Celestino Aós, administrador apostólico de Santiago: "Yo no soy el salvador de nadie"

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CELESTINO AOS, ADMINISTRADOR APOSTÓLICO DEL ARZOBISPADO DE SANTIAGO || Foto: Mario Tellez/La Tercera

Son, tal vez, los primeros 29 días más ajetreados que ha tenido un obispo a cargo de la Iglesia capitalina. No ha parado. Hay elogios a su gestión exprés. Y una que otra crítica. Aquí repasa su mes debut. La labor de su antecesor, el cardenal Ricardo Ezzati. La influencia del sacerdote Jordi Bertomeu en la arquidiócesis. Su rotundo "no" al supuesto de que se hayan encubierto abusos y su venia para crear una comisión de verdad por los delitos ocurridos.


Antes estuvieron los cardenales Errázuriz y Ezzati. ¿Por qué hay que confiar ahora en Celestino Aós?

Es que si confían en mí, pobres.

Así, con risa e ironía, responde Celestino Aós (74), administrador apostólico de Santiago. Se echa para atrás en la silla. Pasea la vista un rato por su enorme oficina, ubicada en Plaza de Armas, junto a la Catedral, y agrega: "No he sido elegido porque traigo técnicas o porque soy un superhombre, no. Soy simplemente un sacerdote, un obispo, y el Papa ha creído que en este momento puedo realizar este ministerio. Pero yo no soy el salvador de nadie".

El obispo capuchino asumió su cargo hace 29 días y de entrada le tocó enfrentar el fallo de la Corte de Apelaciones, que decidió a favor de las tres víctimas de Karadima, denunciantes de la Iglesia de Santiago, y ordenó el pago de una indemnización de $ 300 millones. De allí en adelante, todo parece un torbellino.

Visitas nocturnas a gente en situación de calle, reunión con sacerdotes abusados en la parroquia El Bosque (la de Karadima, justamente), un encuentro con Hamilton, Murillo y Cruz en la Fundación para la Confianza, 11 días en el Vaticano, una audiencia con el Papa, otra agenda con encuentros con el fiscal nacional, Jorge Abbott, y el propio Presidente Sebastián Piñera. Un verdadero maratón eclesial. Se han escuchado aplausos. También algunos cuchicheos más sutiles. Voces que hablan de una apuesta mediática. De un veloz intento por mejorar la alicaída imagen del arzobispado.

Aós, como quien escucha llover. "Santiago me gusta. Tiene cosas, un entorno muy hermoso. No soy de grandes capitales, vengo de un pueblo chiquitito y más bien me gustan las ciudades chicas, esta es gigantesca, y hasta ahora tampoco he podido recorrerla mucho", cuenta el oriundo de Navarra, España.

Su seseo es sutil. Su túnica café es permanente. Su barba blanca tipo Viejo Pascuero ya es una marca.

Usted ha desplegado varias actividades diametralmente diferentes de las que tenía el cardenal Ricardo Ezzati. ¿Considera que la labor pastoral del renunciado arzobispo no era la correcta y está tratando de revertir eso?

No. No juzgo la conducta de los anteriores, del mismo modo que creo que el Papa Francisco tiene un estilo diferente del que tenía el Papa Benedicto XVI. Tengo un estilo que es el mío, hago lo que sé, lo que puedo y lo que me parece que en ese momento puedo hacer. Por ejemplo, comencé la Semana Santa, el domingo de Ramos, yendo de improviso al hogar de las hermanitas de los ancianos y estuve ahí visitando a nuestro gran patriarca, monseñor Bernardino Piñera, que va a cumplir 104 años y que es el obispo más anciano del mundo. No es que yo haga esto porque el otro no lo hacía. Hago lo que me parece.

Normalmente, las reuniones de alto nivel, como con el Presidente o el fiscal nacional, las tiene el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal. Iban cinco obispos, ahora lo hizo usted, el administrador apostólico de Santiago. ¿No pasó por encima de la autoridad de la Iglesia chilena para este tipo de reuniones?

Son dos canales diferentes. Fui a reunirme con el señor Presidente de la República para un saludo protocolar. Él me concedió más minutos de lo que hubiera pensado, pero no hablé ningún tema en el que pasara por encima de la Conferencia Episcopal. Y quedó bien claro que el comité del Episcopado es el que lleva la relación con el gobierno. Lo mismo con el señor fiscal, era por el sentido de presentarme.

¿Cometió errores la Iglesia en la forma de proceder con las víctimas de Santiago o, a su juicio, se encubrieron abusos?

Yo creo que se cometieron errores, porque cuando usted me habla de encubrimiento, se trata de una figura penal que implica ciertos requisitos. Yo espero que hayamos aprendido en estos años un modo distinto de tratar las cosas y que ahí pudo haber errores, deficiencias, debió haberlos, porque hemos sido condenados por eso, pero la condena no viene por encubrimiento, viene por esos otros errores. Creo que se cometieron torpezas, no sé cómo etiquetarlo, pero hubo deficiencias en el tratamiento y eso causó o agravó todavía más el dolor de las víctimas.

Algunas víctimas de abusos han pedido hacer una comisión de verdad, releer y reexaminar los hechos. ¿Usted estaría de acuerdo?

Tenemos interés en saber qué pasó, qué posibilitó el hecho de que estas aberraciones tan brutales, tan absolutamente injustificables, se diesen, repitiesen o perdurasen en el tiempo. Y que en algunos casos, evidentemente, no fueron bien gestionadas, por decir lo menos. Nos interesa conocer la verdad para que haya justicia. Yo hablé con algunas víctimas y se los dije, y se los vuelvo a decir también desde aquí, que espero que podamos colaborar, ellas tienen un aporte muy importante que ofrecer.

Pero la conformación de una comisión de verdad implica no solo conversar con las víctimas, sino designar un grupo de personas que revisen lo que pasó y establezcan un informe. ¿Usted es partidario de eso?

Sería un camino. Y creo que sería un buen camino. Diría más, un excelente camino.

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Foto: Archivo | Agencia Uno[/caption]

Respecto de su viaje de 11 días a Roma, ¿qué le pidió el Papa Francisco para la arquidiócesis?

Cuando le pregunté al Papa qué mensaje quería para esta diócesis, me insistió en algunas ideas que son básicas. Primero, que la diócesis, la Iglesia, es una unidad y yo no vengo como administrador para un grupo. Están los pobres, los niños, los ancianos, los sanos, los encarcelados, las mujeres, los hombres, los profesores, y yo soy el pastor de todos. Están también los que sufren, que suelen estar en estos días en primer plano, las víctimas y, lógicamente, como pastor tengo que preocuparme de un modo especial de los que más sufren, eso también el Papa lo recalcó. Segundo, el Papa insistió en que miremos adelante.

¿Y le manifestó cómo se sentía con los obispos chilenos, si estaba molesto con ellos?

Con el Papa no hablamos de terceras personas. O sea, si usted me pregunta directamente si me conversó de eso, no. En algún momento conversamos no solo de la Iglesia, sino a nivel personal.

¿Le pidió que los obispos auxiliares volvieran o que nombrara nuevos?

Yo no le voy a decir al Papa qué es lo que tiene que hacer, pero sí le indiqué que necesitaba obispos auxiliares y de esos obispos auxiliares aparecieron algunos nombres por allá, porque los dije yo, otros los dijo él, estaban ya en los dicasterios romanos, pero indudablemente él lo va a determinar.

Viajó con Ana María Yévenes, exreligiosa de los Sagrados Corazones y vinculada a Los Legionarios de Cristo, ¿por qué lo acompañó?

Fue como asesora de comunicaciones. Ella en ese momento me asesoró, pero no es la asesora oficial. Del mismo modo, por ejemplo, cuando fui a hablar con los señores fiscales, me acompañó Andrea Idalsoaga, delegada episcopal para la Verdad y la Paz (quien ve los temas relacionados con abusos).

Jordi Bertomeu sigue interesado en Chile. ¿Usted le escribe? ¿Tiene contactos acá? ¿Pide cosas directamente para Chile? ¿Influye en la Iglesia de Santiago más de lo que uno sabe?

Habría que preguntárselo a él. Le puedo decir, por ejemplo, que en estos días no hemos tenido contacto, pero yo sé que está en España. Le puedo decir también que a mí, en los días en que estuve en Roma, sí me ayudó bastante, porque hay que ir a distintos dicasterios, y no solamente lo hizo él, también otras personas, como dos sacerdotes chilenos que trabajan en dicasterios. Él (Bertomeu) parece estar interesado, no diría encargado, pero sí un poco involucrado en el seguimiento de la Comisión Scicluna. Yo también estuve con monseñor Charles Scicluna, que por casualidad estaba allí. En principio no estaba en Roma, pero después apareció. Él está interesado y Bertomeu también, pero qué tanto le corresponden a él las decisiones, no sé, al final las grandes decisiones las toma el Papa.

Usted ha tomado una serie de decisiones en este poco tiempo que lleva en el Arzobispado de Santiago. Mediáticamente, la más importante ha sido no apelar al fallo de la Corte de Apelaciones respecto de la demanda civil de las víctimas de Karadima. Esa determinación ¿la tomó usted solo o recibió presiones y sugerencias? ¿O lo hizo en consulta con alguna autoridad del Vaticano?

La decisión no la tomé yo solo, porque ya estaba estudiada por el consejo de letrados de abogados y también por los responsables que había antes; piense usted que esto apareció a los dos o tres días, difícilmente yo puedo tomar una decisión así. Pero presiones, no.

¿Cómo es la relación que tiene con las congregaciones de Santiago?

Buena. Espero que podamos colaborar juntos, pero tiene que ser una colaboración real. Si en un momento ellos ven que tienen que hacer una crítica, espero que la hagan lealmente, de frente. Y si hay un momento en que yo creyera que tengo que llamar la atención, que tengo que hacer una crítica a una congregación, sea la que sea, incluso la misma mía, a los capuchinos, lo diría.

En la Facultad de Teología de la Universidad Católica quedó pendiente el nombramiento del decano. ¿Piensa hacerlo pronto?

Sé que hay que nombrar al decano, pero no puedo decir cuándo. Lo que sí es cierto es que son temas que no se pueden eternizar, habría que tomar una decisión bastante pronto, pero qué es bastante pronto, no lo sé. Tendría que tener una serie de elementos para considerar y para poder tomar esta determinación buscando el bien de la universidad (…). Espero que no me vaya a equivocar nunca por parcialidad, por amiguismos, eso ya caería en maldad. Trataré de hacer lo mejor posible, pero no sé cuándo es este momento.

Dentro de las cosas que planea hacer a futuro, ¿está contemplada una auditoría de las finanzas del arzobispado o tiene la sospecha de que puede haber irregularidades?

No tengo ninguna razón, ningún signo para poder sospechar. Entiendo que no hace mucho se hizo una auditoría. Soy partidario de la transparencia. Cuando llegué a Copiapó se hizo una auditoría y después, cada año, se ha dado siempre a conocer el estado de las cuentas, porque la transparencia en el uso de los recursos no solamente es algo deseable, sino que es obligatorio. Una auditoría no se hace simplemente porque pueda haber fraudes o robos. Una auditoría nos garantiza que la cosa está funcionando bien o si hubiera algo que corregir, porque a lo mejor no se sabe.

¿Con qué dinero van a pagar la indemnización de los $ 300 millones?

Con dineros del obispado, pero no sabría decir con qué dineros. Habrá que ver ahí de dónde se pueden sacar esos recursos para cumplir con la justicia.

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