado a darle importancia a todos los aspectos relacionados a la mujer y la sexualidad entró fuerte como tema que requería atención, ser conversado y difundido. Gracias a él se ha comenzado a hablar de igualdad en términos salariales, a la paridad de género, al respeto en espacios públicos, y no podía quedar fuera la sexualidad y que tengamos el mismo derecho a la información, al disfrute y al respeto en lo íntimo”. En su experiencia como terapeuta, Francisca, al igual que María José, ve varios temas en común en sus pacientes mujeres. “Uno de ellos es la frustración por no poder disfrutar como quisieran por las creencias instauradas desde niñas respecto a la sexualidad. Porque les dijeron que el sexo era sucio, peligroso, algo de lo que no se habla. Porque nadie les enseñó del placer que pueden tener gracias a su cuerpo ni menos de sus partes genitales y erógenas. Ese profundo desconocimiento del cuerpo sumado a las creencias asociadas desde lo familiar y social las han dejado en una posición desfavorecida”. Sin embargo, cree que esta realidad comienza a cambiar y tiene una esperanza en estos nuevos tiempos “Creo que es una relación que recién está empezando a sanar, a resignificarse. Luego de mucha frustración, desconocimiento, ignorancia hay cada vez un interés más creciente, ya que antes ni se imaginaban la cantidad de información, prácticas, maneras y gestos diversos, nuevos entendimiento y formas de vivir la sexualidad. Mientras más se muestra esta información, más interés aparece. Es como si vieras dos colores toda tu vida y de repente te cuentan que hay miles, y empiezas a verlos y disfrutarlos siendo que nunca te imaginaste el gigante espectro que existía”.

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