No invertimos como el capitán Spock, sino como Homero Simpson
El ser humano toma sus decisiones de forma racional dentro de un mercado que funciona de forma eficiente. Ese es el pilar principal en que se sustenta la teoría económica clásica. La teoría de la elección racional –presente desde Adam Smith hasta Milton Friedman– ve al individuo como alguien cuyas acciones van dirigidas a maximizar la utilidad y el beneficio que puede sacar de cada situación.
En las últimas décadas, sin embargo, varios economistas han demostrado que la toma de decisiones no es tan fría como sugiere teoría clásica. Richard Thaler, considerado como el padre de la psicología económica (behavioral economics), fue de los primeros.
“Los modelos económicos se basan en una descripción idealizada y poco realista del comportamiento humano. Yo llamo a estas criaturas ficticias econs, un diminutivo de homo economicus”, dice Thaler desde Estados Unidos. “Los econs son tan inteligentes como el más brillante de los economistas, hacen tan buenas predicciones como el mejor econometrista y no sufren ningún problema de autocontrol, dado que siempre escogen lo que es más óptimo. Estas criaturas son como el Spock de Star Trek. La gente real, la que yo estudio, se parece más a Homero Simpson, por lo que yo les llamo Homer economicus”, explica.
En su nuevo libro, “Todo lo que he aprendido con la psicología económica”, hace un repaso de la evolución que ha tenido la disciplina en los últimos 46 años. Si bien al principio se enfrentó con el escepticismo de la academia, el escenario cambió con la crisis de octubre de 1987.
“La bolsa cayó un 20% o más en todo el mundo en un solo día en el que, por cierto, no hubo ninguna noticia sobresaliente. No empezó una guerra y no murió líder político alguno: lo único que pasó fue que se derrumbaron los precios. Muchos economistas empezaron a cuestionar sus modelos a partir de ese momento”, señala.
El estallido de la burbuja tecnológica y la recesión del 2008 terminaron de probar el punto.
Thaler aclara que no dice que la gente sea irracional, sino que es “simplemente humana” y se comporta de manera distinta a las predicciones de los modelos económicos. “La economía no tiene nada parecido a una Ley de la gravedad, no hay verdades absolutas”, remarca.
Las acciones de los Homer economicus, como los llamas, están condicionadas por sus valores, sus deseos, sus miedos, sus prejuicios y hasta sus estados de ánimo. Eso complica la tarea de los economistas de tratar de explicarlas.
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