Volver a emparejarse




Conoces a alguien, te enamoras, te emparejas. Construyen una historia, un proyecto de vida en común. Deciden tener hijos, lo intentan y, a veces, lo logran. Pasas días, meses, años junto a una misma persona. Compartes vida, amor, proyectos. Cumpleaños, pascuas, años nuevos. Feriados y vacaciones.

Cuando nos enamoramos, todo cobra un significado especial. Nos focalizamos en lo que nos gusta, hacemos un zoom a sus virtudes. Sentimos euforia cuando las cosas van bien y desolación cuando van mal. Recibimos un mensaje suyo y se nos acelera el corazón. Si esa persona no está nos angustiamos, sentimos que falta una parte nuestra.

Según la bióloga y antropóloga Helen Fisher, el 97% de los mamíferos no se emparejan para criar a sus hijos, salvo los humanos, que sí lo hacemos. Y no solo eso, además nos enamoramos.

Pero ¿qué es el amor? ¿Un estado alterado de conciencia? ¿Una cadena de respuestas químicas en nuestro cerebro gatilladas por un ser humano? ¿Algo mágico que ocurre porque sí? ¿Una respuesta de la naturaleza para poder hacer que la especie perdure? ¿Una fiesta de dopamina, oxitocina y vasopresina?

Si bien no hay certeza sobre qué es el amor y por qué nos emparejamos, nos enamoramos y elegimos estar con esa persona con la que según Fisher, atravesamos tres fases distintas: el deseo sexual, el amor romántico, que te permite concentrar tu energía en esa persona y el apego, que te impulsa a quedarte con esa persona.

Pero pasa el tiempo y el amor va cambiando o también se puede acabar, tal como lo plantea Frédéric Beigbeder en su novela El amor dura tres años donde, en tono irónico, va describiendo las distintas etapas por las que el autor atraviesa cuando se enamora y cuando al caer en la monotomía, se desenamora y vuelve a buscar el amor el otra persona. Si bien no es tan radical que dure tres años, el enamoramiento sí es más breve y se puede pasar a una etapa de mayor apego, que genera un vínculo más potente y puede perdurar mucho tiempo. Pero a veces, ese tiempo se acaba y con ello, no sólo se la pareja, sino que también los hábitos diarios, la rutina. El proyecto de vida, la casa, el perro, la economía, la autopercepción también se modifica. Sientes que has perdido energía, pero por sobre todo, tiempo.

Las personas nos tomamos tiempo para vivir un duelo (a veces durante la relación) y otras se cierran a la posibilidad de volver a enamorarse. Hay también quienes prefieren volver a tener una pareja lo más pronto posible porque no soportan la idea de estar sin pareja.

Y no es casual que queramos emparejarnos, porque necesitamos un vínculo, establecer complicidad con otra persona, lograr una conexión emocional. Necesitamos compañía, sentirnos parte de algo significativo.

Pero ¿Cómo me vuelvo a emparejar después de estar tanto tiempo con alguien? ¿Dónde encuentro a esa persona? ¿Seré capaz de amar nuevamente? ¿Tendré la energía para emprender tamaño proyecto?

Se ha estudiado que las personas tendemos a elegir de pareja a personas parecidas a nosotras mismas, con niveles socioeconómicos y culturales equivalentes, con características físicas parecidas a nosotros mismos y con valores que se condigan con los míos. Por lo tanto, pareciera ser que no elegimos en un universo infinito de posibilidades, si no que desde un espacio muy acotado. Tremendísima misión.

Emparejarte luego de una relación que no funcionó también implica volver a construir desde un lugar nuevo, aprendiendo de los errores del pasado e incorporando qué deseas en este nuevo vínculo.

¿Quiero vivir con esa persona? ¿Quiero mantener una relación puertas afuera? ¿Presento a mis hijos esta nueva pareja? ¿Qué pasa si no lo quieren? ¿Qué pasa si me vuelvo a equivocar?

Cuando volvemos a emparejarnos tememos que fracase la relación, que tal vez no valga la pena, que ya estoy mayor, que para qué, pero pareciera ser que las segundas oportunidades en el amor resultan significativas pues hay menos ansiedad, has aprendido a conocer qué te gusta en una relación, qué no estás dispuesto a tranzar y qué cosas no son realmente importantes.

Volver a emparejarse implica volver a confiar, a cerrar los ojos y aceptar que pareciera ser que las personas necesitamos amar y por tanto, volver a atrevernos con todos los riesgos que ello implica, pero también con todo el aprendizaje anterior y la posibilidad de construir un nuevo vínculo sano y sólido

¿Te atreves?

* Dominique es Psicoterapeuta -sistémica, centrada en narrativas- y magíster en ontoepistemología de la praxis clínica. Se desempeña como docente universitaria y supervisora de estudiantes en práctica. Atiende a adultos, parejas y familias. Instagram: @psicologianarrativa.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.