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Rolf Lüders: "El país, hundido en el caos y la pobreza en 1973, se ha ido desarrollando hasta el punto de liderar a América Latina"

Un rol relevante en la construcción del modelo económico post 1973 le correspondió al ex ministro de Hacienda y de Economía, Fomento y Reconstrucción (1982-1983), Rolf Lüders, quien también fuera alumno de Milton Friedman. Hoy, con una mirada de largo plazo, hace un balance positivo respecto de las reformas que se hicieron hace cuatro décadas, las que, a su juicio, convirtieron a Chile en líder en América Latina en términos de aumento del PIB y reducción de la pobreza.

A su juicio, ¿cómo ha sido la evolución de la economía en los últimos 40 años?

-En términos muy generales ésta evolución ha sido muy buena en el mundo, pero especialmente en Chile. Después de más de seis décadas de decadencia económica relativa, el país volvió a crecer a tasas promedio relativamente elevadas. El PIB per cápita se multiplicó por tres en los últimos cuarenta años y ese crecimiento benefició en forma semejante a todos los segmentos de la población. Desde 1973 Chile, un país entonces de PIB per cápita promedio en la región y de pobreza alta, ha pasado a liderarla en términos del nivel de ingreso por persona  y sus índices de pobreza han pasado ahora a ser de los más bajos.

¿Cuáles han sido los principales cambios?

-Chile tuvo en 1973 una economía centralizada muy semejante a las de Europa del Este de entonces. Llegó a eso después del fracaso relativo de políticas, implementadas en el transcurso del siglo XX, de creciente intervención discrecional del Estado en la economía. Este proceso culminó con un caos económico, reflejado en 1973 en una caída del PIB del 5,6%, en la pérdida total de reservas internacionales netas, y en una inflación del 508%.

¿Qué balance hace de los cambios económicos realizados por el régimen de Pinochet?

-Se trató de una revolución que en buena parte fructificó porque un grupo de personas con visión, responsables de los gobiernos siguientes, fueron perfeccionando la economía social de mercado entonces implementada. Como resultado el país, hundido en el caos y la pobreza en 1973, se ha ido desarrollando hasta el punto de liderar a América Latina en términos de aumentos del PIB y reducción de la pobreza. Pero estamos lejos de ser desarrollados y, siempre en el marco del actual sistema de economía social de mercado, el modelo se debe continuar reformando para, entre otras cosas, generar competencia en dónde ella aún no se da en el grado necesario y hacerlo de una manera más justa.

El modelo impuesto en esa época, ¿ha servido para que la economía se haya consolidado como lo está actualmente?

-Claro, la economía social de mercado es un sistema de principios económico-sociales que admite diferentes encarnaciones. Éstas últimas son función de las restricciones políticas, internacionales, etc, que enfrentan los gobernantes y de sus preferencias. Consecuente con ello, en Chile las instituciones específicas del sistema se han ido, como corresponde, modificando, en general para bien.

¿Cuál considera qué es la gran deuda en el área económica de los últimos 40 años?

-Las cosas siempre se pueden hacer mejor. Al margen de ello y de errores de manejo que sin duda los hubo, la economía chilena se orientó correctamente a partir de 1973  y hasta ahora. El privilegiar la libertad de mercado, la total inserción de la economía chilena en los mercados internacionales, el gasto social significativo y focalizado en los pobres, y una estricta disciplina fiscal y monetaria, ha rendido enormes dividendos para todos los chilenos. Este sistema es además plenamente compatible con la libertad individual y un sistema político democrático. Forzado a escoger una deuda, pienso que es la educacional. Me refiero en particular a la falta de recursos oficiales destinados a la educación pre-escolar y escolar, en dónde está radicado nuestro principal problema.

¿Qué falta aún por mejorar?

-Chile ha escogido para su desarrollo sistema que ha probado ser, a nivel internacional y también en Chile, aquél que permite que los pueblos prosperen materialmente en libertad. La institucionalidad chilena al respecto, sin ser perfecta ni mucho menos, se compara favorablemente con la de muchos países europeos. Por eso hemos sido aceptados en la OECD. Pero eso no significa que seamos un país desarrollado, para lograrlo, nos falta sobre todo en el ámbito socio-económico, tomar medidas que permitan aumentar la productividad y así seguir creciendo a altas tasas. Es un gran desafío para la clase política.

¿Es la desigualdad la gran tarea pendiente?

-El desafío político nuestro es evitar caer en la trampa de los US$15.000, es decir, evitar que la respuesta a las presiones redistributivas sea de tal naturaleza que dejemos de crecer a altas tasas. Es un hecho empírico que la inmensa mayoría de los países que alcanzan nuestros niveles de ingreso por persona sucumben a la trampa y no se desarrollan. Hay medidas que logran compatibilizar crecimiento y una mejor distribución de la renta y son esas las que se deben adoptar.

¿Qué le falta a nuestra economía para llegar a ser desarrollada?

-Lo que es que todos los chilenos tengan los recursos personales, cultura, educación, y salud, entre otros, necesarios para poder realizarse plenamente. Eso implica que necesitamos tiempo, altas tasas de crecimiento, estoy pensando en promedios entre 4% y 5% anual, hasta al menos duplicar el actual PIB per cápita, y crecimiento con reducción de desigualdades. Quitando a unos para darles a otros jamás nos llevará al desarrollo, porque tenderíamos a estancarnos económicamente y en la actualidad no tenemos todavía los recursos agregados para ser desarrollados.

La reforma tributaria anunciada por la candidata Michelle Bachelet, ¿le parece adecuada?

-Un aumento tributario no es ni necesario, ni deseable, para financiar un aumento de gastos fiscales como aquél en educación, por ejemplo, no es necesario porque se pueden disminuir otros gastos. En particular, estoy pensando en la posibilidad de remplazar los 400 programas sociales existentes por un impuesto al ingreso negativo, con un ahorro anual del equivalente de miles de millones de dólares en gastos de administración. No es deseable porque un aumento tributario a gastarse en programas redistributivos o de ganancias de productividad a muy largo plazo, tenderán a reducir la tasa de crecimiento económico en los próximos años.

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