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Javier Zarzalejos, ex ministro de Aznar: "Hay que desarrollar una estrategia que prevenga la radicalización"

Tras los atentados que dejaron más de una treintena de muertos en Bruselas el martes, ayer seguían las interrogantes y la tensión en toda Europa. Mientras la fiscalía identificó a los dos autores de los ataques suicidas ocurridos en el aeropuerto y una estación de metro, ayer la Comisión Europea acusó a los gobiernos del viejo continente de no estar preparados ante el terrorismo.

Desde Madrid, Javier Zarzalejos coincide en parte con este diagnóstico. El ex secretario general de la Presidencia de José María Aznar, y hoy secretario general de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), ligada al Partido Popular, sostiene que lo más importante es prevenir la radicalización y asegura que esta ola de terrorismo no es una amenaza global, sino que tiene componentes específicamente europeos. Zarzalejos fue uno de los encargados del gobierno español en las negociaciones con la ETA en 1999 en Zurich.

Luego de Bélgica, ¿qué otros países están en riesgo?

Los países más en riesgo son aquellos en los que hay una mayor concentración yihadista y que presentan objetivos más fácilmente alcanzables y aquellos en los que la eficacia de los servicios de seguridad es menor. Bélgica es un caso. Ahora las evaluaciones que se están haciendo hablan de París, Bruselas y Roma, por la presencia del Vaticano. Pero yo relativizaría las evaluaciones en el sentido de que hay países que tienen más riesgo que otros.

¿Qué medidas debiera tomar la UE? A la canciller Angela Merkel le ha costado reunir apoyo sobre el tema de los inmigrantes

Hay medidas que parecen obvias: mejorar la relación e intercambio de información entre servicios de inteligencia, y los mecanismos de lucha policial. La mejora de la colaboración significa una progresión exponencial en el avance contra el terrorismo. Pero este no es un problema que sólo se resuelva con servicios de inteligencia, porque no tienen capacidad de dar garantía casi plena de seguridad, y por otro lado porque nos seguimos moviendo en un marco de libertades y, por lo tanto, la actuación de los servicios de inteligencia tiene sus límites.

¿Qué otras medidas se deben tomar?

Hay que desarrollar una estrategia que prevenga la radicalización de los jóvenes en los entornos islámicos, y esto significa una detección precoz de procesos de radicalización que desembocan en terrorismo. En segundo lugar, hay que fortalecer una cultura verdaderamente cívica y común: no se puede seguir sosteniendo un paradigma multicultural para aceptar que en las ciudades europeas convivan ghettos de población islámica que, con el pretexto de respeto de su cultura constituyan mundos independizados de la sociedad circundante donde rigen sus propias leyes, no se respeta la situación de la mujer, se imparten y se difunden modelos de educación que no tienen que ver con un sistema democrático. Esto significa una verdadera batalla cultural que impida que en nuestras sociedades estén presentes ghettos que constituyen un caldo de cultivo para que surja el radicalismo.

¿Cómo se logra eso?

Primero, hay que tener conciencia de la amenaza. Todavía en Europa no somos lo suficientemente conscientes de que esto ya no es una amenaza global, sino que tiene componentes específicamente europeos. Estamos muy próximos a las zonas de conflicto. Tenemos una crisis de refugiados que hasta ahora no somos capaces de gestionar. Hay todo un conjunto de factores de riesgo que nos deben obligar a dar más prioridad a una estrategia más ambiciosa y potente contra la radicalización y, desde luego, una estrategia basada en acuerdo político muy profundo: una estrategia de prevención y de erradicación de esta subcultura del fanatismo.

¿Cómo se hace en términos prácticos?

Hay que actuar en temas educativos. Hay que actuar en el terreno de los medios de comunicación públicos y privados, y debemos generar consenso sobre cómo enfocar este tema. Además hay que tener una política concertada de gobierno de la red: hoy internet es uno de los grandes campos de batalla del yihadismo. También hay que acelerar nuestra curva de aprendizaje: ha habido reformas legales pero debe haber más para adaptarse al nuevo terrorismo. Hay una serie de vacíos legales que hay que completar. Pero me parece más importante una estrategia política de prevención del radicalismo que otras cuestiones de corto plazo.

En este contexto ¿De qué manera se enfrenta el tema de la inmigración?

En primer lugar hay que diferenciar inmigrantes de refugiados; son dos categorías distintas. Podremos gestionar de manera más o menos decente el problema, pero si no se actúa en el origen (esencialmente en Siria, que ha producido esta ola), no se va a resolver. A veces el dinero se mete en los problemas para resolverlos y a veces se mete para financiar los problemas. Hay un temor de que la UE esté usando los recursos no para resolver el problema de los refugiados, sino para financiarlo. El problema latente es que mientras ISIS y Al Qaeda mantengan una base territorial, recursos económicos y capacidad de desestabilización nos van a seguir llegando olas a Europa que llegan como terrorismo dirigido y olas de flujos migratorios que son muy difíciles de manejar y que están provocando una desestabilización en muchos países, además de generar una ola de xenofobia inaceptable.

¿Se refiere a intervención militar?

Sí, debe ser sostenida.

Estos atentados ayudan en la proliferación de movimientos políticos extremos. ¿De qué manera estos ganarán terreno?

Siempre la presencia del terrorismo yihadista la capitalizan los movimientos extremistas, xenófobos, que podemos catalogar de derecha ideológicamente pero que son más transversales de lo que pensamos. Francia es un caso arquetípico en esto. En algunos países del Este, nos encontramos con instituciones débiles, con menos poder económico que los países de la UE, sociedades más homogéneas que no tienen vivencia de pluralismo cultural. Entonces, de pronto se ven enfrentadas a crisis de este tipo que ponen a prueba sus instituciones y para ellos no son pruebas fáciles de pasar. Se genera un clima de opinión pública en que es fácil que el primer demagogo intente sacar partido y ofrezca soluciones fáciles. Hay que tener mucha firmeza y poner en juego todos los medios policiales, de inteligencia militar, judicial, políticos, sociales y culturales.

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