Columna de Tomás Casanegra: “Zafamos”
“Pienso en el Chile de hace poco tiempo atrás, con el fantasma de la Constitución, la reforma tributaria y la reforma previsional que, en su conjunto, simplemente iban a aniquilar la inversión, insumo básico para obtener el crecimiento que tanto anhelamos”.

Creo que todas las malas propuestas económicas nacen de la misma mala idea raíz: alguien va a sujetar el lado caliente del sartén para que nosotros podamos tomarlo felizmente por el mango, siendo los retiros de las AFP, en su momento, el niño símbolo de este pensamiento. Hoy escuchamos hablar de la empresa nacional del litio, y de tantas otras malas ideas que nunca mueren, como el fin de la UF, o el impuesto a los súper ricos, todas basadas en esa misma “lógica”. Incluso el muy sensato “ingresos permanentes para financiar gastos permanentes”, que hizo célebre el exministro Velasco y que los funcionarios de este gobierno repiten hoy (sorprendentemente) como si fuera un sermón, tiene esa connotación cuando se olvida mencionar que gastos “realmente permanentes” sólo pueden ser financiados por más producto (crecimiento). Prometer mayores gastos permanentes en un país que produce los mismos US$300 mil millones hace ya demasiados años, es equivalente a prometer más inflación.
Los políticos malintencionadamente, y otros líderes de opinión ignorantemente, entretuvieron a la población con esa idea del “alguien” que se quemará las manos para nuestro beneficio; que existe un mecanismo para quitarle a “alguien” cierta riqueza y transferirla a nosotros; que de alguna manera nosotros podíamos obtener bienes y servicios del Estado, sin ningún costo por ello. El problema es que en un lugar llamado mercado, siempre se vuelven a repartir las cartas libre y espontáneamente, mientras intercambiamos lo que tenemos por lo que no. Y en este acto, la mayor riqueza siempre queda con aquellos que realicen un mayor aporte a juicio de todos los demás. La pregunta bastante obvia debió ser entonces, ¿quién sería ese “alguien” que voluntariamente se iba a inmolar para que “nosotros” nos beneficiemos de aquello? O al menos, ¿tenemos la capacidad para someter a “alguien” para que lo haga? Nadie, o, mejor dicho, íbamos a ser nosotros mismos, y todo el discurso político no era más que hacerse trampa jugando al solitario.
A pesar de todo lo anterior, y quizás por lo mismo, estoy optimista y contento por el futuro de Chile. Nos guste o no, pasamos por algo que todo humano debe experimentar de tanto en tanto en su vida, dejar que la realidad destruya su mayor fantasía, y a partir de ahí volver a construir sobre piso sólido. Parafraseando a Mark Twain: aquella vez que arrastraste un gato por la cola, aprendiste algo que no hubieses podido aprender de otra manera.
Pienso en el Chile de hace poco tiempo atrás, con el fantasma de la Constitución, la reforma tributaria y la reforma previsional que, en su conjunto, simplemente iban a aniquilar la inversión, insumo básico para obtener el crecimiento que tanto anhelamos. Pienso en el Chile de hoy, en que sólo queda el riesgo atenuado de la reforma previsional, que ya no promete el fin de la capitalización individual (ni siquiera va a conseguir el fin de las AFP, creo yo). A mi parecer, hay una luz tenue, pero clara, al final del túnel.
Me parece que todo este proceso refundacional en el que nos vimos inmersos y el impacto brutal que tuvo y sigue teniendo en el precio de los activos chilenos, terminará siendo una transferencia de riqueza desde gente que no tenía mayor fe en la viabilidad de Chile (junto a una mayoría descapitalizada vía retiros promovidos por el mismo Presidente), hacia otros que sí.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.