¿Es seguro quedarse en un hotel durante la pandemia?

Foto: Marten Bjork.

Para quienes piensen terminar el verano reservando una habitación, un médico y un hotelero dan sus consejos para evitar riesgos y sobre todo tranquilidad: "es menos probable contagiarse en un hotel que en casa", dicen.




El verano más triste de todos por fin termina. Sin fiestas —al menos para la mayoría—, sin festivales de música y con mascarillas en la playa y la piscina. Muchos han tenido que pasar los meses de mejor tiempo encerrados en sus casas, y los que han podido salir a otras localidades no tienen posibilidad de pasear demasiado.

¿Ir a un hotel? Aunque puede parecer una pésima idea en estas circunstancias, hasta ahora no hay mucha evidencia de que quedarse unos días y noches en una habitación cerrada pueda aumentar el riesgo de contraer coronavirus.

En su momento, las alarmas se encendieron cuando un informe chino, al comienzo de la pandemia, describió cómo una persona se contagió al tocar los botones de un ascensor que antes había sido utilizado por un enfermo de covid-19. Pero según Caitlin Howell, ingeniera química y biomédica de la Universidad de Maine, “ese reporte es el único en el que es posible que las superficies hayan jugado un papel” en el contagio. “Y ni siquiera está confirmado”, le dijo la especialista a Business Insider.

“Como ya sabemos”, nos dice Rodrigo Soto, subdirector clínico de la Clínica Indisa, “esta es una infección que se transmite persona a persona. No la obtienes entrando a una habitación vacía”. Es lo que, en el mismo artículo de Business Insider, también explica Rachel Graham, epidemióloga de la Universidad de Carolina del Norte: después de haber limpiado la habitación, como se hace en los hoteles, la probabilidad de que quede suficiente coronavirus como para contagiar al siguiente huésped es bastante baja.

Por lo tanto, si estás pensando cerrar estas vacaciones con algo parecido a estar de vacaciones, ir a un hotel y disfrutar de sus comodidades no es una mala idea. Y tampoco muy riesgosa. Acá explicamos por qué.

Medidas y protocolos

Según Alberto Pirola, presidente del directorio de Hoteleros Chile —el gremio que reúne a cientos de participantes de esta industria—, quedarse hoy en un hotel es mucho más seguro que ir al supermercado o al comercio. “Te diría que me ha tocado ver protocolos más rigurosos en hoteles que en las mismas clínicas”, dice al teléfono.

Además de seguir todas las indicaciones acordadas con el Ministerio de Salud —que incluyen delimitación de espacios, disposición de alcohol gel, uso obligatorio de mascarillas y controles de temperatura, entre muchas otras—, Pirola cuenta que los hoteles, en general, han excedido esas medidas y agregado unas extra, como el uso de rayos UV para limpiar el aire y bombas de ozono para desinfectar completamente.

“Los protocolos se siguen con mucha exigencia y podemos decir que de forma muy exitosa”, dice. “Hasta la fecha, no se han sabido de problemas de contagio en hoteles”.

“En estos lugares públicos cuidan más las medidas de prevención que en los privados”, cree Rodrigo Soto. “Es en la casa donde nos contagiamos, cuando vienen visitas y nos relajamos. En un hotel, en cambio, hay muchos más cuidados”.

Sí es recomendable preferir hoteles de comunas que estén en fase 3 o 4, ya que eso, además de permitir mayor movilidad y libertad, también asegura tener menos posibilidades de contagiarse en algún paseo o servicio de la zona cercana al hotel. “Lo importante es elegir lugares donde se eviten las aglomeraciones y se pueda mantener la distancia social”, dice Soto. “Ojalá con comedores al aire libre, que haya una separación de mesas adecuadas, y espacios comunes amplios”.

Qué pasa con el servicio a la habitación

En algún momento, cuando la primera ola bajó y el confinamiento comenzó a relajarse, algunas personas decidieron descansar del encierro pasando unas noches en un hotel. Pero se supo de algunas experiencias no tan reconfortantes, como que el servicio a la habitación, uno de los principales atractivos de pagar por una pieza, no estaba funcionando para evitar contagios.

¿Qué gracia tiene ir a un hotel si uno mismo debe hacer la cama, limpiar el baño y secar las toallas? Pirola lo desmiente de inmediato. “Quizá eso pueda haber pasado en un hostal o algún hospedaje, pero entre los socios de Hoteleros el room service sigue como siempre”, dice. “Incluso, con exigencias mayores”.

Las habitaciones, cuenta, no solo se limpian y ordenan, sino que además se desinfectan con distintas tecnologías, como las luces UV. “Quizá muchas ya no tienen las decoraciones lindas de antes, pero algunos cojines, alfombras y adornos, por ejemplo, se han tenido que sacar para evitar todavía más los riesgos”, dice. “Pero no es que estemos vendiendo la decoración, como algunos rumorean”.

Desayuno, ¿ya no es buffet?

Hay pocas cosas que recompensen mejor la estadía en un hotel que bajar al comedor en la mañana, después de una noche durmiendo entre sábanas limpias y temperatura ambiente controlada, y enfrentarse al dilema del buffet del desayuno. ¿Por dónde empiezo? ¿Por la fruta de temporada o el huevo revuelto? ¿Té o café? ¿Granola o queque, panes o medialunas, jugo o yogur, comer mucho o demasiado?

Esa celestial experiencia, tal cual, por ahora ha desaparecido. “El desayuno buffet está suspendido” cuenta Pirola, “no se puede implementar”. Esto porque los pasajeros, para prevenir al máximo los contagios, no pueden manipular ningún alimento. La manera de resolverlo depende del hotel, pero en general muchos muestran sus delicias en una vitrina, el huésped elige lo que desea comer y un empleado se lo pasa en una bandeja. En otros, tal como en los restaurantes, se ofrecen distintos menú de desayuno.

“No es el ideal”, dice el representante de Hoteleros Chile, “pero si uno tiene la mentalidad de que estamos en una pandemia, y no se olvida del contexto que existe hoy, la experiencia no es tan distinta. Son restricciones, sí, pero que se tratan de solventar con mayor calidez del servicio”.

No por estar de vacaciones en un hotel significa que haya que relajar la precaución: en esta situación, como en cualquier otra, hay que mantener la misma disposición que cuando vamos a comprar o comer en la ciudad. Es decir, la mascarilla siempre puesta —excepto, por supuesto, al comer o beber—, la distancia social de ojalá 2 metros y el lavado constante de manos.

De todas maneras, Rodrigo Soto dice tenerle “más miedo al traslado que al hotel mismo. Es en el trayecto, ya sea en auto, bus o avión, que puede demorar varias horas y uno tener contacto con otras personas, donde está el riesgo. Pero no en el lugar de llegada”.

¿Adiós a piscinas y gimnasios?

Tirarse un piquero en la piscina temperada o trotar unos minutos para liberar tensiones sigue siendo posible. Obviamente, con restricciones y nuevas normas.

“Las piscinas están funcionando con reserva de hora y una permanencia máxima de 30 minutos por persona”, cuenta Alberto Pirola. El aforo permitido, además, cambiará de acuerdo al tamaño del lugar, pero nadie debería quedarse sin chapotear.

El agua de una piscina no trae riesgos de contagio. Al tener cloro y otros químicos que la mantienen limpia y estéril, como explica Ricardo Soto, el virus no consigue sobrevivir en ella. “Mientras se mantenga la distancia, no hay riesgos”, dice. “Y apenas se salga del agua, secarse y ponerse la mascarilla”.

Con los gimnasios funciona de la misma manera: los pasajeros se anotan, reservan su hora y pueden usar las máquinas que estén disponibles, las que además se desinfectan permanentemente. “En general, los servicios de hotelería siguen. Hay que tener paciencia, a veces hacer fila, dejarse tomar la temperatura y usar mascarilla. “Son exigencias que no hacemos de pesados, sino para cuidar a nuestros pasajeros”.

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