Los científicos chilenos que trabajan en tomates más resistentes al cambio climático

Aunque la crisis hídrica representa una gran amenaza para el cultivo de este vegetal, el Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA) ha encontrado formas de fortalecer las especies con mejoras genéticas y el estudio de sus microrganismos. Aquí, el trabajo que están haciendo y que expondrán en el XIV Simposio Internacional de Recursos Genéticos para las Américas y el Caribe (SIRGeAC), que se realizará entre el 13 y 15 de diciembre en Valdivia.


Sin dudas, el tomate es una de las hortalizas más cultivadas y consumidas en el país, y un alimento indispensable en la mesa de la mayoría de los chilenos. Por lo mismo, existe preocupación por cómo puede llegar a dificultarse su producción con el cambio climático y especialmente la sequía.

Parte de la investigación que se está haciendo en torno al tema se realiza en el Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA), ubicado en la Región de Coquimbo y financiado por su Gobierno Regional y CONICYT.

La zona en que trabajan es particularmente sensible al cambio climático y está siendo especialmente afectada por la escasez hídrica. De hecho, la cantidad de agua embalsada está en el 12% de su capacidad.

“Los niveles de agua acumulada son bajísimos. Entonces hay una preocupación real en los campos. Sé también de que las aguas subterráneas, sobre todo en nuestra región, han bajado profundamente. Conozco gente que está haciendo pozos ya a 100 metros de profundidad para poder encontrar el agua. A nivel agrícola, me ha tocado ir a algunos campos donde se muestran otros cultivos de frutales que los han tenido que talar porque no tienen el agua suficiente”, comenta Máximo González, Doctor en Ciencias de la Agricultura e investigador del Laboratorio de Microbiología Aplicada del CEAZA.

Máximo González, investigador del Laboratorio de Microbiología Aplicada del CEAZA.

El científico destaca que las consecuencias del cambio climático ya dejaron de ser una amenaza en condicional y pasaron a ser parte de los problemas del día a día. “Es una preocupación real. No es que se viene para el futuro, sino que ya llegó. Ya es real, ya está en la actualidad con nosotros”, señala.

Precisamente, González abordará el tema de los desafíos de la producción del tomate como uno de los expositoros del XIV Simposio Internacional de Recursos Genéticos para las Américas y el Caribe (SIRGeAC), que se realizará entre el 13 y 15 de diciembre en Valdivia, organizado por el Instituto de Investigaciones Agropecuarias y la Universidad Austral, con el apoyo y auspicio de instituciones y empresas de alcance internacional.

Genes más resistentes a la sequía

Parte del trabajo que se está haciendo en el CEAZA es similar al que se hace a nivel mundial con distintos tipos de cultivos. Se trata del estudio del material genético del alimento para ver qué recursos y capacidad de resistencia tienen ante cambios en condiciones climáticas. “Las variedades comerciales no están adaptadas al estrés, no fueron diseñadas en función de eso”, explica González.

Para ese estudio han trabajado en conjunto con la Doctora Erika Salazar y la sede La Platina del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), que posee una colección de variedades tradicionales de tomates que se han cultivado en Chile.

“Se han traspasado de generación en generación en una familia o bien eran variedades comerciales hace 50 años. Entonces al ser posteriormente cultivadas en una zona en particular, fueron desarrollando rasgos de adaptación a ese lugar, y por lo tanto tienen genes potencialmente interesantes para enfrentar, en este caso, el estrés hídrico”, explica González sobre su utilidad.

De una colección de cerca de 170 genótipos seleccionaron los 12 más diversos luego de un estudio genético general, buscando también variedad para poder enfrentar situaciones adversas en el cultivo.

“Después el primer paso fue hacer un ensayo de estrés hídrico en condiciones productivas con estos 12 genotipos, donde hemos podido identificar toda la gama de respuestas. Tomates muy sensibles a la falta de agua y tomates muy tolerantes a la falta de agua. Y bueno, eso ya en sí tiene valor, porque este estudio de la colección nacional no se había hecho y tiene valor también que ya podemos identificar algunos tomates que pueden responder mejor a la falta de agua”, cuenta González, que destaca que el mejoramiento genético también puede ayudar a que los tomates sean más resistentes a ciertas enfermedades.

Bacterias con propiedades

De todos modos, las investigaciones del CEAZA con respecto al tomate no se quedan ahí. Desde hace cinco años, liderados por la Doctora Alexandra Stoll, también estudian distintos tipos de microorganismos que están presentes en el tomate. “La planta no es solo la planta, sino que es la planta más los microorganismos que la componen”, dice González.

El CEAZA ha estado realizando trabajos de ciencia aplicada probando sus investigaciones en campos de agricultores de la zona.

Los microrganismos que se asocian a una planta también aportan genes y funciones, lo que podría repercutir en la resistencia a las condiciones climáticas.

“La gracia de los microorganismos es que también tú tienes lo que la planta puede reclutar desde el suelo y también lo que las plantas pueden transferir en las generaciones. Son los microorganismos que se llaman endófitos. Entonces, si es que hay algún endófito que pueda estar aportando en esta tolerancia y nosotros lo logramos identificar, también es un rasgo de ese parental que nosotros estamos identificando para hacer cruzamiento en los futuros programas de mejoramiento”, explica el científico.

Una vez que se aislan esos microorganismos beneficiosos, se pueden identificar las bacterias que confieren, por ejemplo, tolerancia al estrés hídrico. Luego, se puede hacer crecer en el laboratorio y finalmente volver a aplicar al cultivo, para aportarle dicha propiedad.

Colaboración internacional

La presencia de González en la próxima edición de SIRGeAC, uno de los encuentros más importantes a nivel continental en la materia, refleja también un espíritu colaborativo que hay en el rubro. Actualmente, el CEAZA está realizando proyectos junto a INIA en Chile y con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo de México y con el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable de México.

“Uno trata de ir sumando colaboradores. Yo creo que la única forma de poder tener éxito en estas estrategias es con la colaboración”, valora González.

El científico destaca que en los últimos años, ese ánimo también ha empezado a contagiar la relación entre este tipo de centros y los agricultores, donde a veces existía cierta resistencia al mundo de la investigación. En el caso del CEAZA, han buscado hacer ciencia aplicada trabajando directamente en campos.

“Yo siento que los productores en general se abrieron a la posibilidad de interactuar más con el sector científico. Y la gracia de lo que nosotros hacemos también es que ellos pueden ver los resultados sin necesitar de un análisis químico de laboratorio, por ejemplo, sino que ahí mismo pueden ver que su planta le fue mejor en tal o cual condición y eso a la larga nos ha permitido tener vínculos constantes”, afirma.

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