Cuando todo empeore no habrá aplauso capaz de sostenerlos

FOTO: CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO

La figura del héroe que se ha sobreutilizado para referirse al trabajo de quienes laboran en salud, reviste importantes riesgos que debemos atender.

El trabajo en salud tiene un conjunto de particularidades. Supone, entre otras, prestar servicios a personas, atender estrictos protocolos de calidad y de seguridad, desplegar competencias técnico-profesionales y habilidades relacionales, supone en todo momento poner en juego las emociones, ya sea para esconderlas o para fingirlas, en pocos casos para vivirlas como realmente emergen de una situación dada.

El trabajo emocional no esta protocolizado ni reconocido y sin embargo, la totalidad del servicio e incluso la calidad de la atención se puede comprometer por esta invisibilidad. Lidiar con las emociones propias y ajenas no es fácil, pero mucho más difícil es hacerlo en situaciones de alta presión, incertidumbre y con unas condiciones materiales y organizativas que no alcanzan para cubrir las necesidades de la población y su resguardo.

El trabajo en la salud implica riesgos físicos, biológicos pero también riesgos importantes para la salud mental. La metáfora de la pandemia como un enemigo al que debemos combatir y de las y los trabajadores de a salud como unos héroes que están dando sus vidas para derrotarla es una idea, sin duda bien intencionada para reconocer la complejidad del trabajo en salud y el esfuerzo desplegado en estas circunstancias por quienes operan el servicio; sin embargo, es muy riesgoso para la salud de quienes trabajan en salud y para el porvenir cercano.

Trabajar en la salud hoy -y en estas circunstancias- es sin duda difícil e impone desafíos en muchos planos. Tenemos pocas certezas pero en ese avanzar debemos procurar no cometer errores cuyas consecuencias pudimos prever.

La figura del héroe (nótese además que el héroe es hombre y un 75% de quienes trabajan en salud son mujeres), la metáfora de la guerra y de la pandemia como el enemigo no son buena compañía.

Sin duda que vamos a fallar más de una vez y quienes trabajan en salud se cansarán, algunos se contagiarán, y otros se preguntarán si renovar o no los votos de su vocación profesional, el punto es cómo avanzamos. El trabajo en salud es primero que todo un trabajo.

Suponer actos heroicos dirigidos por las voluntades personales y empujados por los aplausos de la población, pueden introducir problemas mayores en la salud de quienes trabajan en salud y en los diseños organizativos al interior de los centros que proveen servicios. La cultura sacrificial, propia del trabajo en salud y exacerbada en situación de pandemia, es más que nunca incompatible con el cuidado de quienes tienen la tarea de cuidar y con el difícil cometido a enfrentar. El reconocimiento a quienes trabajan en salud es importante con o sin pandemia, bienvenidos los aplausos pero ello no puede hacernos perder de vista las responsabilidades institucionales en el cuidado de los equipos de salud.

Cuando la situación empeore, no lo digo por agorera sino porque en todo el mundo ha sido así, no necesitamos héroes devenidos en estropajos humanos por sus inmensos esfuerzos desplegados para cumplir con una expectativa incumplible en unas condiciones subóptimas.

Cuando todo empeore quienes trabajan en salud deberán tomar decisiones difíciles que les provocarán sufrimiento ético. Cuando todo empeore no habrá aplauso que sostenga a esas personas. Por ello, necesitamos instituciones y autoridades que estén a la altura de las difíciles circunstancias, asumiendo, por cierto, que nadie está obligado a lo imposible

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