La diversidad, clave en la cadena de valor

"Las cadenas de suministro más inclusivas son un canal concreto mediante el cual las compañías pueden potenciar la transformación económica y social de la región donde operan".


La diversidad se ha convertido en un elemento fundamental para que las empresas transiten a un modelo de negocios más sostenible. Referentes internacionales como S&P han incrementado las exigencias hacia el sector privado: ya no basta, por ejemplo, que las compañías reporten la cantidad de mujeres en la organización, sino que ahora deben proponerse metas respecto a su dotación en los estamentos ejecutivos. Asimismo, la conformación de una fuerza laboral multicultural, de diversos rangos etarios y pertenecientes a la comunidad LBGTIQ+, forman parte de los requerimientos por parte de los inversionistas para evaluar el grado de madurez que tiene una empresa en materia de sostenibilidad.

Las compañías han respondido a estas exigencias a través de programas de atracción y retención de talento en su dotación interna, buscando aumentar la participación de grupos minoritarios, y reduciendo las brechas de género. Sin embargo, este transitar no ha estado exento de obstáculos y aún son muchas las organizaciones que deben profundizar este camino, tomando en cuenta que, en muchos casos, dichas acciones no se han extendido hacia toda la cadena de valor de la compañía.

Uno de estos aspectos usualmente al debe, tiene que ver con los proveedores. Un primer paso para corregir esto, debe ser identificar cuáles son los requisitos que tienen que cumplir estos para considerarse como diversos. De esta manera, las compañías, tendrán en sus manos la responsabilidad de seleccionar en su proceso de compras, por ejemplo, a entidades vinculadas a grupos minoritarios o mujeres en situación de vulnerabilidad.

También, las cadenas de suministro más inclusivas son un canal concreto mediante el cual las compañías pueden potenciar la transformación económica y social de la región donde operan. El abastecimiento local efectivo tiene un efecto multiplicador al contribuir a la creación de empleo y desarrollo de habilidades, mejorando la eficiencia de la cadena de suministro al reducir costos logísticos y asegurar el acceso a bienes y servicios críticos.

En América Latina, en general, y en Chile en particular, existe un alto potencial para desarrollar iniciativas de este tipo. Sus “industrias intensivas” demandan un alto volumen de proveedores para generar productos y servicios, por ejemplo, la minería. Este tipo de empresas tienen una oportunidad para impactar positivamente a través de sus adquisiciones, considerando que, en muchos casos, operan en entornos caracterizados por una fuerte presencia de pueblos originarios, pequeños productores, mujeres en situación de vulnerabilidad y otros grupos rezagados en las comunidades locales.

En todo el mundo, la pandemia nos ha llevado a estar insertos en una nueva realidad y en Chile, estamos ad portas de iniciar un nuevo ciclo político y social que da pie para que tanto el sector público como privado entienda la necesidad de hacer las cosas de manera distinta, más allá de los beneficios reputacionales. Esto abre una gran oportunidad. Aquellas industrias que demandan un alto volumen de proveedores para generar productos y servicios tienen la ocasión de impactar positivamente a través de sus adquisiciones. Es el momento de hacerlo y llevar los conceptos ESG a la acción.

*El autor de la columna es Senior Researcher en Corporate Citizenship

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