Ciencia: El cerebro intransigente
Al escuchar a algunos actores políticos estos días, impresionan los mundos paralelos en los que parecen vivir. ¿Cómo se explica tanta dificultad para integrar la realidad del otro? Las neurociencias dan algunas pistas. <br>
Uno de los aspectos más asombrosos al escuchar el discurso de los políticos, son las múltiples interpretaciones de la realidad. Muchos de ellos dan la impresión de estar encapsulados en sus mundos y de apenas comprender -y menos tolerar- interpretaciones alternativas. La explicación más simple es echarles la culpa a diferentes credos políticos. Pero ¿puede eso explicarlo totalmente? Las neurociencias aportan algunas pistas.
En uno de los experimentos más cómicos en este campo, se muestra a una persona un video de jugadores de básquetbol y se le pide contar los pases de jugadores con camiseta blanca, ignorando los de camiseta negra. Durante el experimento, un personaje disfrazado de gorila atraviesa la escena. Pues bien, más del 50% de los evaluados no ve al gorila. Esto nos ilustra los límites de nuestra capacidad atencional: podemos omitir elementos groseramente evidentes.
También nuestro sistema perceptivo nos induce al error. Nuestras percepciones están sesgadas por nuestros conocimientos previos. Un ejemplo :si observamos una imagen compuesta de puntos y logramos distinguir en ella a un perro, no podremos volver a ver sólo los puntos. Eso también explica cómo percibimos estímulos más complejos y a la sociedad misma. En Brain and Culture, Bruce Wexler propone que durante la maduración cerebral fijamos ciertas formas de interpretar el mundo y buscamos coincidencias entre el exterior y nuestro modelo interno, minimizando lo que lo contradice. Hay evidencia de que las coincidencias entre realidad y modelo interior activan sistemas cerebrales de recompensa que causan placer y experimentamos malestar ante las disonancias entre ambos. En suma, no es fácil comprender la complejidad del mundo y aceptar realidades no esperadas.
¿Vivimos entonces como esclavos de nuestros errores? No tanto. Por un lado, nuestro cerebro cuenta con mecanismos que permiten anular respuestas automáticas. El conocimiento y la voluntad combinados contribuyen a inhibir los sesgos e intervienen en la búsqueda de la novedad, una de las características que definirían lo humano, según el neurocientífico Karl Pribram. Por otro lado, tenemos cognición social, es decir, empatizamos con el otro y lo percibimos como un ser diferente, y tenemos capacidad de relativismo mental, es decir, podemos comprender la existencia de múltiples representaciones de un mismo evento.
Las neurociencias enseñan los límites y virtudes de nuestro cerebro. Sería absurdo proponer una receta neurocientífica para facilitar el diálogo entre políticos, pero ellas permiten hoy avalar lo que los filósofos ya habían intuido. Marc-Alain Ouaknin sugiere que tomar conciencia de que la complejidad del mundo excede nuestra inteligencia nos ayuda a ser humildes. En hebreo, las palabras honor (kabod) y pesadez (kabed) comparten el mismo origen; para Ouaknin, esa homonimia sugiere que para avanzar es necesario liberarse de uno mismo y relativizar nuestros modelos internos.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
No sigas informándote a medias 🔍
Accede al análisis y contexto que marca la diferenciaNUEVO PLAN DIGITAL $1.990/mes SUSCRÍBETE