
Guillermo Tagle: “Para un país como Chile, que colapse una industria tan relevante como la aérea, sería un problema mayor”
El presidente de Credicorp Capital en Chile y uno de los actores más destacados del mercado de capitales local, comparte sus reflexiones sobre el entorno económico en medio de esta pandemia. ¿Cuánto resiste la actividad a media máquina? ¿Es posible que el Estado rescate a las aerolíneas? Son algunas preguntas que responde el ejecutivo.

No es sólo el coronavirus lo que se está viralizando. En el ambiente empresarial, en estos días se ha difundido por WhatsApp una reflexión de Guillermo Tagle, el presidente en Chile del holding financiero Credicorp Capital, quien llama a volver a lo básico y a reinventarse en medio de esta crisis sanitaria.
En conversación con Pulso, quien hace algunas semanas sonó como fuerte candidato a presidir la Confederación de la Producción y el Comercio, aterriza su mirada sobre el panorama económico y social que depara al país.
¿Le ha hecho reflexionar esta pandemia acerca de sus propósitos de vida y de lo efímera que puede llegar a ser la riqueza económica?
Uno vuelve a lo básico, a la naturaleza de la vida, que no está en lo material, si no que en lo sobrenatural. Eso se olvida cuando uno cree que tiene todo bajo control, pero en ese caso se pierde el sentido para lo que uno está en el mundo. Estamos de paso y la idea es dejarle un buen planeta al que sigue. Estos remezones nos hacen cambiar nuestras perspectivas.
Usted lleva una dilatada carrera en el mercado de capitales, donde existe una fuerte orientación al logro material, a los resultados. Al final, muchas veces se reduce todo a dinero. ¿Este remezón podría empujar a la industria financiera a replantear su objetivo o propósito?
El mercado de capitales es una pieza de infraestructura fundamental para el funcionamiento de las sociedades y la economía, de conectar a la gente que tiene recursos con la que los necesita. Es cierto que como la sustancia principal es prestar capital, se presta para que haya más codicia que la búsqueda del bien común, pero por otra parte, esa codicia también se transforma en un motor generador de actividad.
En estos momentos de dificultad, cuando empiezan a caer todos los valores y la gente empieza a perder parte relevante de su patrimonio, hay que volver a lo básico, repasar qué otras cosas importantes hay en la vida y pensar en cómo nos vamos a organizar en el futuro. Mucha gente tiene la confianza que va a vivir de sus rentas y de los recursos que tiene en el mercado de capitales, pero al final, puede ver esos recursos desvanecerse y hay poco donde protegerse cuando se trata de una cosa de este tipo, que es global, que es un riesgo no diversificable. Sólo queda volver a la realidad y decir que hay que buscar nuevas formas de vida y de organizarnos.
En estos días todas las métricas financieras y los mercados han ido a la baja, ¿estima que se recuperarán con fuerza o quedará un lastre que costará superar?
La única solución real y rápida será que aparezca la vacuna contra este virus, y con ello los valores debieran corregirse positivamente. Si la vacuna no aparece, esto durará bastante tiempo. De todos modos, quedarán huellas importantes de cara al futuro, que son las adaptaciones. Por ejemplo, llevamos años discutiendo, en muchos simposios, de cómo lograr que las empresas se flexibilicen para que pueda haber más trabajo desde la casa. Con este virus, en cosa de semanas, todas las empresas nos tuvimos que poner las pilas, separamos los equipos y nos adaptamos para trabajar en las casas.
¿Qué tipo de cambios en sus propósitos tendrán que implementar las empresas de cara al futuro?
El nuevo actor en la ecuación de las empresas, además de los clientes, colaboradores y accionistas, es la comunidad que gira en torno a la compañía. Las empresas realmente sustentables serán las que logren probarse a sí mismas de que están aportando al bien común.
¿Qué tan viable ve en esta crisis que se pueda hacer una tendencia la reducción del sueldo de los trabajadores para evitar la reducción de dotación?
Creo que son temas que las empresas tienen que meter en la ecuación. Al parar operaciones de inmediato, se pone en riesgo a las personas que trabajan dentro de la empresa. Una de las medidas temporales es partir por reducir compensaciones para poder repartir lo que se genere entre los mismos colaboradores y no tener que hacer reducciones significativas.
¿Es importante que todas las empresas tomen conciencia respecto a hacer trabajar en estos momentos a sus colaboradores a distancia?
Estamos en tiempos de ajustes donde hay cosas que se pueden parar y otras que no. Por ejemplo, hace unos días hubo presión de los trabajadores de los centros comerciales para que éstos locales cierren. Es es un pedido atendible, pero hay que mantener un equilibrio, porque si se cierran por mucho tiempo, es probable que algún centro comercial tenga que llamar a todos sus trabajadores para desvincularlos porque el negocio se secó.
Se ha instalado el debate sobre si el Estado debe lanzar un plan de salvataje para las aerolíneas o no. ¿Cuál es su punto de vista?
Hay empresas que son piezas clave de infraestructura para que funcione la sociedad. Los medios de transporte público son una de esas piezas. El único tema que hay que hacer con equidad y justicia, es que cuando el Estado pasa a ser una instancia de ayuda que permite rescatar a una empresa de no poder seguir operando, hay que hacerlo con la equidad de que la compensación a cambio de ese esfuerzo tiene que ser para la sociedad como un todo, y no para un beneficiado en particular.Evidentemente que para un país como Chile, que colapse una industria tan importante como la aérea, sería un problema mayor.
¿Se podría hacer esto vía expropiación o estatización?
A veces eso ocurre de hecho, como en EEUU cuando el Estado capitalizó a los bancos y luego las acciones que obtuvo por esto, las vendió. En Chile se hizo eso en 1983 y el Estado se quedó con la propiedad de los bancos y luego los volvió a privatizar mediante el mecanismo de capitalismo popular. Son medidas extremas, que hay que tratar de evitarlas, porque estábamos en un momento de discusión de cómo gastar los recursos del Estado en otras cosas, como en derechos sociales.
¿Hay espacio para financiar una agenda social?
Uno de los grandes factores que se destacaba del Estado chileno es que prácticamente no tenía deuda externa y había espacio para crecer vía endeudamiento o elevando algunos impuestos, cosa que se ha ido haciendo. Pero eso funciona cuando se tienen empresas generando utilidades que pagan impuestos. Si las empresas no tienen utilidades, comprometer beneficios sociales cuando el Estado no tiene recursos, pasa a ser letra muerta. Se necesita hacer andar la economía, que genere recursos e impuestos para los beneficios sociales.
Al no ser un país rico, ¿cuánto tiempo cree que puede aguantar Chile en esta suerte de inercia o media máquina económica?
Es complejo imaginar dos meses, que la economía dure tanto tiempo sin generar. Por eso es delicado el cuánto tiempo se paran ciertas actividad y sopesar cuáles hay que mantener para que haya un flujo mínimo en la economía. Los plazos son cortos.
¿Cómo evalúa al gobierno en el manejo de esta crisis sanitaria?
Ha actuado bastante bien, con prudencia. Lo más destacable, que espero que se mantenga, es que se ha concitado unidad entre gente que tiene posturas muy antagónicas y han salido juntos a definir los planteamientos de cómo enfrentar esta situación. Espero que ese espíritu permanezca para después retomar una discusión de buen nivel respecto al tipo de sociedad que queremos construir hacia el futuro.
¿Qué enseñanza ve en todo lo que estamos viviendo?
Cuando se deja de lado lo sobrenatural y se toma el camino de egos, egoísmos y maximización de los beneficios propios a costa de cualquier cosa que pase con el prójimo, la sociedad se empieza a quebrar. Cuando hay una remecida sanitaria de este tipo, nos llama a preocuparnos de las cosas que realmente importan. La fragilidad de la vida es mucho más relevante que tener más o menos poder, de ser más rico o más pobre; es mucho más relevante tener una vida organizada, familiarmente armónica y de vivir con sencillez.
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