Revista Que Pasa

Un delirio: Memorias de un padre tardío

El ser padre más bien tardío dificulta la práctica del deporte de levantamiento de niño (a partir de los tres años); pero nos trae el premio casi secreto de disfrutar (mi hijo tiene ahora seis años), instalados ya en el otoño de nuestra existencia (este año cumplo medio siglo), de productos supuestamente infantiles, que no lo son tanto. Y, de acuerdo, desde The Simpsons todo vale, y abundan las referencias y guiños para capturar a un público adulto (estela que han seguido el ácido Family Guy y el lisérgico Bob Esponja). Todo este libre albedrío, se sabe (y si no pregúntenselo al Tim Burton joven), es mucho más difícil de teorizar y poner en práctica si se trabaja para Disney, todavía preocupado por ofrecer productos homogeneizados para toda la familia unida. De ahí el logro y doble mérito de Phineas and Ferb. Creado por Dan Povenmire y Jeff “Swampy” Marsh y estrenado en el Disney Channel en el 2007, la serie narra las aventuras del norteamericano Phineas Flynn y su hermanastro Ferb Fletcher durante sus eternas vacaciones estivales para desesperación de su hermana mayor -y supuestamente cuerda- Candace, a quien lo único que parece importarle es desbaratar los planes de los pequeños. Hasta ahí todo bien, todo muy sitcom. Pero de pronto se agrega a la mezcla un ornitorrinco de nombre Perry (quien es un agente secreto para la “Organización sin un Acrónimo Cool”), en constante lucha contra el adorable científico loco Dr. Heinz Doofenshmirtz. Y, de pronto, todos se ponen a cantar y bailar canciones increíblemente pegadizas, con nombres como “Gitchee, Gitchee, Goo”, que no estarían fuera de lugar en un álbum de The Flaming Lips, Eels o They Might Be Giants. Y aquí vengo yo. Que paso por ahí y me detengo y me quedo mirando un episodio donde Phineas y Ferb desarrollan un nuevo lenguaje verbal, que enseguida se convierte (para desesperación de Candace) en moda planetaria. Y  me pregunto a qué me hace acordar todo eso. Y, finalmente, me acuerdo. Y es a una cada vez más lejana pero inolvidable alucinación de mi infancia: Las aventuras de Rocky y Bullwinkle.Y vuelvo a ser el niño que nunca he dejado de ser. Pero, sí, con dolor de espalda.

“Phineas & Ferb”, por Disney Channel.

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