La traición según Fontaine
Arturo Fontaine lanzó en España su última novela, La vida doble, historia de una dirigenta de la izquierda chilena que tras el golpe cambió de bando y se convirtió en una delatora al servicio de los organismos de seguridad. El libro revisita la memoria post-1973 y aborda la traición, la violencia política y la tortura.<br>

La foto muestra a Anita saliendo de su colegio en la calle Luis Pasteur, en Vitacura. Tenía cinco años, vestía una falda azul y cargaba una mochila. Reía con ganas. Era la típica imagen que guardaría un padre orgulloso en su billetera, pero en manos de un torturador, en el Chile de los años 70, resultaba un mensaje brutal, y marcó un antes y un después en la vida de Irene, la guerrillera que era vejada e interrogada en un centro clandestino de detención. Como sus cancerberos tenían a su hija al alcance de la mano, Irene tendría que elegir entre dos traiciones: rendirse y entregar a sus camaradas o callar y condenar a Anita.
Irene es la protagonista de la última novela de Arturo Fontaine, que acaba de ser lanzada en España bajo el sello Tusquets. La vida doble se basa en la historia de una dirigente del MIR que después de varias sesiones de tortura pasó a trabajar para los servicios de seguridad. Es el regreso de Fontaine a la prosa después de publicar Cuando éramos inmortales, hace 12 años. En Chile, su nuevo libro será lanzado en septiembre.
La vida doble es el testimonio en primera persona de una mujer, que bien podría ser "la Flaca Alejandra" o Luz Arce, militantes de la izquierda chilena que tras ser detenidas se convirtieron en delatoras (ver página 30). El libro es un recorrido de 300 folios por todas las estaciones de la infamia, la amargura y la miseria. Hay que tener estómago para sortear esas páginas, en las que corre sangre, muerte, dolor, odio, miedo, vergüenza. No hay salida posible. No basta el recurso escapista de cerrar el libro y repetirse que sólo se trata de una ficción imaginada por el director del Centro de Estudios Públicos, quien pretende abusar de su pacto con el lector para hacer creer que se ha metido en el pellejo de una delatora con el afán de convertirse en un escritor maldito. No tenemos esa coartada porque sabemos que todo eso pasó en Chile y sobre esas ruinas se levantaron una transición y un pacto democrático. Aquello está documentado y Fontaine expone las numerosas fuentes bibliográficas y las entrevistas que son la base de su investigación. Su historia abruma porque fue real.
La trama
La novela se ambienta en Santiago y arranca con el asalto de la banda de Irene a una casa de cambio y su huida con un botín de 30 mil dólares y cuatro millones de pesos. Al escapar, el puñado de combatientes es interceptado por una patrulla de agentes de seguridad. En la refriega caen tres compañeros de Irene, pero ella sobrevive y es detenida. Resiste las torturas durante un mes, estoicamente. Decepcionados, sus guardianes la liberan. Al cabo de 71 días, la recapturan, la violan y le muestran una foto de su pequeña hija Anita saliendo de la Alianza Francesa. Hasta ahí llega su compromiso. En ese momento Irene se convierte en Consuelo Frías, alias "la Cubanita", quien delatará a sus compañeros del MIR.
Convertida ya en Consuelo Frías Zaldívar, una cubana llegada de Matanzas que se une a la lucha antiterrorista en Chile, Irene participa en varias sesiones de tortura, con un sadismo que sorprende a sus nuevos colegas: "Yo fui una agente implacable… tenía una rabia feroz. Nunca nadie sabrá a cuántos me cagué. Fui la traidora máxima".
La vida doble es la historia de Irene relatada a un escritor ficticio que la entrevista, aunque éste no se muestra ni pregunta. Sólo escucha. La entrevista es a cambio de dinero. Al cabo de las cinco horas pactadas de conversación, Irene exige su recompensa y despide bruscamente a su visitante. Lo que éste haga con sus notas y grabaciones le da lo mismo. A Irene no le interesa ni el indulto ni la comprensión. Sólo quiere plata.
En el momento en que Irene se convierte en delatora, los agentes malos ceden su lugar a "los buenos". Entre ellos se encuentra "el Flaco Artaza", quien la trata con respeto y educación. Le quita las esposas, le da una Coca Cola y le permite ducharse. Artaza quiere que Irene describa el organigrama de su grupo subversivo. Conversan durante días, almuerzan juntos y él le regala perfumes y maquillaje. Entre tantos salvajes, "el Flaco" es un príncipe azul. Para complacerle y ayudarle a ascender en su carrera, Irene le da datos cruciales, que terminan en la detención de varios conspicuos izquierdistas. Pero "el Flaco" sólo quiere divertirse con la delatora y hacerla partícipe de sus orgías. Ella acepta con tal de gustarle.
Convertida ya en Consuelo Frías Zaldívar, una cubana llegada de Matanzas que se une a la lucha antiterrorista en Chile, Irene participa en varias sesiones de tortura, con un sadismo que sorprende a sus nuevos colegas: "Yo fui una agente implacable… tenía una rabia feroz. Nunca nadie sabrá a cuántos me cagué. Fui la traidora máxima".
Consuelo porta armas y participa en operativos y detenciones. Aporta un dato clave para apresar a uno de los dirigentes más buscados: "el Espartano" fuma habanos cubanos. A partir de entonces, en todas las casas allanadas, los agentes buscarán cenizas y colillas para seguirle el rastro: "El Espartano caería por eso, caería por mí".
En el clímax de la historia, Irene sufre una especie de epifanía, después de la detención violenta de uno de los comandantes del movimiento Entonces decide romper el síndrome de Estocolmo que la tiene esclavizada, huyendo a Suecia junto a su hija.
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