Política

Claudio Véliz, historiador y amigo: “Salvador Allende era un hombre muy íntegro, no era corrupto, y ahora esto de la casa de Guardia Vieja es muy lamentable”

Académico emérito de las universidades de Boston y La Troube, en Australia, Véliz fue amigo personal del expresidente, así como de Pablo Neruda, Eric Hobsbawm y Mario Vargas Llosa. A los 94 años, y tras 60 viviendo fuera, el reconocido intelectual y fundador del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile está de regreso en el país.

29/04/2025 - CLAUDIO VELIZ - Mario Tellez / La Tercera MARIO TELLEZ

Se conocieron durante la campaña presidencial de 1958. Fue en una cena en honor a Salvador Allende, el candidato de la izquierda. Claudio Véliz era amigo del senador socialista y en aquella recepción se encontraba Pablo Neruda. Pero no fue la política el puente de amistad entre ambos, sino la literatura. El poeta era un gran admirador de la literatura inglesa, desde sus años de cónsul en Rangún. Y Véliz, educado en el Colegio Mackay de Viña del Mar y en el Grange en Santiago, era un anglófilo.

-Pablo estaba cautivado por los autores ingleses, que escriben maravillosamente. Y en el Partido Comunista de Chile nadie tiene idea de literatura inglesa. Pablo no tenía con quién conversar y así nos hicimos amigos -cuenta.

Doctorado en Historia Económica por la London School of Economics and Political Science (LSE), a inicios de los 60 Claudio Véliz era una visita frecuente en casa de Neruda. Así lo recordó Jorge Edwards en sus memorias Adiós, poeta:

“Claudio Véliz era un hombre de una vitalidad inagotable: historiador de la economía, profesor, articulista, ensayista, daba siempre la sensación de un movimiento y de una actividad social perpetuos. Estaba asociado en aquella época a la izquierda no comunista y veía a cada rato a Salvador Allende, a Carlos Altamirano, a Radomiro Tomic, pero el espectro de sus amistades era muchísimo más amplio, francamente difícil de abarcar”.

A los 94 años, Claudio Véliz escucha la cita en una de las oficinas del CEP. Sonríe y le brillan los ojos. El testimonio de Jorge Edwards no parece exagerado: fundador del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, exinvestigador del Chatham House de Londres y profesor emérito de las universidades de Boston y La Troube, en Australia, entre sus amigos se contaban desde Eric Hobsbawm y Arnold Toynbee a Isaiah Berlin y Mario Vargas Llosa. El premio Nobel peruano participó de las conversaciones de alto nivel que Véliz solía organizar en las universidades donde enseñaba y que espera revivir en Chile.

29/04/2025 - CLAUDIO VELIZ - Mario Tellez / La Tercera MARIO TELLEZ

Autor de la Historia de la marina mercante de Chile y Los dos mundos del Nuevo Mundo, entre otros ensayos, Véliz es una connotada figura intelectual. “En mi opinión, Véliz es el cientista social más destacado de la historia de Chile”, dice Sebastián Edwards. El economista mantiene una caricatura de Véliz, realizada por The New York Review of Books, en su biblioteca. Para Edwards, Véliz merece, indudablemente, el Premio Nacional de Ciencias Sociales.

Después de más de 60 años viviendo fuera del país, el académico e historiador está de regreso. Acá están los pilares que lo definen, dice. Y, desde luego, el recuerdo de amigos que dejaron huella en su vida. Uno de ellos, por cierto, fue Neruda, a quien ayudó a obtener la visa para viajar a Inglaterra y recibir el grado de Doctor Honoris Causa en la Universidad de Oxford. Esta distinción académica -la primera para un autor latinoamericano- le dio un reconocimiento mayor a Neruda en Europa y fue un impulso para numerosas traducciones de su obra al inglés.

-Pablo Neruda es una de las personas que más me han influido en la vida. Él tenía una posición política muy clara, era muy leal a su partido, pero intelectualmente estaba en otro territorio: en el terreno de la literatura y el arte. Neruda tenía una sensibilidad literaria exquisita -dice.

Con Salvador Allende tuvo una amistad aún más cercana, acaso. Se conocieron gracias al economista socialista Felipe Herrera, expresidente del BID. Compartían diariamente, porque vivían muy próximos: Allende en Guardia Vieja y Véliz en Carmen Sylva, en Providencia. También eran vecinos en el litoral: mientras el senador tenía casa en Algarrobo, los Véliz en El Quisco.

-Como vivíamos cerca y yo manejaba, pasaba a buscar a las niñas y las llevaba al colegio: a la Isabel, a la Carmen Paz y a la Beatriz. La Carmen Paz fue ayudante mía en el libro Historia de la Marina Mercante. Ella nunca se metió en política y se casó con un agricultor. La Tati, desgraciadamente, se fue a Cuba y se suicidó.

¿Cómo recuerda a Allende? Cree que se ha mitificado su figura?

Yo conocí a Salvador Allende como un ser humano. Él era miembro del Parlamento, por supuesto, pero para mí era, sobre todo, un ser humano. Éramos muy buenos amigos. La Tencha venía y se quedaba con nosotros en El Quisco cuando estaba sola en Algarrobo. Compartíamos el médico, Benjamín Viel, era el doctor de la Tencha y de Salvador, y el nuestro también. Teníamos ese tipo de amistad. O sea que para mí es muy difícil verlo de otra forma.

Claudio Véliz recuerda el viaje de Salvador Allende a Cuba a mediados de los 60, viaje que lo impresionó profundamente, dice:

-Cuando volvió, esa noche comimos juntos en Guardia Vieja con la Tencha y las niñitas. Y Salvador nos contó algo que a él lo había impresionado mucho. En sus conversaciones privadas, Fidel le dijo mira, por un lado está la cosa parlamentaria, democrática, pero demorosa, complicada, hay que conversar con este y el otro, pero hay un atajo… Salvador no dijo revolución, todo el tiempo se refirió al atajo. Y lo que lo emocionó fue en la Plaza José Martí. Había más de un millón de personas, un océano de gente. Fidel habló una hora, hizo cantar a la gente, y en medio de eso dice: aquí tenemos un compañero, Salvador Allende, líder chileno. El Chicho se para y empezó un rumor que fue creciendo, ¡Allende, Allende!, ¡Allende, Allende!, un millón de personas, un minuto, dos minutos, cinco minutos. ¡Allende, Allende!

Días después, cuenta Véliz, se vieron en Algarrobo: “Caminamos por la playa y el Chicho me dice esto del atajo me tiene preocupado. La única experiencia que tenemos en Chile con atajos ha sido desastrosa. Nosotros no somos cubanos; aquí hay tradiciones institucionales que hacen muy difícil que el atajo prospere”.

La Tati se transformó de la noche a la mañana en la conciencia del Chicho. Y ella pasó a ser la patrona prácticamente de los movimientos armados

¿Usted piensa que él creía en esa vía?

A mí nunca me dijo ahora soy un revolucionario, no era ese tipo de persona. Pero el uso de la palabra atajo le quedó rondando. Y creo que esa experiencia en Cuba fue muy impresionante para él, y yo le creí. Otra persona le creyó también: su hija Tati. La Tati se transformó de la noche a la mañana en la conciencia del Chicho. Y ella pasó a ser la patrona prácticamente de los movimientos armados. Muchos años después estuvimos con Patricio Aylwin en Roma y yo le pregunté: ¿Usted le planteó esto a Allende? ¿Le dijo usted anuncia que los grupos armados son ilegales y lo apoyamos, o no? Aylwin me dijo mira, las cosas eran mucho más complicadas. Pero conociendo al Chicho, que era un hombre muy entero, de gran dignidad personal, realmente tenía una condición de líder parlamentario inmaculada. Pero su apreciación, que yo respeto absolutamente, de la importancia del honor, prevaleció. ¿Cómo? Él no iba a desautorizar a su hija, lo que le estaban pidiendo es que dijera mi hija es una criminal. Él no lo iba a hacer. ¿Cómo voy a declarar ilegal lo que está haciendo mi hija? Y todo el mundo lo sabía, porque no era un secreto.

Ahora, ¿usted cree que el Golpe fue inevitable?

Ese es el terreno de las conjeturas, y yo soy muy newtoniano.

¿Qué le pareció el tema de la venta frustrada de la casa de Guardia Vieja al Estado, que causó la destitución de la senadora Isabel Allende?

No conozco los detalles, pero me parece muy lamentable. Qué lástima, porque Isabel Allende se perfilaba como una persona seria, respetable, digna hija de su padre. Hubo ciertos aspectos del periodo del Chicho Allende en el poder que “empujaron el sobre”, como dicen los ingleses: la política legal respecto de las expropiaciones, por ejemplo. Pero él era muy íntegro, no era corrupto, no. Lo de Isabel… es triste. Y una de las razones por las cuales es triste es que esta era una de las diferencias fundamentales que enaltecía la insularidad chilena, porque el resto de América Latina es un océano de corrupción, todos los países son corruptos, menos Chile. Y de repente sale esto al nivel más alto, es tristísimo.

Admirador del siglo XIX chileno, Claudio Véliz destaca las grandes obras que se realizaron en ese período. Y la forma en que se administró la riqueza proveniente del salitre: “La ciudad de Santiago es un reflejo de lo bien que usamos los recursos en esa época. No nos farreamos la plata. Ningún político chileno en el siglo XIX tenía cuentas en Suiza; los presidentes terminaban su periodo y tenían que salir a trabajar para pagar el arriendo. No había corrupción, cero, y ahora, esto de la venta de la casa de Guardia Vieja me toca muy de cerca, es muy lamentable”.

Zorros y erizos

De adolescente, Claudio Véliz solía ir al Sporting Club a ver carreras de caballos. Con el propósito de aprender a criar caballos de carrera, a fines de los años 40 fue a la Universidad de la Florida, en Estados Unidos, pero salió interesado en la economía. De ese modo partió luego a Londres, en el inicio de su brillante trayectoria internacional. Hace un mes y medio volvió a Chile. Y siente que está redescubriendo el país. Por una parte, le ha sorprendido la amabilidad de la gente. Y, por otro, observa dos temas preocupantes:

-La crisis de la gestión municipal. Santiago era una ciudad ejemplarizante, así son las ciudades que se respetan, que tienen dignidad, que tienen edificios que son una especie de monumentos de su momento histórico: la Biblioteca Nacional, el Museo de Bellas Artes, el Club de la Unión, la Universidad de Chile. Ahora está todo lleno de grafitis, como la evidencia de un momento destructivo.

El segundo tiene que ver con el ambiente en las universidades

-Hay una cantidad enorme de profesores que no se atreven a abrir la boca por miedo a decir algo que destruya su carrera. Esto está ocurriendo también en Estados Unidos e Inglaterra. Entonces hay una atmósfera de temor muy extraña. Tienen que estar midiendo lo que se dice. A mí me lo advirtieron. Es como una cosa sombría, una especie de bruma. El tema prácticamente no tiene mayor importancia, porque puede ser Palestina y los judíos, los trans, la manera de dirigirse a las mujeres, cualquier tema, pero hay que tener las opiniones correctas.

29/04/2025 - CLAUDIO VELIZ - Mario Tellez / La Tercera MARIO TELLEZ

Personalmente, dice, él nunca se ha cuidado de dar su opinión, y se ha permitido cambiar también. Así ocurrió en su relación con Isaiah Berlin. A fines de los 50 en Londres, cuando dirigía el Clare Market Review, la revista de los estudiantes en LSE, Véliz dedicó un número para atacar al pensador de origen ruso. “Para mí era un momio”, cuenta. Treinta años después, siendo decano de Sociología en La Troube, lo recibió en Australia. “Cuando nos encontramos le dije no nos conocemos personalmente. Y él me dijo: I know you!”, cuenta entre risas.

En uno de sus ensayos, Isaiah Berlin dividió a los intelectuales entre zorros y erizos, tomando una metáfora de Arquíloco que dice: “El zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una gran cosa”. De este modo, los erizos son aquellos pensadores que responden a una gran visión de mundo, mientras los zorros son dinámicos, cambian y se adaptan.

Esa idea Claudio Véliz la utilizó en Los dos mundos del Nuevo mundo, donde propone un análisis de las diferencias culturales y económicas entre Angloamérica e Hispanoamérica. Allí sostiene que los británicos llegaron a América con un ímpetu de búsqueda de prosperidad basada en el cambio y la innovación, forjada en la Revolución Industrial. Y de este modo crearon una sociedad de zorros independientes, adaptables y pluralistas. En tanto los españoles, con su deseo de conservar el imperio y la religión, propiciaron una sociedad de erizos, centralizada y reacia al cambio.

-Hace un tiempo me preguntaron qué personas son las que más me han influenciado. Y llegué a la conclusión de que las tres personas que más me formaron fueron Neruda, Isaiah Berlin y John Silver, el filósofo y presidente de la Universidad de Boston.

¿Y Allende?

Allende fue mi amigo y me enriqueció con una experiencia vicaria, indirecta, porque yo veía la política actuando en él. Pero yo nunca fui político ni nada.

Y, sin embargo, tenía una gran capacidad para hacer amistades transversales.

A mí me interesan las personas. Por ejemplo, Michael Oakeshott, el gran profesor de política en la London Economics, conservador, tenía afición por las carreras de caballos. Yo nunca fui apostador, pero me gustaban los caballos de carrera. Cuando Michael Oakeshott supo mi historia, establecimos una relación especial y nos juntábamos a conversar. Mis amigos como Eric Hobsbawm, entre otros, decían: ¿Cómo puede ser amigo de Oakeshott, que es de extrema derecha? Bueno, porque le gustan las carreras de caballos. Y Michael Oakeshott podría haber dicho: ¿Cómo puedes ser amigo de Eric Hobsbawm, que es estalinista? Porque le gusta el jazz: él era corresponsal de jazz en la British Dance Foundation y yo era miembro del Ronnie Scott Club de Jazz, entonces conversamos de jazz. Es decir, a mí lo que me interesa es la condición humana.

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