No hay dudas. Este puente de Nueva York ha tenido visitas más ilustres. Claro, porque ha sido escenario de películas y series de TV, y lo han retratado hasta en videojuegos. Pero lo que a uno de verdad se le queda en la memoria son los pequeños detalles. Esos instantes breves que se presencian en vivo y que se guardan en la bitácora del viaje. Como esta chica guapa y sus globos rojos.

Esa tarde, la fauna de siempre caminaba los casi dos kilómetros del Brooklyn Bridge: turistas incansables, joggers conectados a sus iPods, ciclistas con poca paciencia, ejecutivos de paso apurado. Ajena a ello, pero en medio de todo, esta chica. Vestido corto, piernas perfectas, cabello suelto. En su mano, más de 20 globos rojos. Y enfrente, un fotógrafo con equipo profesional que disparaba sin tregua. ¿Una sesión para revista?, ¿un nuevo calendario?, ¿un comercial? Nunca lo supe. El fotógrafo no respondió preguntas. La chica tampoco. Sólo tiró un beso -uno solo- a mi cámara intrusa y amateur. Media hora después, le devolví la mano. En sencillo homenaje. Sentado en Grimaldi's -la pizzería favorita de Sinatra, justo a la salida del puente-, le dediqué un brindis con cerveza helada.